Capítulo 1

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GALA.

Ciertas ideas que en algún principio suelen ser las mejores, a veces resultan no serlo. Y este es mi caso.

Joaquín me tiene en su cama, mientras besa mi cuello y presiona sus caderas contra las mías. Sus manos recorren mis costados tan rápido como si no supiera que hacer o por dónde empezar. No puedo negar que siento cosas cuando me besa, o ahora que una de sus manos recorre la silueta de mi cintura, pero hay cosas que me incomodan.

El primer motivo y el más importante es su familia.

Cuando llegamos al departamento donde vive, esperaba encontrar a uno de sus padres; pero no estaba preparada para encontrar también a su abuela y un par de tíos y primos. Y usar la palabra "encontrar" es mucho decir, porque no pude verlos, solo oírlos. Joaquín me dijo que no mirara hacía ellos y lo siguiera hasta su habitación. Este motivo ya me da vergüenza por si mismo porque estoy aquí encerrada con él mientras su familia conversa a unos pocos metros.

Y el segundo motivo es que ya no estoy segura de seguir con esto. Al pensar en Joaquín en una cama conmigo, me imaginaba algo completamente distinto a lo que ahora está sucediendo.

Posa una mano sobre mi vientre y trata de colarla bajo mi camiseta. Lo dejo porque algo siento con su toque; si vine aquí es porque hace tiempo que entre los dos hay palabras y cierto histeriqueo. Si dejaba pasar esta oportunidad de al menos poder darle un beso, sabía que luego iba a lamentarlo.

Dirige sus labios a los míos y me besa. Permito que su lengua entre en mi boca pero es como si me hiciera un examen bucal, tocando mi paladar, y puede que cada uno de mis dientes. Es tan asqueroso que siento la necesidad de lavarme la boca ciento de veces.

¡Oh por Dios! Ahora me pregunto porqué me gusta y porqué me dejé llevar ante esto.

Sin demostrar mi prisa por apartarlo, coloco mis manos sobre su pecho y lo empujo hacía un costado. Al menos no es tan fuerte como para retenerme.

Ambos nos miramos. Deseo que perciba mis intenciones. Sin embargo, éste se quita la camiseta, la arroja al suelo sin importarle donde cae y comienza a desabrochar su cinturón.

¡Mierda, no!

Lo observo sin la más mínima intención de desvestirme y él lo nota. Finalmente.

— ¿A qué esperas? Quítate la ropa de una vez. No tengo todo el día.

¡Listo! Aquí mi confirmación de que es un maldito idiota.

Me levanto de la cama y sitúo frente a él, que ahora trata de quitarse el pantalón.

—No voy a quitarme la ropa —declaro.

Por suerte, detiene su accionar.

— ¿Como que no? —inquiere y niego con la cabeza—. Tú sabías para que te traje aquí. Quiero creer que no eres tan estúpida como para no haberte dado cuenta.

Tiene razón. Y sí, fui estúpida al aceptar venir.

—Lo sé, pero... —balbuceo.

De pronto, una risa burlona sale de sus labios. Aquello me confunde. Se vuelve a colocar los pantalones para luego acercarse a mí. Alza una mano y antes de que pueda reaccionar, acaricia mi mejilla.

— ¿Sabes qué? Ya me esperaba que actuaras así —menciona. Sus palabras logran que me sonroje y bajo la mirada. Joaquín suspira y prosigue—: Es una pena. Con esto sólo me demuestras que eres una niña y no la mujer que creí.

Esta vez frunzo el ceño y aparto su mano, sintiendo como mi enojo aumenta en niveles. ¿Quién diablos se cree que es? Él no es la definición y el ejemplo de ser un hombre tampoco. Tan solo es un enclenque de rostro atractivo con aires de "yo soy lo mejor que te pasó en la vida" o "tienes suerte de que te hable". Si no fuera por esta misma arrogancia y su familia medio adinerada, estoy segura que esa grandeza de la cual presume no existiría.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora