Capítulo 30

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LUCA.

El domingo transcurrió con normalidad. O eso creo.

Cuando desperté eran las dos de la tarde. Me senté en la cama y me estiré, sintiendo como mis huesos y músculos crujían en el proceso. El no haberme quitado la ropa para dormir pateó mi trasero con sus dolorosas consecuencias. 

Me desnudé y sin dudar, fui al baño para cepillarme los dientes y darme una ducha. Al salir, procuré en ponerme ropa interior limpia, un pantalón deportivo y una camiseta medio gastada por el uso, para bajar al salón.

Allí no encontré a nadie; aunque si pude percibir la voz de mi hermana. Su voz y el sonido de los cubiertos contra los platos provenían del comedor, asi que caminé hacia ellos.

— ¡El lugar era hermoso, abuelo! Mucha gente, personas sofisticadas y otras no tanto. Todo estuvo bien hasta que mi zapato se partió y tuve que quitármelos al ir por Luca. Si supieran que lo encontré... —farfullaba Giulia pero calló de golpe al darse cuenta de que estuvo a punto de meter la pata.

— ¿Lo encontraste cómo? —inquirió mi madre.

En ese momento, ingresé a la estancia y la mirada de Giulia recayó en mí. El abuelo me echó una ojeada cómplice y mis padres esperaban por la respuesta de mi hermana mientras un silencio incómodo nos envolvía.

— ¡Tirado en el suelo! —exclamó de repente y soltó una risita nerviosa—. ¡Estaba despatarrado en el suelo en medio de la oscuridad y al acercarme se rompió uno de mis zapatos! Una pena porque eran muy bonitos —dijo por último y metió un poco de ensalada a su boca.

Mamá reparó en mi presencia y me regaló una sonrisa cálida.

—Buenos días —saludó. Su cabello estaba atado en un moño sencillo y unas ojeras apenas visibles enmarcaban sus ojos.

—Buen día —contesté y tomé asiento junto a mi abuelo.

— ¿Tienes hambre? —preguntó y se levantó de su silla.

—Por ahora no, mamá —negué—, pero gracias de todos modos.

— ¿Estas son horas de levantarse? —la voz de mi padre hizo que mi estado de ánimo decayera.

Al entrar aquí, decidí que lo ignoraría, ni siquiera iba a dirigirle la mirada porque ver su rostro hubiera sido el detonante perfecto para que mi día se arruine y...

Eso es lo que sucedió.

Lo que pasó el sábado recorrió mi mente como flashes de una pesadilla. Recordar que lo ví con esa mujer sobre el capó de un auto, me hizo apretar los puños bajo la mesa.

—Estaba cansado y no me dí cuenta de la hora —mascullé y decidí alzar la vista hacia él.

Tomó un sorbo de su vaso con agua y sin mirarme, continuó:

—La próxima debes pasar el tiempo con nosotros en lugar de irte a tomar aire fresco, Luca. En esos eventos es importante que la familia esté unida y demostrar que somos dignos de estar en ese club como socios.

—Ignacio... —dijo el abuelo, llamando la atención.

— ¿Eso es lo único que te importa? ¿El club? ¿La apariencia ante los demás? —repliqué.

—Por supuesto que no. Lo que más me importa es nuestra familia —declaró con solemnidad.

¡Maldito hipócrita de mierda!

No pude aguantarlo más. Me erguí y eché la silla atrás.

—Ya perdí el apetito. Lo siento, mamá —dije y me fuí sin decir nada más.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora