8. Primer día

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Iruka-sensei cierra la última puerta y comienza a dirigirse al patio principal.

—Y aquí, ______ —me indica—, es donde la mayoría de los chicos tienen sus recesos.

«¡Y al fin termina el recorrido de la escuela!». Ya acepté, ¿pero en serio era tan necesario que me dieran un recorrido el día antes de entrar?

En las últimas seis semanas, Naruto me ha convencido por completo de entrar. Lo decidí tres días después de que Kakashi me lo comentara, pero no quería que Naruto se enterara. Tuve que decirle que mi decisión no era segura, pero eso implicó que me hablara de las mil y un cosas positivas de la Academia.

(...)

Cuando llego a mi casa, lo primero que hago es quitarme mis zapatos y acostarme en mi cama. No logro descansar nada por el rugido de mi estómago, así que decido prepararme algo sencillo para comer. Cuando termino, vuelvo a la cama y por fin duermo.

(...)

Me despierto por unos golpes en la ventana. Me dan ganas de aventarle algo al ser que causa ese irritante sonido. Al abrir los ojos, me encuentro con una cabellera rubia con un fondo naranja. Al parecer, dormí hasta tarde y Naruto está en la ventana.

Me levanto para abrir y dejarlo entrar.

—¿No pudiste entrar por la puerta? —le pregunté irritada.

Él iba a decir algo en su defensa, pero como el ocurrente que es, deduzco que no pensó en eso. Suspiro cansada y me recuesto en la cama. Siento cómo se hunde de un lado.

—¿Estás nerviosa? —me pregunta.

Nah, solo emocionada.

«¡Qué va! Los nervios me comen viva».

—De cualquier manera —dice riendo nervioso—, estaré ahí por si me necesitas, ¡de veras!

Lo miro y se sonroja sin razón. Lo pateo para tirarlo de mi cama y funciona.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —se soba el brazo, donde lo golpeé.

—Porque sí —le contesto.

Toma mis sábanas y las agita, haciendo que pierda el equilibrio y caiga, ahora yo, de la cama.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —le reprocho.

—Porque sí —me responde.

Lo fulmino con la mirada y me lanzo sobre él. Mi objetivo era éste: hacer reír a Naruto con cosquillas. La risa de Naruto me transmite mucha calma, y eso es lo que necesito ahora que estoy muy nerviosa.

—¡Ya! —me suplica, sin aire.

Cuando dejo de hacerle cosquillas, sigo sobre él, con nuestras narices rozando. «¿Cómo llegué de otra dimensión donde esto era un anime, a estar en la propia historia y ser amiga de Naruto?».

Me separo de él rápidamente y lo veo sonrojarse como un tomate.

—Estás muy rojo —le digo.

Abre los ojos como platos y sale corriendo. Se tropieza a medio camino y termina con la cara aplastada contra el piso. El sonido que hace es tan de acuerdo a la incómoda situación que la ironía de esto me hace soltar una carcajada. Cuando me doy cuenta que Naruto me mira asombrado, me cubro la boca y me controlo.

—Es la primera vez que te escucho reír en los tres meses que llevamos de conocernos —me dice, muy sorprendido.

Lo reconozco. No río mucho, por la situación de mi vida; pero el privarme de tan satisfactoria sensación me hace sentir enferma. Creo que debo cambiar mi sentido del humor.

—Antes no tenía razón por la cual reír, ni siquiera sonreír —le confieso—; pero ahora que te conozco... creo que me sobran razones.

Mi confesión me da la fuerza para mostrarle una sonrisa, una pequeña. Él me mira atento y orgulloso, al igual que algo sonrojado.

Lo acompaño a la puerta.

—Nos vemos mañana en la Academia —le digo al despedirme.

—Sí, te estaré esperando, ¡de veras!

Se da la vuelta y me dispongo a cerrar la puerta, pero algo me detiene y siento algo húmedo y suave en mi mejilla. Después, veo a Naruto correr lejos de mi casa mientras grita un «adiós». Me besó al despedirse.

(...)

Estoy temblando cuando llego a la Academia. El primer día siempre es el más difícil, aunque ya hayas estado en la misma escuela durante toda tu vida; en mi caso, jamás he estudiado aquí.

Veo a los niños y niñas entrar acompañados de sus amigos. Reconozco a Shikamaru cuando entra acompañado de... «¡Chouji!».

Siento algo en mi pierna que me distrae y miro en esa dirección. Me encuentro con un perrito blanco que reconozco al instante: Akamaru. Éste se aleja y orina en el árbol en frente de mí.

—¡Akamaru, no!

Reconozco la voz al instante y me giro para encontrarme con un chico castaño y unas marcas de triángulos rojos en las mejillas.

—Te he dicho que en frente de las niñas, no —lo regaña y después me mira—. Hola, soy Kiba, ¿y tú?

—______ —le respondo.

—¿Eres nueva en el curso? —asiento.

—¡______! —el grito de Naruto hace que ambos volteemos.

—Pues suerte —me dice Kiba despidiéndose, antes de que llegue Naruto— y espero que seamos amigos.

Cuando él se aleja, Naruto llega corriendo hasta mí.

—Veo que ya conociste a Kiba —comenta—. ¿Qué te dijo? —suelta.

La ansiedad en su voz es palpable.

—Solo su nombre y que esperaba ser amigo mío —le contesto, extrañada por su forma de hablar.

—Ah, bueno —suspira aliviado, aunque no le encuentro razón a eso.

(...)

Cuando entramos al salón, lo primero que hace Naruto es dejarme sola por ir con sus amigos. Me quedo de pie en el medio y me siento expuesta.

—¡Muy bien, chicos. A sus lugares! —grita Iruka-sensei al entrar. Ve que me quedo de pie, sin saber a dónde ir, así que me presenta—. Bien, este año tendremos una nueva compañera. Su nombre es ______, trátenla bien.

Escucho murmullos y me encuentro con los expectantes ojos de Naruto. Me sonríe cuando lo miro y alejo mi mirada.

—Veamos dónde hay un asiento disponible —susurra Iruka-sensei para sí mismo—. Mira —me dice—, allá arriba te puedes sentar.

Sigo su señalamiento con la mirada y veo un asiento junto a la ventana. El chico que está sentado a un lado me mira fijamente y me sorprendo al ver de quién se trata: Sasuke Uchiha.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora