Me alejo de ella cuando sé que la he curado. Le pido que se quede donde está mientras me acerco a Sasuke. Me arrodillo a su lado y me quito el guante derecho. Con delicadeza, pongo mi mano derecha en su cuello, haciendo que la marca de maldición se reduzca. Lo que parecían ser tatuajes púrpura que cubrían mis manos por completo, desaparecen al curar a Sasuke. Para evitar lastimar a alguien más, me pongo los guantes nuevamente.
—¿Cómo lo hiciste? —me pregunta Sakura.
Abro la boca para contestarle, pero no articulo ninguna palabra gracias al asombro que me llevo cuando veo al Kyuubi saltando hacia el Shukaku. Esas dos bestias se alejan.
—¡¿Qué fue eso?! —pregunta Sakura muy alarmada.
Pero me tranquilizo cuando recuerdo que solo es una transformación. Subo a la copa del árbol para ver con más detalle la pelea. Sólo veo a las dos bestias sujetarse; después, el Zorro vuelve a ser Gamabunta cuando la transformación se termina. No logro ver mucho, pero después el Shukaku se deshace y Gamabunta desaparece. Bajo de la copa del árbol hacia mis amigos.
—Sakura, cuida de Sasuke —pido.
Sin esperar respuesta, salto entre los árboles en la dirección de la pelea. Cuando llego, veo dos cuerpos tirados: un pelirrojo y un rubio yacen en el suelo.
—¡Naruto, detente! —ruego cuando veo que se arrastra con sus últimas fuerzas.
—¡Estás bien, ______! —dice con una sonrisa.
Me arrodillo a su lado y quito mis guantes; pero esta vez, mis manos no están púrpuras.
—Maldición... —me quejo.
Pero después, de mis uñas se esparce el color púrpura que invade mi piel hasta los codos.
—¡Tus manos están...! —exclama Naruto.
—Chist... Te curaré y necesito concentración.
Pongo ambas manos en su espalda y ruego por tener el control exacto para curarlo. El púrpura de mis brazos se reduce hasta mis muñecas con cada minuto que pasa. Retiro mis manos y, cuando veo que Naruto está bien, me acerco a Gaara.
—Hola, Gaara —lo saludo y coloco mis manos en su pecho.
Hago lo mismo que hice con Naruto. En el rostro de Gaara se expresa algo que no logro entender.
—Perdón —susurra y separo mis manos (que solo están teñidas de los dedos) para prestarle atención—. Intentaste ayudarme y no te escuché...
—No tienes que disculparte si no quieres.
—¿Por qué todos se protegen unos a otros?
Coloco mis manos una vez más y deshago todo el color púrpura de mis extremidades. No sé qué sea, pero me ayuda a controlar el tiempo en el cuerpo de las personas. Después, contesto a su pregunta:
—Es amor, Gaara —me coloco los guantes—. Cuando sientes cariño por alguien, harías cualquier cosa por él.
Miro a Naruto y sonrío cuando recuerdo la primera locura que hice por él.
—De verdad te gusta —susurra con una débil voz.
—¿De quién hablas?
Pero no obtengo respuesta, ya que Temari y Kankuro llegan por Gaara y, sin dirigirme la palabra, se lo llevan. Por mi parte, me acerco a Naruto y tomo su mano entre las mías (que ya tienen los guantes).
—Estás bien —me dice con una sonrisa y se desmaya.
Siento que el cansancio cae de golpe en mí y luego, todo se vuelve negro.
(...)
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que se fueron los de la Arena y el Sonido, pero todo ese tiempo he estado inconsciente.
Me levanto de mi cama y, con algo de dolor en mi cuerpo, me dirijo al baño. Me lavo la cara y en eso escucho unos golpes en la puerta. Me dirijo hacia ésta y la abro, encontrándome con mi padre.
—Hola —me dice, pero no con el mismo tono de siempre.
—Hola. —Me hago a un lado para dejarlo pasar, pero no se mueve.
—No sé si lo sepas —comienza a decir—, pero ocurrió algo ayer, al final del ataque.
Siento una punzada en el pecho cuando sé de qué habla.
—¿El Hokage está...?
Pero no logro terminar la pregunta porque mi voz desaparece.
—Sí —me responde en voz baja—... Todos se están reuniendo para el funeral. Deberías ir.
Asiento, incapaz de hablar. Él se retira sin decir nada y cierro la puerta. Me doy un baño rápido y me pongo un vestido negro, cepillo mi cabello y me coloco la banda en el cuello. No tengo ganas de llamarme ninja.
Salgo con dirección a la plaza principal, donde toda la aldea está reunida. Me dan una flor cuando me acerco, «es para el Hokage». Camino hasta adelante de todos y me posiciono entre mis amigos, en silencio. Más tarde, llega Naruto a mi lado junto con Sakura. El funeral comienza con algunas palabras en su honor. Sé que todos recuerdan al Hokage en estos momentos y yo... No sé qué sentir o pensar.
Pasamos de uno en uno a dejar la rosa blanca que nos dieron al llegar. Cuando me toca a mí, veo que no sólo ha sido él quien murió en el ataque, sino muchos más ninjas. Sin embargo, la única foto que veo es la del Hokage.
«—Escucha, ______ —me dice el Hokage—. Debido a lo que sabes y que tienes el poder de saber más acerca de la historia, habrá personas que te querrán utilizar como fuente de información. Solo te digo que, si no estás conforme, no digas nada de lo que sabes y no les proporciones información. —Asiento—. Eres valiosa, y no lo digo por tu kekkei genkai, sino porque ya eres parte de la aldea, ______.
Me tranquilizo al escuchar sus palabras y no puedo evitar acercarme a abrazarlo. «Gracias, lord Hokage», pienso.»
«Muchos murieron y yo dudé en ayudar».
Me alejo a mi lugar y siento la mano de alguien posarse en mi hombro. Es Naruto, quien no tarda en secar unas lágrimas que escaparon de mis ojos. A mi lado llega Sakura, abrazando al peliverde de Issei.
—Murió como un héroe —lo consuela—, protegiéndonos.
—Era mi padre, Sakura —le dice entrecortadamente.
Mi respiración se corta y busco entre las fotos hasta encontrarlo: un hombre de cabello oscuro, pero con los mismos ojos que Issei. «Perdió a su padre».
Unos sollozos se escuchan del otro lado y veo en su dirección: es Konohamaru, quien llora desconsoladamente.
«Todos lloran por alguien... Alguien a quien pude salvar».
Las lágrimas inundan mis ojos al pensar que, en realidad, yo soy la culpable de todo. Pude detenerlo y no lo hice. Pude evitar que todos perdieran a alguien valioso y no lo hice.
Sin poder contenerme más, salgo corriendo entre las personas sin dirección alguna.
ESTÁS LEYENDO
Una Llama Congelada
FanfictionUn tonto. Un amargado. Un impuntual. Tres varones que eran mis personajes favoritos de una historieta. Los tres lograban que mis días tuvieran una pizca de felicidad. Pero, sin saber por qué, mis días no sólo se volvieron plenos de felicidad, sino q...