Capítulo 70

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LUCA.

— ¿Puede dejar de moverse, por favor? Quédese quieto —demanda la enfermera que controla mis signos vitales.

—Estoy bien, señora. Necesito irme y saber lo que sucedió.

Me ignora y bufo, desviando la vista hacia la ventana. Desde aquí puedo contemplar que la tarde se ha vuelto noche y no sé cuanto tiempo he estado en esta camilla. Desperté hace unos minutos y solo. Permanecí en estado de confusión por un momento, preguntándome donde estaba y que hacia acostado hasta que pude recordar todo: mi padre, Alberto Wexler, Giulia, las pruebas de la estafa y un disparo.

Y tampoco tardé mucho en acordarme del golpe en mi cabeza porque un profundo dolor me hizo gemir cuando quise erguirme.

—Ok, jovencito. Tus signos vitales están bien y la radiografía de tu cráneo no mostró ninguna anormalidad —declara la señora y quita el termómetro de mi axila.

—Se lo dije —insisto y pruebo con bajar de la camilla.

La enfermera evita que continúe con mi acción.

—Pero necesitas seguir en observación, al menos hasta que el doctor venga a chequearte y dé el visto bueno para que puedas irte.

—Puedo pedir el alta médica —objeto con una sonrisa de suficiencia.

Ella me devuelve el gesto y niega con la cabeza.

—No, porque el presidente Wexler pidió expresamente que no lo dejáramos ir y lo atendamos hasta que esté en las más perfectas condiciones.

Voy a protestar que me iré de todos modos pero la puerta del cuarto se abre y mi hermana ingresa con una pequeña sonrisa en sus labios. Me alegra saber que no sufrió daño alguno. Al arrojarme sobre ella, la bala que por poco mata a Giulia solo llegó a rozar mi hombro derecho y dejó una herida exterior sin importancia.

— ¿Cómo estás? —pregunto.

—Bien, supongo. ¿Y tú?

Giulia avanza hasta mi camilla y me muevo un poco, dándole espacio para que tome asiento. Podría sentarse en una de las sillas, claramente, pero prefiero tenerla a mi lado.

—Bien, supongo —repito sus palabras tratando de sonar convincente.

—Los dejo a solas —anuncia la enfermera, dirigiéndose a la puerta. Antes de irse, voltea y me señala—: ¡Y tú te quedas todavía!

Ruedo los ojos. ¡Que exagerada! Y pensar que los antiguos guerreros de la historia se burlarían por tanta atención a un simple golpe y...

Bueno, sus burlas seguro terminarían en dolor, algún desperfecto en sus cerebros o la muerte misma.

Como los dos permanecemos en silencio, me aventuro a decir lo que pienso.

—Aun no puedo creer que papá haya sido capaz de dispararte.

—No lo hizo a propósito —replica.

—Giulia...

—Luca, te desmayaste luego del golpazo que te diste. No sabes lo que pasó de verdad —refuta. Alzo mis cejas a modo de pregunta y ella prosigue—: Como papá dejó la puerta abierta tras él, no pudo ver que un guardia del hospital pasaba por el pasillo; el hombre le dió un culatazo en la nuca cuando me estaba apuntando y esto provocó que accionara el gatillo por error.

— ¿De verdad? —inquiero sorprendido, y a la vez no tanto.

Lo creí capaz, dado el tipo de persona en la que se convirtió.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora