Capítulo 72

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LUCA.

Solo llevo unos minutos fuera de la habitación de las hermanas cuando escucho un grito y corro para ingresar de nuevo.

Dentro ubico a mi novia con la vista clavada en la pared. Diría que todo marcha bien y solo está pensando, sino fuera por Cuca que abraza a una Gabi desconsolada que llora a mares en la otra cama. Doy un vistazo a ambas mujeres y camino hacia Gala.

Tomo su rostro para que centre la atención en mí.

— ¿Gala? ¿Gala? —llamo , pero no responde—. ¡Mírame Gala!

Reacciona finalmente, aunque su mirada es tan lúgubre que me descoloca un poco.

— ¿Que sucedió?

Ella voltea a verme y con voz sombría, dice:

—Mi madre murió.

Sin indagar más en el asunto, me muevo de sitio y tomo lugar a su lado. La atraigo y estrecho entre mis brazos. Su expresión sigue siendo la misma y su cuerpo está tenso contra el mío.

Gabriela grita que quiere irse, que quiere ver a su madre y Cuca intenta mantenerla en la cama pero no puede. Ella se baja y arranca varios cables que están conectados al equipo médico del hospital. Suenan unas alarmas.

Una enfermera entra de pronto al cuarto e inspecciona lo que ocurre; entonces interfiere en el camino de Gabi para detenerla cuando nota su intención.

La hermana de Gala gime de dolor y sujeta su abdomen. Sin embargo, consigue evadir a la enfermera, quien vuelve a cortar su paso. Un médico y otro enfermero aparecen en la puerta y logran arrastrarla hacia la cama de nuevo. El doctor grita que le inyecten algo que no reconozco por el nombre.

Gala vuelve en sí y tiembla al ver como sujetan a su hermana entre dos personas mientras llora por su madre. La escena es desgarradora. La enfermera consigue insertar la jeringa en el brazo de Gabriela a pesar de todo el esfuerzo que la susodicha hace para evitarlo.

— ¡Lo lamento! —llora Cuca mientras sostiene la mano de quien considera su propia hija.

Mi cuñada se adormece lentamente hasta que queda inconsciente de una vez. Gala se aparta de mí y la observo extrañado pero ella mantiene los ojos en su familia.

—Tú no fallaste en nada, Cuca —habla por primera vez desde que volví a entrar—. Mamá estaba enferma mentalmente y esas pastillas que a diario tomaba nunca sirvieron de nada.

La señora niega con la cabeza, sin creer las palabras que escucha.

—Pero si le hubiese quitado el cuchillo, ella no habría...

— ¡No es tu culpa! —exclama mi novia—. ¡Ya deja de decirlo, por favor!

Estoy fuera de lugar aquí. Debo darles su espacio e intimidad para poder afrontar lo que están viviendo. Por eso, carraspeo y digo:

—Las dejaré a solas, ¿de acuerdo? —aviso y planto un beso en la frente de mi novia—. Ustedes necesitan hablar.

Ella asiente y muerde su labio inferior.

Al salir, cierro la puerta y en el pasillo me encuentro con mamá y el abuelo. No me sorprende que estén aquí en verdad porque han estado muy preocupados por Gala y por mí.

—Hola, ¿hace mucho que están aquí? —pregunto, tomando asiento entre ellos.

—Acabamos de llegar —contesta Enrico.

—Te ves pálido, hijo —dice mi madre con tono preocupado y aferra mi rostro entre sus manos—. ¿Te sientes mal? ¿Gala está bien?

—Yo estoy bien, no te preocupes —aseguro—. Con respecto a Gala, no. Y su hermana tampoco. Su madre murió.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora