Capítulo 67

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GALA.

De nuevo ceno a solas en mi habitación. Claro que podría comer en la cocina junto a mi hermana y madre pero no es algo que desee. Durante la tarde permanecí el mayor tiempo posible en la plaza Benavides, ya que Marlene me dió el día libre porque ella no trabajaba y Luca canceló nuestro encuentro por un imprevisto que no supo explicarme.

Estuve pensando en como hacer para que Cuca me entregue las cartas de mi padre. No llegué a ningún plan y eso me frustró.

De pronto, golpean la puerta y casi se cae el plato en mi regazo. Pienso en que puede ser mi madre quien esté esperando mi permiso para entrar. Entonces, digo:

— ¡Adelante!

Mi hermana aparece en la entrada e ingresa con lentitud, como si tuviera miedo a hacerlo.

— ¿Podemos hablar? —pregunta.

Asiento y avanza hacia mi cama luego de cerrar la puerta. Gabi se acomoda en la punta. Entrelaza las manos sobre su regazo y agacha la cabeza. Sin más apetito, dejo mi cena sobre la mesita de luz.

— ¿De qué quieres hablar?

—Quiero saber si me odias por haberte ocultado la verdad.

Reflexiono sobre lo que dice y evalúo nuestra situación. ¿Odiarla? ¿Por qué pensaría algo así?

—No, no te odio —digo con sinceridad.

Ella alza la cabeza y luce angustiada.

—Lamento haberte mentido, Gala —dice aferrando mis manos—. Eres mi hermanita y te amo. Solo quería protegerte.

Proteger. Esa palabra no es válida para este caso. La "protección" a base de mentiras siempre termina mal.

—Crecer y vivir con la verdad habría sido más fácil, que estar con dudas e inseguridades por el abandono de mi supuesto padre —asevero.

—Pensé que te hacia un bien. No quería que llevaras esa carga encima.

—Con mis preguntas sin respuesta alguna fue una carga de todas formas —confieso—. Y ahora siendo consciente de que tu padre las abandonó por mi culpa... ¿Nunca tuviste resentimiento por mí? ¿No me odiaste?

Gabriela arruga el entrecejo. Parece evaluar mis palabras y sus pensamientos. Algunos mechones se sueltan de su cabello atado cuando comienza a negar.

—Tú no tienes la culpa —afirma—. Mamá cometió un error al involucrarse con ese hombre y mi padre se fue por ella y su engaño. ¿Seríamos felices si ella no lo hubiese hecho? Puede ser, pero tú no estarías aquí de no ser así y yo no me imagino una vida sin tí, pequeña GIM.

Me alivia saber que nunca me odió. Sin embargo, mis ojos arden y comienzo a derramar unas lágrimas que no puedo detener por más que lo intente.

—Pero mamá me odia, Gabi —sollozo—. Siempre lo hará. Y creo que si tu padre estuviera aquí con nosotras, si nunca se hubiese marchado, tambien me odiaría porque soy la prueba viviente de su error. Soy un error.

Mi hermana se apresura a estrecharme entre sus brazos. Cierro mis ojos y me dejo reconfortar por su calidez. Hace bastante tiempo que lo tengo asumido, hace bastante que perdí la esperanza de que mi madre tuviera una pizca de amor por mí pero duele.

Duele mucho tener una madre que te desprecia y no te ama.

—Me tienes a mí. Siempre estaré aquí para tí... —me arrulla.

Permanecemos en la misma posición hasta que sus brazos parecen cansarse y me aparto para secar la humedad de mis mejillas. Sé que aún debemos hablar largo y tendido sobre este tema, pero creo que la sinceridad en nuestra breve conversación es lo mejor, un inicio para romper el hielo, y me alegro de que haya sido así. La sensación incómoda y extraña que hubo entre las dos durante estos días no me gustaba.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora