Capítulo 27

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GALA.

No tenía planeado salirme del auto con Rocío, como tampoco ver a Luca en un estado de furia y enojo, pero sucedió. Hay ciertas cosas que suceden sin previo aviso y sin esperarlo.

Cuando llegamos al instituto, Dante giró en su asiento para vernos y decirnos:

-Esperen aquí. Hablaré con Luca y luego volveremos para llevarlas a sus casas. ¿De acuerdo?

Iba a decirle que no. Que iríamos con él, no obstante, abrió su puerta y bajó del auto tan rápido que no me dio tiempo a nada. Lo ví rodear el edificio y luego desapareció de mi vista.

Yo no pensaba quedarme allí sentada sin hacer nada, así que descendí yo también. Rocío me siguió y me tomó del brazo cuando emprendía mis pasos hacia el punto de encuentro de los chicos.

- ¿Qué haces? -preguntó.

-No pienso quedarme aquí a esperarlos. Quiero saber si Luca está bien.

La incertidumbre que sentí durante todo el recorrido aún seguía latente y necesitaba saber como estaba de verdad.

-Aguarda, ¿tú tienes algo con ese chico? -inquirió.

Mi mente era un​ caos de contradicciones. Quería decir que no pero eso sería tirar todos los pequeños momentos que tuvimos por la borda. Sería como aceptar que él no me hace sentir nada, que sus besos no afectaban mi interior.

-No lo sé -contesté. Un segundo después, añadí-: Todavía.

Ella pareció entender mi vaga respuesta y dijo:

-Voy contigo.

Rodeamos el edificio y nos asomamos por una de las paredes del instituto. Pude ver a Luca negando con la cabeza gacha. Verlo de esa manera me mostró otra de sus facetas como persona y también me dio tristeza. Pude vislumbrar como la tristeza enmascaraba el enojo.

Quien sea la persona que provocó aquellos sentimientos en él, debe de ser alguien muy importante en su vida.

-Parece que están discutiendo -susurré.

-Shh... Cállate que quiero escuchar.

Sin hacer ruido y a la corta distancia que estábamos, podíamos escuchar lo que decían.

-Pégame un puñetazo, adelante -dijo Dante extendiendo los brazos.

Tras de mí, oí jadear a Rocío.

- ¿Qué? -preguntó Luca.

-Que me pegues un puñetazo, vamos -urgió Dante.

Luca dijo que no y Dante le dio una razón para que lo haga. Me pareció estúpido. ¿Por qué los hombres siempre arreglaban las cosas con golpes?

-Vamos hermano, hazlo antes de que me arrepienta -siguió insistiendo.

-Lo golpeará -masculló Rocío.

Negué con la cabeza.

-No lo hará -repliqué.

Pero mi seguridad se diluyó al ver que levantaba el brazo. Tal vez no era de mi incumbencia y no tendría que haberme entrometido pero eso fue lo que menos me importó.

Salí de nuestro escondite con Rocío detrás mío y les conté una pequeña costumbre que tenía. Cuando voy al parque Benavides para estar sola en mi árbol, suelo tirar piedras. No a las personas obviamente pero si a un espacio donde no haya nadie. Es una forma de desestresarme. Algo con lo que desahogarme en lugar del llanto.

Luego de esto, tirar piedras contra un muro y de la estupidez de Dante, me sentía igual de desconcertada. Sin saber qué hacer ante mi madre y el recuerdo casi inexistente de mi padre.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora