1. ¿Sueño o realidad?

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Las olas del mar se escuchaban como el compás de una canción. Amaba ese sonido, y más cuando era de noche y casi no había gente en la playa. Amaba el modo en que la luna se reflejaba en el océano, con alguna que otra onda que hacía a la imagen desfigurarse.

Era invierno, mas no se sentía el gélido viento en la piel. Era la suerte de vivir en la costa. La nieve no me apetecía, tenía el miedo de que me quemase la piel en el momento en que la tocara.

Revisé mi reloj de mano, faltaban tres horas para las doce. Tres horas para Navidad. Esta Nochebuena la pasaría junto a mi mejor amiga, Jade, en casa de su familia. Era una suerte que mi padre estuviese tan ocupado con el alcohol que olvidó que tenía una hija de diez años.

Me levanté de la arena y sacudí mi vestido turquesa. Al estar apropiadamente limpia, decidí dirigirme a casa de Jade. Estaba a unas cuantas cuadras de la orilla del mar, por lo que no tardé mucho a pie. Toqué tres veces la puerta y la madre de Jade me recibió con una amplia sonrisa. Ojalá mi madre me recibiera así. «Ojalá tuviera una madre».

—¡Hola, pequeña! —me dio un abrazo y se hizo a un lado para que entrara—. Espero que te guste el chocolate caliente, porque eso beberemos.

—Sí, me encanta, aunque no tengo muchas oportunidades de beberlo con este clima.

Sonreí tímidamente. Este día era más frío que los demás, pero continuaba siendo caluroso.

Cuando la señora Abascal no pronunció otra palabra, decidí abrirme paso hasta el dormitorio de Jade, en el segundo piso. Lo conocía de memoria, muchas veces llegué corriendo a esta casa en busca de consuelo.

Sentí una pequeña punzada en el corazón al pensar en todas las veces en que mi padre me lastimó mental y emocionalmente. Por mera suerte, no me ha lastimado físicamente, aun.

Toqué la puerta dos veces, escuché un "pase" del otro lado y abrí el pedazo de madera que me impedía ver a mi mejor amiga.

—¡______!

Saltó de su cama y corrió a abrazarme, haciendo que su cabellera castaña me golpease en el rostro.

—¿Lista para pasar una gran Navidad? —dijo al separarse de mí.

—Eso creo —intenté sonreír, pero solo salió una mueca.

—¡Te compré un regalo, ven!

Tomó mi mano y salimos disparadas hacia el primer piso.

(...)

—Que tengas una feliz Navidad, ______.

La familia Abascal me dedicó una cálida sonrisa.

—Igualmente, gracias.

Asentí en señal de despedida y caminé a casa. El pequeño regalo que llevaba en manos era de la familia de Jade. Sus padres compraron un marco y Jade buscó la foto perfecta la cual colocar dentro de éste. No dejaría que mi padre rompiera esto, era lo más preciado que tenía.

Al llegar a casa, eran pasadas de las once cincuenta de la noche. Aun no era Navidad, pero debía llegar pronto, antes que el efecto del alcohol en mi padre se pasara.

Entré disimuladamente a casa, la peste era horrible. Debía de vivir con el olor del alcohol la mayoría del tiempo, y eso era un sufrimiento.

—¿Dónde estabas, mocosa?

Aquella voz áspera me sacó de mis pensamientos bruscamente. Mi padre yacía despierto y me miraba fijamente con aquellos ojos llenos de odio y sed de violencia.

—E-En casa d-de Jade —tartamudeé.

—¡No debes salir de casa!

Una botella se estrelló en la pared detrás de mí. Me sobresalté y di un pequeño brinco en mi lugar.

—Maldita niña...

Se levantó del sofá y dio zancadas hasta donde estaba yo de pie. Con un manotazo, tiró mi regalo y después, jaló mi cabellera hasta estampar mi cuerpo con la pared. Estaba paralizada del miedo. ¿Qué podía hacer?

—¿Te crees muy inteligente como para escapar? —escupió—. ¿Eh? —me dio una leve bofetada—. Te pregunté algo, ¡responde! —otra bofetada, pero más fuerte.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos y actúe sin pensar, con la adrenalina del momento. Mi pequeño puño se estrelló en su nariz, con la suficiente fuerza como para que se alejara de mí y concentrara su atención en su posible futuro moretón. Tomé el regalo de Jade y corrí hasta mi dormitorio. Coloqué la llave y en seguida el mueble más cercano. Corrí a esconderme debajo de las sábanas de mi cama, donde yacían varios mangas de mi serie favorita: «Naruto».

—Por favor, haz que se detenga.

Le susurré a los mangas, como si éstos pudieran hacer algo. Aunque sabía que no podía hacer nada, rogué y lloré durante mucho tiempo, inclusive cuando se hizo Navidad, inclusive cuando escuché los golpes comenzar y cesar en la puerta de mi dormitorio.

(...)

Mi cuerpo entero me dolía, es como hubiera sido golpeada varias veces. ¿Acaso mi padre entró en mi dormitorio y me golpeó hasta dejarme inconsciente?

Al abrir mis ojos, me encontraba rodeada por cuatro paredes blancas, y solo una con una ventana. Me senté en la desconocida cama y miré a mi alrededor. «No es mi casa, es...», pensé. Esto era totalmente distinto a mi dormitorio. Parecía más bien «... un hospital».

Lo único conocido en esta habitación era la foto que me regaló Jade. ¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es la pelea con mi padre y luego llorar hasta quedarme dormida.

Solté la foto que inconscientemente había tomado entre mis pequeñas manos. Me levanté de la cama y caminé hasta la ventana para seguido abrirla. Era un lugar tranquilo, cálido aunque estuviera lleno de nieve, pero algo me inquietaba. Lo conocía, mas no era mi hogar.

Observé en todas direcciones hasta encontrarme con algo que siempre deseé conocer, pero jamás imaginé que vería: las cabezas Hokage.

Abrí los ojos como platos y retrocedí hasta la cama. Mi cabeza daba vueltas. «¿Esto es un sueño, no?».

La puerta se abrió dejando ver a una enfermera.

—Oh, despertaste.

Me dedicó una cálida sonrisa, pero esta vez retrocedí hasta la ventana.

—¿Dónde estoy? —balbuceé.

—Tranquila, solo necesito que me ayudes a llenar un formulario y después contestaré tus dudas.

—¿Dónde estoy? —repetí, con voz más alta y clara.

La enfermera suspiró, rindiéndose.

—Te encuentras en la Aldea de la Hoja, bienvenida —me sonrió.

«¿Cómo llegué aquí? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy aquí?». Estas preguntas rondaron por mi cabeza, haciendo que ignore a la enfermera frente a mí. Un tornado de pensamientos se presentó en mi cabeza, hasta que, de repente, todo se calmó y solo un pensamiento apareció en mi mente:

«Estoy en Naruto».

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Espero que les haya gustado el primer capítulo de una nueva historia. Voten, comenten y compartan :)

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora