Capítulo 17

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GALA.

— ¿Cómo se encuentran estas preciosidades?

—Bien hasta que comenzó a oler mal —respondo.

Joaquín nos sonríe y viene acompañado de un chico, que quizás vaya al mismo instituto que yo pero ahora no reconozco. Lleva el cabello rubio despeinado, una camiseta verde y unos jeans color gris. Si bajo la mirada, seguro me encontraré con un par de zapatillas negras. Por la poca locura que yo llamaba estar enamorada, tuve tiempo para darme cuenta que tiene cierta obsesión en usar solo el color negro en su calzado.

Toma asiento entre nosotras y nos atrae hacia él en un gran abrazo.

— ¡Mira a mis chicas! ¿Verdad que son hermosas? —hace alarde frente a su amigo que asiente como idiota.

Aparto su extremidad de mí con demasiada brusquedad.

—Yo no soy tu asquerosa chica —aclaro.

Se dirige a Ángela que todavía sigue atrapada entre sus brazos.

— ¿Y tú si lo eres? —pregunta y fija los ojos en su boca.

Observo su intercambio de miradas y su amigo parece que también está interesado en la escena que tenemos frente a nosotros.

—Nunca lo he sido ni lo seré —espeta y su vista choca conmigo.

Su forma de decirlo me hace sospechar que hay algo más entre estos dos. Y la verdad, no me importaría si coquetea con Joaquín; lo que si me molestaría es que ella comience a sentir más y él se aproveche de eso.

Joaquín le ofrece un intento de sonrisa y fija su atención en mí.

—Eres mi chica. ¿O acaso ya olvidaste lo bien que la pasamos en mi casa? —dice guiñándome un ojo.

¡Maldito desgraciado!

—No seas idiota, Joaco —dice su amigo, quien tiene un buen juicio al contrario del otro.

—Tú sabes que no ocurrió nada. ¡Deja de mentir! —protesto y me pongo de pie.

El susodicho imita mi acción y antes de que pueda reaccionar, sujeta mi mentón con su mano.

— ¿Estás segura de eso? —susurra acercando su rostro.

Trago saliva con dificultad. El contacto visual me incomoda mucho y no logro hablar para negar lo que dice. Él parece percibir lo que provoca y gracias a Dios o lo que sea, me deja allí y se marcha con el otro chico.

Vuelvo a sentarme junto a Angie y resoplo.

— ¿En serio? —pregunta con gesto raro y señala a Joaquín que se ubica a unos metros de las dos.

—Ángela, me conoces. Te he contado todo lo que ocurrió, ¿y aún así me preguntas eso? —inquiero ofendida por lo que insinúa.

—No lo sé, Gala. No negaste nada frente a él y todo puede ser, ¿no? —me da un guiño. Al ver que no me río, prosigue—: Lo siento, tienes razón, es obvio que dice aquello porque no pudo acostarse contigo.

Asiento, de acuerdo con ella. Transcurren minutos en donde ambas permanecemos calladas sin decir nada, solo con el sonido natural del lugar y de algunas personas hablando de fondo.

—Ví como te estremeciste, Angie —señalo rompiendo el silencio y tratando de indagar en lo sucedido.

— ¿Qué? —pregunta y pasa uno de sus mechones de cabello castaño tras su oreja.

—Cuando Joaquín te miró... Bueno, noté algo —divago.

— ¿Notaste qué? ¿Asco? —dice riendo como si quisiera restar importancia a lo que digo.

— ¿Sientes algo por él, verdad? ¿Él es tu secreto?

— ¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Cómo se te ocurre?! —exclama—. Nunca podría gustarme ese, ese...

—Ok, no te alteres. Habla más bajo, por favor —mascullo y volteo mi cabeza.

El par de amigos no notan nada; es más, lucen concentrados en... ¿Eso que veo es marihuana?

— ¿Alterarme yo? No, para nada —asegura mi amiga.

Olvido lo que acabo de ver y regreso a Angie.

— ¿Segura que no? —insisto.

— ¡Basta, Gala! Deja de interrogarme —protesta.

— ¡Está bien! ¡Está bien! —me rindo, alzando las manos.

Dejando aquel tema de lado, volvemos a conversar y en un momento, suena su celular. Lo revisa y el gesto de su rostro se descompone poco a poco.

— ¿Qué sucede, Angie?

Levanta la vista del aparato y la tristeza se refleja en sus ojos azules.

—Tengo que volver a casa. Tadeo me acaba de mandar un mensaje —responde.

— ¿Pero está todo bien? —pregunto con preocupación.

Niega con la cabeza.

—Yo... Es que... —balbucea y su voz se quiebra.

Lágrimas caen por sus mejillas y sus sollozos son cada vez más audibles, por lo que intenta ocultarlos, tapándose la boca con una mano. Su cuerpo tiembla y la abrazo. Dejo que llore sobre mi hombro y descargue su dolor.

Luce tan diferente a la chica alegre y divertida que demuestra ser; esto me hace ver que cada uno de nosotros somos actores de la vida. Actuamos de ser felices o estar bien cuando por dentro sufrimos, lloramos, estamos rotos, gritamos con todas nuestras fuerzas; pero nadie nos oye y a la vez, no somos capaces de hacernos oir. Una gran contradicción.

Angie se aparta y seca su rostro con el dorso de las manos.

—Tengo que irme, Gala —anuncia poniéndose de pie.

— ¡Espera! ¿Vas a estar bien? —la retengo.

—Espero que sí —contesta encogiendo los hombros.

—Eso no me tranquiliza, Ángela.

Se carcajea y despeina mi cabello.

—Estaré bien, mamá —bromea—. Mira, somos mejores amigas pero no hemos sido sinceras la una con la otra —abro la boca para hablar pero me calla—. Shh, lo sé. Algo me ocultas al igual que yo a tí pero pasado mañana, que es sábado, podríamos juntarnos de nuevo aquí y contar nuestra verdad. ¿Qué dices?

—De acuerdo.

Le doy un último abrazo y la despido con un beso en la mejilla. Al final fue ella quien dió el primer paso.

Mientras se aleja, llego a ver como Joaquín no quita sus ojos de mi amiga y su rostro refleja... ¿tristeza? ¿preocupación?, no sé como describirlo.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora