56. Alcohol

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«En serio debí haber traído ropa», me digo cuando camino por el pueblo. Mi ropa está sucia y no puedo lavarla porque tardaría en secarse; por lo que he decidido salir a comprar ropa para mí y para Moitse, que está en la misma situación que yo.

¿Por qué él no me acompaña? Porque el muy idiota se desmayó junto con Naruto por entrenar tantas veces con el rasengan. Soy la única de los tres que lo ha logrado y todo eso gracias a mi kekkei genkai. Si fuera alguien normal, no lo hubiera logrado tan fácilmente.

Me detengo en una tienda y compro ropa sencilla para los dos: una blusa blanca y pantalón negro para mí, y una playera verde y pantalón gris para Moitse. Pago lo debido con el dinero de Naruto (que le pagaré después) y vuelvo al hotel. Cuando llego, me doy cuenta que mis dos amigos siguen inconscientes y que mi maestro no ha vuelto desde anoche. No le doy importancia y me meto a la ducha.

(...)

Al salir, me coloco la ropa que compré, mi banda, mis guantes y mis botas, y escribo una nota a mis amigos de que iré a caminar por el pueblo. Salgo de la habitación y también del hotel. Camino sin ninguna dirección entre las concurridas calles del pequeño pueblo, deteniéndome para ver uno que otro puesto. Entonces, escucho un gran estruendo algo lejos de mí. Me giro en busca de lo que ha sonado y veo un alboroto cerca de la montaña.

—¡Ahí debería estar el castillo! —exclama un pueblerino.

En ese momento me doy cuenta de la situación: Orochimaru y Kabuto han tomado por la fuerza a Tsunade.

Subo a un árbol cercano hasta llegar a la copa y después miro en todas direcciones en busca del sitio a donde quiero llegar. Entonces, veo el campo abierto con pequeñas colinas a lo lejos. Si recordara a dónde quiero viajar, no tendría que subir al árbol; pero esta no es la ocasión y ya he olvidado el lugar de la pelea de los tres sannin.

Me concentro en la escena y cierro los ojos. Cuando los abro, estoy cayendo de espalda y es demasiado tarde para girarme: choco contra el duro césped y me sofoco. Intento soltar un gemido de dolor, pero ni siquiera tengo aire para eso. Luego, escucho algo romperse. Pero no son mis huesos, es el suelo al cual Tsunade le proporcionó un golpe logrando que se partiera en mil pedazos por su extraordinaria fuerza. Me siento en mi lugar, aún intentado recuperar el aire que me fue arrebatado por no pensar las cosas con claridad.

—¡Esta es mi única oportunidad de detenerte, Orochimaru! —le grita la rubia—. ¡Y no la desperdiciaré!

Orochimaru se cubre detrás de Kabuto, quien intenta mantener una pelea con la sannin. Él saca un kunai y se intenta defender torpemente de ella; pero entonces, ella se acerca demasiado a él y se descuida, permitiendo que Kabuto le haga un corte en su mano. Él retrocede por la cercanía de su enemiga y ella se paraliza al ver la sangre. Cae de rodillas y me recuerdo: «lady Tsunade le tiene miedo a la sangre. No se moverá». Kabuto, al darse cuenta de esto, se acerca peligrosamente con el kunai en mano.

—Terminaré con esto de una vez por todas —le dice—. Pero antes, dime, ¿qué te ofrecieron los de la Hoja?

Tsunade no deja de mirar su mano, paralizada por la sangre. Recupero mi aliento y, cuando estoy a punto de atacarlo, él pronuncia unas palabras que me dejan sin aliento y con náuseas:

—Una alcohólica como tú que no deja de beber, ¿cómo podría ser su Hokage?

Al escuchar la palabra relacionada con la bebida, recuerdo todos los malos momentos que pasé junto al hombre que me crio. Aquel hombre que bebía hasta perder la cordura e insultarme de maneras horribles.

—¡Miren a quién tenemos aquí! —exclama Orochimaru y noto que se dirige a mí.

Sin decir nada más, él me ataca y logro detener el tiempo los segundos necesarios para teletransportarme detrás de él y a salvo.

—¡Lady Tsunade, reaccione! —le ruego cuando caigo de rodillas.

—Una Hokage alcohólica —continúa Kabuto—. ¿Tu oficina estará llena de bebidas? ¿Cómo protegerás a la aldea estando ebria?

«—¿Dónde estabas, mocosa?

Aquella voz áspera me sacó de mis pensamientos bruscamente. Mi padre yacía despierto y me miraba fijamente con aquellos ojos llenos de odio y sed de violencia.

—E-en casa d-de Jade —tartamudeé.

—¡No debes salir de casa!

Una botella se estrelló en la pared detrás de mí. Me sobresalté y di un pequeño brinco en mi lugar.

—Maldita niña...

Se levantó del sofá y dio zancadas hasta donde estaba yo de pie. Con un manotazo, tiró mi regalo y después jaló mi cabellera hasta estampar mi cuerpo con la pared. Estaba paralizada del miedo. ¿Qué podía hacer?».

El recuerdo de mi alcohólico tutor llega para atormentar mi mente y mi corazón. Miro al suelo con lágrimas en los ojos gracias al sentimiento de miedo que me proporcionó el recuerdo. El hombre lleno de ira en sus ojos y fuerza en sus golpes jamás desaparecerá de mi memoria. Llevo una cicatriz en el corazón por su culpa. Fue la causa de mis sollozos nocturnos y mis ojos cansados en las mañanas.

—Serás una deshonra para todos —le sentencia Kabuto a la vez que extiende velozmente su kunai hacia el corazón de Tsunade.

Detengo el tiempo y dejo caer una lágrima. Me levanto de mi lugar y observo detenidamente la escena que tengo delante: el kunai está a sólo centímetros de su objetivo. Camino tambaleándome, aún aturdida por el horrible recuerdo, hacia la escena. A cada metro, mis pasos se vuelven más firmes. A cada paso, la valentía regresa a mí. Y con la valentía, desaparece el miedo.

Me posiciono delante de lady Tsunade y el tiempo vuelve a la normalidad. Sin pensarlo, detengo el kunai con mi mano, haciendo que me atraviese de lado a lado. Miro mi herida, pero no siento dolor. Después, miro con odio a Kabuto y le digo:

—No tocarás a mi Hokage.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora