Capítulo 42

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LUCA.

Mis últimos minutos de clases se fueron entre repaso de apuntes y pedir prestados algunos que no tenía a mis compañeros.

Al bajar las escaleras, mi asombro es grande cuando veo que Melanie entra por las puertas de la universidad. Un par de chicos la observan de arriba abajo. Y cómo no verla con su blusa roja con varios botones desabrochados que dejan su escote al descubierto, unos jeans azules que abrazan sus piernas y unos tacones de tiras plateadas. Su entrada es como un espectáculo.

Camino hasta una pared con un gran panel de corcho que rebasa en folletos de cualquier tipo. Ella me encuentra con la mirada y con paso firme, viene a mí.

Por la última vez que nos vimos creí que vendría a saludarme feliz y sin rastros de lo pasado entre ambos. Me resulta fácil, aunque parezca extraño, olvidar nuestros años sin la amistad fuerte que nos caracterizaba en la infancia. Creo que no era ella misma en ese período. La influencia de su madre y otros a su alrededor hicieron mucha mella.

—Tenemos un problema —anuncia conforme planta uno de sus tacones con fuerza en el suelo de baldosas.

— ¿De qué hablas? ¿Y qué haces aquí? ¿Sabes que esto no es una pasarela?

—Bueno, se supone que estudio aquí, ¿verdad? No es anormal que venga a la universidad para mis clases. Y por cierto, me visto así siempre. No tengo porqué avergonzarme de mi ropa —finaliza encogiéndose de hombros.

—Todo eso lo sé, pero es raro verte por aquí. Creí que odiabas la universidad.

Se cruza de brazos y hace una mueca de disgusto.

—Odio la mera idea de estudiar y estar encerrada en una habitación por varias horas —argumenta—. ¿Tener que escuchar a alguien que se cree superior por el simple hecho de saber algo más que yo? Es ridículo.

—No lo es —niego con cabeza—. Eso te servirá. ¿Acaso no quieres hacerte cargo del hospital de tu abuelo?

Duda por un momento y luce insegura.

—Quizás.

—Tendrás que esforzarte, Anie. Muchos darán el visto bueno a que tengas un título universitario —incentivo.

Suelta una risa ahogada y arruga la nariz.

—En el hospital ya no será posible —hace un ademán con la mano como si descartara esa opción—. Como sabrás, me he ganado una reputación que desacreditaría cualquier título que pueda obtener.

—Tú eres la heredera del patrimonio de tu abuelo y parte de lo que ha dejado tu padre. No tienes que rendir cuentas de tu vida personal ni demostrarle nada a nadie.

Hoy en día no puede, y en el futuro no podrá, hacer nada por lo que puedan decir o pensar sobre ella. Las personas son crueles cuando quieren serlo. Y a veces sin quererlo también pero eso no importa, el dolor que pueden producir en el otro es igual de inmenso. Será un infierno cuando intervenga en los negocios familiares.

Asiente con pesadumbre y el viento hace volar su cabello, tapando así su rostro. Sacude su cabeza para que no le siga estorbando.

—Tu padre habló con mi abuelo —dice de repente. Eso hace que mi atención vuelva a ella—. Lo convenció de que debemos pasar más tiempo juntos, que nos amamos y no podemos estar lejos el uno del otro —explica dejando en claro la ridiculez de sus palabras en su tono de voz— ¡Tu padre se está pasando, Luca!

— ¿Y qué quieres que haga? Yo no tengo influencia en él.

Nunca me prestaría atención. Me escucharía y así sin más, me mandaría a callar o amenazaría con echarme de casa. Sería un caso perdido.

En ese Maravilloso Instante © (SP#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora