LUCA.Estacionamos el auto junto a otros más lujosos y ostentosos que el nuestro y un empleado del club nos recibe para informarnos que la fiesta, según sus palabras, se está gestionando donde se ubica el campo de golf. Mi padre le entrega las llaves y el empleado desaparece de nuestra vista. Bajamos y caminamos, rodeando el edificio.
Me parece lógico que la fiesta sea en el campo de golf porque es bastante grande. El club de por sí ocupa muchas hectáreas gracias a que se ubica en una parte de la ciudad que es más campestre.
El club Harrisons tiene tres edificios gigantes y majestuosos repartidos en el área; el que deteste a su gente no quita mi admiración al lugar. El primer edificio consiste en una planta baja con puertas y ventanas de vidrios que dejan ver el interior: el restaurante junto a la cafetería del club ahora están vacíos y con las luces apagadas. Desde aquí puedo ver los ascensores para subir a los otros pisos.
El primer piso alberga el lujoso gimnasio con las mejores máquinas de ejercicios, musculación, salas donde se practican boxeo, esgrima, karate o kick boxing y una sala de meditación y yoga. Por supuesto que hay baños también. El segundo piso cuenta con duchas, más baños, jacuzzis, salón de belleza y todas las demás cosas para consentir los caprichos estéticos de cualquier persona.
El tercer piso es el salón de fiestas. La noche es hermosa y quizás por eso no la usaron en esta ocasión. Todo miembro del club puede disponer del salón para su uso; claro que con un monto de dinero extra. Luego sigue el cuarto y último piso, donde se encuentran los mandamases: los dueños del club. Allí están sus despachos y otras instalaciones que no sé cuáles son porque nunca he puesto un pie allí.
Más alejado del edificio principal se ubica el segundo donde hay canchas de tenis, básquetbol, voleibol y fútbol bajo techo para los días lluviosos como también hay otros al aire libre. Y por último, el tercer edificio donde se practica natación, que cuenta con gradas para los visitantes, y tres distintas piscinas con distintos niveles de agua.
Mi madre va del brazo de mi padre y Giulia del mío cuando ambas trastabillean con sus tacones al pisar el césped.
—Quítense los zapatos antes de que se rompan los pies —sugiero agarrando fuerte a Giulia del brazo para que no se caiga.
Sabiendo que es lo mejor, mi madre sigue mi consejo, a pesar de la mirada negativa que recibe de mi padre. Giulia en cambio, se niega.
— ¡No pienso quitármelos por nada del mundo! —protesta. Como es menor de edad, el año que viene será miembro oficial y según ella, desde ahora debe comportarse bien y demostrar lo que vale ante todas estas personas refinadas.
A lo lejos vemos las luces reflectoras. Con disimulo, mi madre vuelve a ponerse los tacones y seguimos acercándonos. Es la noche perfecta para estar al aire libre; el cielo se encuentra despejado, lleno de estrellas y la luna se ve grande y resplandeciente.
La fiesta consiste en una banda en vivo que toca jazz sobre un pequeño escenario, un gran suelo de madera artificial para tapar el césped y ser usado a la vez como pista de baile, y sillones blancos esparcidos por doquier. Meseros circulan entre la gente con bandejas de canapés y copas de cristal con varias bebidas.
Algunos voltean la vista con curiosidad. Todos usan trajes y vestidos elegantes como si estuvieran en la entrega de un premio Oscar. Nosotros avanzamos, mis padres y Giulia con una sonrisa y yo fingiendo que quiero estar aquí en lugar de la fiesta en el galpón con Dante.
Un hombre alto, de pelo color castaño y canoso, algo corpulento con un traje gris y corbata marrón, se acerca y le tiende una mano a mi padre. Sonríe.
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En ese Maravilloso Instante © (SP#1)
RomanceDesde temprana edad, Gala Machado comprendió que su madre no la quería ni sentía afecto por ella y se conformó con una vida que conlleva el instituto y su casa sin ninguna emoción. Luca Pesaressi sabe desde pequeño, que su vida está atada a su mejor...