Capítulo 48

2.9K 221 4
                                    


LUCA.

Llevo más de una hora jugando al tenis en la casa de Dante con su consola de videojuegos. Después de una hora en el gimnasio del club Harrisons, iba por mi auto y a dar un corto saludo a mi amigo y su familia, pero me ví tan rodeado de su confort y armonía, que quise estar aquí por un rato más.

Era una mejor opción que quedarme bajo el mismo techo con mi padre.

Me despido de su madre y su hermanita, en la habitación de la pequeña.

—Adiós Melissa —beso su mejilla—. Muchas gracias por las galletas de coco. Y tú, pequeña devoradora —señalo a Celeste—, espero que te mejores pronto porque quiero ver cuando patees el trasero de tu hermano.

La niña se ríe. Según ella, aplastó a su hermano en varios videojuegos, aunque Dante no lo quiera admitir.

— ¡Lo destrozaré! —vocifera alegre y alza los brazos como una campeona del boxeo.

— ¡Ya verán que no! —dice su hermano.

Mi amigo me despide en la puerta y quedamos en vernos en la universidad. Afortunadamente para él, mi auto se encuentra en buen estado.

Mientras conduzco, pienso en lo mucho que ha cambiado mi forma de ver a mi familia y todo a mi alrededor. Como cambiaron tantas cosas en solo dos meses. Mi vida dio un vuelco total. Tengo dos secretos que debo confesar y una carrera que terminar; sin embargo, también tengo una fuerte atracción hacia una mujer que va calando poco a poco en mí, desde que la ví por primera vez.

Entro a mi casa, exhausto, y mi cuerpo es tirado con fuerza por un hilo invisible que quiere arrastrarme a la cama. Me quedo en silencio esperando oír a mi padre en el salón donde estaba por última vez. No oigo nada. Perfecto.

Mi madre planeaba salir a caminar con mi abuelo y él aprovecharía para mandar unos documentos importantes sobre su negocio en Italia; supongo que lo habrás hecho, ya que no hay pistas de que se encuentren aquí.

Estoy a punto de subir las escaleras, cuando una mano se posa sobre mi brazo, me giro y recibo la expresión sería de Giulia al hacerlo.

—Ven a mi habitación —ordena.

— ¿Así que ahora te dignas a hablarme?

Rueda los ojos y me suelta.

—Debo hablar contigo. Es importante.

Bufo. Hoy no tengo tiempo de lidiar con ella.

—Pues yo quiero descansar un rato, ayer trabajé hasta tarde y dormí poco. Luego fui a entrenar, busqué mi auto y me quedé mucho tiempo en la casa de Dante, que aunque fue bueno, me dejó exhausto. Merezco unas horas de sueño, Giulia.

Chasquea la lengua con disgusto y se cruza de brazos.

—Primero: entrenar y trabajar siempre te dejan exhausto —comienza a enumerar—. Segundo: yo no tengo la culpa de que prestes tu auto al bruto de tu amigo. Y tercero: repito, es muy importante lo que debo contarte.

Me intriga que repita constantemente la palabra importante pero de todos modos, comienzo a subir las escaleras de dos en dos y la dejo atrás.

Ya en mi dormitorio, me lanzo a mi cama y abrazo mi almohada con una gran satisfacción.

— ¡Tienes que escucharme, imbécil!

Me incorporo del reconfortable colchón y me siento. Echo mis brazos hacia atrás y apoyo mi peso en ellos.

—A ver —digo con desgana—, ¿qué es tan importante que no puede esperar?

—Con esa estúpida actitud es mejor que cierre la boca. Te mereces que todo se vaya a la mierda —espeta y se da la vuelta con la intención de irse.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora