LUCA.Es jueves. Quedé en verme con Melanie en una cafetería cerca de la universidad y aquí estoy, esperando en mi asiento con un capuchino frente a mí. Tengo incertidumbre. Quiero saber que es lo que buscaba, o encontró, en la habitación de mis padres.
La tensión en mi casa es palpable desde la pelea del domingo. Mi abuelo ha intentado reconciliarnos pero si coincido en algo con mi padre: ambos somos orgullosos y nos hemos cerrado por completo ante una posible disculpa.
Apenas lo he visto porque pasé el mayor tiempo de mis días en el trabajo, en trabajos grupales de la carrera o encerrado en mi habitación. Siento pena por mi abuelo que trata de entablar una conversación conmigo pero él no podrá arreglar años de enemistad con mi progenitor aunque lo intente. No. Ya no hay remedio para aquello.
A lo lejos vislumbro el auto de Melanie. Estaciona a unos metros de donde me encuentro y baja. Cuando llega a mi mesa, se queda de pie por unos minutos sin decir nada. Como si estuviera pensando en su próximo paso a dar.
— ¿Hola?
—Hola —responde.
— ¿Cómo estás?
—Bien, bien —balbucea distraídamente mientras toma asiento.
A pesar del frío y la ventisca fresca, Melanie trae puestas unas sandalias con tacón, unos shorts y una camiseta ajustada a su torso. Tamborilea los dedos sobre la mesa y observa sus uñas con demasiada atención. Parece nerviosa o preocupada así que insisto en saber si de verdad está bien como dice.
— ¿Segura? —cuestiono.
Aparta la vista de sus dedos y pone su pequeño bolso sobre la mesa.
—Tienes razón —confiesa—. Nada esta bien y tengo que decirte lo que sucede. Necesito decírtelo o mi mente explotará —coloca su pelo sobre su hombro derecho y lo alisa con las manos—. Quién mejor que tú para escuchar y ayudarme —concluye para sí.
—Dime —aliento.
—Lo que sospechaba era cierto —suelta como si esas palabras hubieran pasado mucho tiempo atoradas en su garganta—. Y no sé qué demonios hacer con esta información. Bueno, si sé realmente pero todo es tan complicado que yo...
— ¡Anie! Explícate mejor y cálmate, por favor. Sino no podré ayudar como esperas que lo haga.
Asiente de acuerdo con lo que digo.
—Como ya sabes —comienza—, decidí volver a mis clases de administración. Por ende fui al hospital y quise poner esas lecciones en práctica. Mi abuelo siempre tuvo todo controlado: el personal, los suministros del hospital y cuánto se invierte en ellos. Siempre quiere lo mejor para que la gente sea bien atendida. El lugar es privado y uno tiene que pagar pero él ha hecho lo posible para crear una fundación que pueda sustentar un ala de salud pública y gratuita para quienes no pueden costear una consulta, medicamentos o una cirugía —explica y no entiendo a que quiere llegar con esto—. ¿Sabías que tu padre convenció a mi abuelo de ser el director médico del hospital?
—No. ¿Y eso es importante?
—Pues claro. Como director médico tiene parte de poder y considerando la influencia que tu padre tiene sobre mi abuelo, mucho más todavía.
Melanie corta su relato cuando un mesero viene a tomar su orden. Pide un café solo sin azúcar.
—Como mi abuelo preside la comisión directiva, confía tanto en él que le dió permiso de intervenir en las funciones del tesorero. En pocas palabras, le dio poder de administrar el personal y las finanzas del hospital a su antojo en cierto modo.
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En ese Maravilloso Instante © (SP#1)
RomanceDesde temprana edad, Gala Machado comprendió que su madre no la quería ni sentía afecto por ella y se conformó con una vida que conlleva el instituto y su casa sin ninguna emoción. Luca Pesaressi sabe desde pequeño, que su vida está atada a su mejor...