Capítulo 40

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LUCA.

Aunque estaba preparado para cualquier respuesta, su negativa me golpea duro.

Ayer estuve muy pendiente por si recibía un mensaje suyo. Sabía que tenía mi identificación y que podría haber ido a su casa con esta excusa, pero preferí no hacerlo. No quise presionarla, asi que reprimí mis ganas de exigirle una respuesta que mate mis miedos.

De por sí ya estaba alterado porque mi padre apareció en la hora del desayuno y percibí que despedía una fragancia desconocida cuando pasó junto a mí. No sé si los demás lo olieron también pero nadie hizo comentarios, solo siguieron con su rutina. En ese momento miré a mi madre y la ví un poco pálida. Luego observé a Giulia que estaba con su celular y partía una tostada como si fuera el cuello de alguien.

Por último miré a mi abuelo que lucía muy cansado; y como no estarlo cuando hizo maratón de su serie favorita "Don Matteo" hasta la madrugada. Él siguió con su café mientras leía el periódico.

Todo parecía... normal. Terriblemente normal.

Después del desayuno, mamá quiso ir a correr y me ofrecí a lavar los platos, vasos y demás. Ella me premió con un beso en la mejilla y agradecía su gesto pero lavar platos es lo que hacía todos los días y no era un gran esfuerzo. Subió a la habitación en compañía de mi padre que quería acostarse ya que su noche fue "demasiado intensa".

Mi abuelo también quiso dormir un rato más y me despedí de él, deseándole un buen descanso. Me quedé a solas con Giulia y antes de que pudiera decir algo, se levantó de su asiento.

—Giulia —la llamé.

— ¿Qué? —graznó.

—Necesitamos hablar de la otra noche —caminé hacia ella rodeando la mesa.

—Luca, estoy llegando tarde al instituto y no quiero hablar de eso, ¿esta bien? Eres mi hermano y te quiero pero eso no significa que deba contarte todo sobre mi vida privada —expuso de modo tajante al encontrarnos en un punto fijo—. Quizás algún día, hoy no.

Quería rebatirla, seguir con la conversación... y no supe cómo.

—Déjame en paz, por favor —demandó. Se puso de puntillas y besó mi mejilla—. Adiós.

Cerca de las once, recibí el mensaje que estuve esperando y una sonrisa de estúpido se plasmó en mi cara. Sin dudarlo, respondí que estaría en la plaza en media hora y subí a mi dormitorio para bañarme y vestirme. Tardé más de lo previsto y aumenté la velocidad del automóvil durante el recorrido, sin que aquello me hiciese ganador de una multa.

Caminé hasta el árbol especial de Gala, porque supuse que estaría allí, y la ví apoyada en el mismo con la mirada perdida.

Su cabello estaba semirecogido en una coleta y llevaba una camiseta de mangas largas con rayas grises y violetas, unos pantalones deportivos negros, y zapatillas de correr blancas completaban su atuendo. La observé de arriba a abajo sin sentirme avergonzado por hacerlo; ella no me había visto y jugaba con unas pulseras rojas.

La sorprendí cuando le hablé. Cruzamos unas palabras y al insinuar que mi día podría mejorar, se ruborizó. Ese gesto me encantó.

No obstante, el silencio se fue prolongando y esperé con una sonrisa a que tome la palabra. Explotó al confesar que le parecía estúpida la timidez entre ambos cuando nuestras bocas se conocían bastante bien-, lo que pensaba hace mucho y se lo hice saber. Hasta admití estar nervioso y sugerí hacer la pregunta de rigor para ayudarla...

Ahora yo necesito ayuda para hablar.

Gala abre sus ojos y los posa en mí. Parece encontrar algún tipo de señal en mi rostro porque abre la boca para continuar.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora