Capítulo 14

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LUCA.

Estoy exhausto.

Ingreso a casa tratando de hacer el menor ruido posible. Tuve que explicarle otra vez a Esteban lo sucedido con Gala porque tenía sus dudas y obviamente mentí lo mejor que pude. Cuando salí de nuevo para atender las mesas, no la encontré; ya se había ido y no tuve oportunidad de aclarar el porqué del beso que le di.

Es de madrugada y dentro de poco debo levantarme para ir a la universidad. Dentro de la habitación, dejo el bolso deportivo en el suelo y me desvisto quedando solo en ropa interior. No aguanto ni un segundo en caer rendido en mi cama y quedarme dormido.

                   ***************

El despertador de mi celular aturde mis oídos con su peculiar sonido. Con los ojos cerrados busco a tientas debajo de la almohada pero no lo encuentro. Doy vueltas sobre el colchón, somnoliento, tratando de evitar el maldito ruido. La alarma suena y suena. Aprieto los ojos, molesto. Mi humor matinal acaba de empeorar. Lanzo un bufido y como un zombie, salgo de la cama para buscar el aparato. Todo con tal de acabar con ese infierno.

Al seguir la melodía, llego hasta el bolso deportivo. Apago la alarma y me quedo de pie viendo el color azul de las paredes. Bostezo y en pocos pasos, avanzo hasta el baño. Una ducha me despertará.

Unos minutos más tarde, vuelvo a la habitación con una toalla anudada alrededor de la cintura y rebusco en la cajonera. Me visto con una camiseta gris, jeans comunes, zapatillas y ropa interior limpia.

Hoy debo rendir un exámen final para aprobar una materia cuatrimestral; estudié por varios días y aunque historia es la carrera que elegí seguir, sé que el camino para recibirme será difícil y extenuante.

Tomo los bolsos (tengo dos, uno para el trabajo y otro para la universidad) y salgo de mi habitación. No es ni muy temprano ni muy tarde y mi hermana aún no se ha levantado para ir al instituto. Tendré que ser su despertador humano.

Dejo atrás mi aposento y voy al suyo, que se encuentra al lado. Golpeo pidiendo permiso para entrar pero no responde. Tomando su silencio como una respuesta positiva, abro la puerta.
El lugar está oscuro y solo vislumbro su silueta horizontal. Si intento moverla con suavidad, no se levantará nunca. Así que la otra opción es mejor y más divertida.

Abro las cortinas y penosamente, los rayos del sol pegan de lleno en su rostro.

—Giulia, despiértate. Llegarás tarde al instituto —digo.

Ella se tapa con una almohada.

—No, deja de molestarme —replica.

— ¡Vamos, arriba! —exclamo.

Se yergue en la cama y me lanza lo que hasta recién usaba como escudo contra la luz solar.

— ¡Luca, déjame dormir! ¡Basta! —grita.

Su cabello luce inflado como si se hubiera electrocutado y bosteza.

—Llegarás tarde.

—No me importa —gruñe y restriega su ojo derecho con una mano.

—Debería.

Rueda los ojos.

—Vete, por favor —pide y señala la puerta.

Me aproximo a las sábanas y la destapo. Giulia chilla.

— ¡¿Te vas a levantar?!

Bufa y aprieta los ojos.

—Sí. Ahora vete, Luca.

—De acuerdo —asiento sin creerle.

Por más que ella no lo sepa, conozco de sus faltas en el instituto. De cómo miente en ocasiones alegando que tiene consultas en el hospital por una alergia. De la dirección han llamado muchas veces y para su suerte, he sido yo quien contestó la primera vez; tuve que pedirle a la directora que llamara a mi celular en caso de que faltara de nuevo. Elijo creer que sus ausencias son debido a simples exámenes que quiere evitar rendir.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora