Capítulo 65

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GALA.

— ¿Gala Machado? ¿Machado? ¡Gala!

— ¡¿Qué, qué?!

Conforme vuelvo a la realidad, noto que varios en la clase tienen sus ojos en mí, al igual que Rocío. La profesora se levanta de su asiento frente al escritorio y avanza entre las filas de mesas y sillas hasta mi ubicación.

— ¿Podría volver a la clase, señorita Machado? —demanda.

—Eh... Claro, claro —digo. Quizás no la haya convencido con mi respuesta, pero no me cuestiona y vuelve a su escritorio.

Me remuevo en el asiento y juego con un bolígrafo entre mis dedos. No estoy centrada en nada últimamente. No después de descubrir la verdad.

Me pregunto como se sentirá Gabriela al respecto. Aquel día, luego de tomar distancia para digerir la impactante noticia, caminé hasta la plaza Benavides. Fui en busca de mi refugio personal.

Allí vi a la gente pasar, a padres con sus hijos, lo cual me entristeció aún más y reflexioné sobre mis problemas. Mi situación no es grave ni lo peor que le puede suceder a un ser humano, por supuesto que lo sé. No obstante, era y es inevitable que me sienta abatida y desgraciada.

Como si faltara una pieza en el rompecabezas de mi vida.

Por la tarde debía cuidar a Valeria y como no estaba apta para hacerlo llamé a Marlene y obviamente pidió saber el motivo de mi ausencia. Dije que estaba descompuesta y me era imposible ir en tal estado; ella comprendió y deseó que mejore. Después tuve un pequeño cargo de conciencia por mentirle pero era aquello o terminar llorando en la casa de los Dufort en algún momento.

Lo que menos quería.

El tiempo transcurre, mi jornada de estudios termina y marcho hacia la salida. Hoy iré a cuidar a Valeria; pondré mi mejor cara y trataré de olvidar mi situación familiar por unas horas.

De pronto, siento que una mano envuelve mi brazo.

—Gala, ¿podemos hablar un momento? —pregunta Angie.

Aprieto mis labios y dudo. Intuyo que quiere hablar de nuestro encuentro en el hospital.

— ¿Quieres hablar sobre mi madre, verdad? —asiente—. Ahora... no me siento bien. ¿Podrías darme tiempo para contarte?

Mi amiga forma una sonrisa con sus labios y posa una mano sobre mi hombro.

—Descuida. No voy a presionarte. Sé tu secreto pero eso no significa que debas contarme toda la historia. Si lo haces, te agradeceré por la confianza. Y si no, respetaré tu decisión.

—Gracias —susurro y en un impulso, la estrecho entre mis brazos. Ella me devuelve el gesto.

Los demás estudiantes pasan a nuestro lado sin prestarnos mucha atención. Un nudo se instala en mi garganta y termino con el abrazo. Mis ojos arden y parpadeo varias veces para disminuir el escozor. No voy a llorar.

Ambas nos despedimos entre adioses y me alejo del instituto rumbo a la casa Dufort.

*************


Parece que Mateo se propuso enseñarme a tocar el piano como una meta personal. Aún no capto nada de nada y apenas puedo formar una melodía agradable al oído.

—Pon los dedos así —indica mostrando sus manos para que imite su posición—. Recuerda y lee bien la partitura. Empieza.

Entender las partituras no me ha costado. Poner en práctica lo que leo fácilmente, sí. Intento reproducir por cuarta o quinta vez las notas musicales, no obstante mi concentración es limitada.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora