Capítulo 2

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LUCA.

El avión aterrizó hace una hora y mi abuelo aún no sale. Observo como otras personas esperan al igual que nosotros y otros abrazan a quienes llegan. Estoy algo ansioso y la paciencia no es una de mis virtudes. Odio tener que esperar. Golpeteo el piso con mi pie, creyendo inconscientemente que el tiempo pasará más rápido. Vuelvo a mirar hacia la puerta por donde tiene que aparecer y finalmente lo veo. Camino hacia él con una sonrisa en los labios.

— ¡El viejo Enrico Pesaressi ya se encuentra aquí! —exclamo. Hago una extravagante reverencia hacía mi abuelo a la vista de algunos ojos curiosos.

Mis padres se ríen, mientras mi hermana juguetea con su nuevo celular. Mi abuelo sigue siendo igual a como lo recordaba; algo rechoncho y con su típico bigote que al igual que su pelo, están salpicados por más canas blancas que la última vez. Él se acerca a nosotros y abraza primero a mis padres. Luego llega mi turno.

— ¡Figlio mio, que gusto volver a verte! —saluda abrazándome con fuerza.

—Lo mismo digo, nono.

Hace mucho tiempo que no lo veía. Bueno... no mucho tiempo, pero cinco años deben de serlo también. Mi madre había planeado hace dos años enviarme a Italia con él pero en ese momento no estábamos muy bien económicamente. Cuando mi abuelo se enteró de estos planes y supo que no podía viajar por falta de presupuesto, se ofreció a pagar los gastos. Mi madre se negó con el apoyo de mi padre.

Supongo que en temas de dinero son algo orgullosos.

Mi abuelo se aparta y acerca a Giulia. Ésta sin embargo, ni siquiera lo mira y se deja abrazar sin darle importancia al gesto. Mi madre la observa con reproche.

—Giulia, deja ese aparato y abraza a tu abuelo como corresponde. No seas maleducada —le da un manotazo de advertencia en el brazo.

Ella guarda su celular en el bolsillo trasero de sus jeans y le regala una gran sonrisa.

—Lo siento, nono —dice abriendo los brazos.

—Hola, bella ragazza.

El mayor la vuelve a abrazar y luego la suelta, momento en el que Giulia aprovecha y regresa la atención a su móvil.

Se lo regalaron hace poco por tener buenas notas en todas sus materias. Pretendí dejar de lado el hecho de que la consienten demasiado a mi gusto, pero vaya que tuvo suerte. Su celular es mejor que el mío y no es que sienta envidia, solo que... ¡vamos! El mío es uno común y el de ella, uno del tamaño de una tablet.

Y además... ¿con quién se escribe todo el tiempo y por qué sonríe como una boba? Ajá, señores, soy un hermano celoso.

Junto a mi padre llevamos el equipaje del abuelo al maletero del auto. Cuando todo está listo, partimos a nuestra casa. Todos reímos durante el recorrido cuando nos cuenta anécdotas sobre sus viejos amigos de Italia. Mi madre me dijo que desde el fallecimiento de la abuela Yoanna hace un par de años, no había estado del todo bien aunque tratara de disimularlo. Yo no llegué a conocerla porque era pequeño cuando murió de cáncer pero mi abuelo siempre hizo que la sintiera presente contándome momentos vividos con ella.

Me habló de como se conocieron en el sur de Piamonte en un viñedo donde trabajaba. Como descubrió que mi abuela robaba uvas y él estuvo a punto de llevarla a las autoridades; sin embargo, ella alegó que lo hacía por dinero porque lo necesitaba para trasladarse a Turín y de allí hasta Parma en Emilia Romagna, donde vivía su tía. Creía que la uva nebbiolo de esa cosecha tenía valor y podía sacarle provecho ofreciéndolo a ciertos comerciantes.

Por alguna razón, él creyó en su palabra y decidió ayudarla. Mi bisabuela Giulianna, por ella es que mi hermana tiene el nombre, le dió cobijo a la muchacha y pidió que se quede con ellos ayudando en el hogar y a cambio, seria remunerada hasta que pudiera solucionar su problema económico. Yoanna aceptó encantada pero temía que el padre de mi abuelo, Roberto, no estuviera de acuerdo. Sin embargo, el miedo era infundado porque él le dio la bienvenida diciendo que otro par de manos en el hogar serían útiles.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora