Mis mejillas ardieron, no de nervios o vergüenza, sino de enojo e ira. Después de lo ocurrido hace unas horas (la confusión de Naruto hacia mí por mi cabello) quería proporcionarle un fuerte golpe en la cara. Un fuerte y muy merecido golpe.
Pero no lo hice. Algo que aprendí de mi padre era sobre cómo lastimar a alguien de la manera más cruel: ignorar. Y así lo hice. Caminé por su lado, fingiendo no haber notado su presencia.
—Buenas tardes, ¿podría darme un ramen normal, por favor? —pedí amablemente, después de sentarme dos asientos a la derecha de Naruto.
—En seguida, pequeña. —Teuchi me sonrió.
Sentí la furiosa mirada de Naruto sobre mí. Esto me divertía a niveles que no podría explicar; sin embargo, cuando llegó el ramen a mi lugar, recordé mi objetivo: pasar desapercibida. No quería cambiar la historia, aunque ya conocí a dos de las personas más importantes y he dejado marca en ellos... («En Sasuke, literalmente», pensé).
Comí el ramen casi sin ganas. El pensar lo que podría suceder con mi presencia aquí me hace tener náuseas. Sinceramente, solo he causado malas impresiones a los pobladores, he sido demasiado descuidada con eso de ser discreta...
Justo cuando terminé el delicioso ramen, me prometí a mí misma el no cambiar la historia. Ya estaba todo escrito y yo no lo arruinaría.
—Gracias, señor —dije en un tono seco, sin darme cuenta.
Salí sin más del lugar, claro, después de haber pagado la comida. Sentí la presencia de Naruto detrás de mí. Aunque fuesen alrededor de las 4 o 5 de la tarde, no tenía ganas de nada más que dormir.
—¡Oye, tú! ¡Ya basta!
Una voz muy conocida para mí me habló al mismo tiempo que una mano me tomaba del brazo para girarme. Vi los labios del rubio moverse, pero mis ojos se clavaron en los suyos. Unos ojos azul cielo intenso que llevaban impregnado en ellos un brillo especial que te decía, con solo verlo, cuánto quería cumplir sus sueños.
—¡¿Eh?! —me empujó levemente hacia atrás, sacándome de mis pensamientos.
—¿Q-Qué? —susurré, aún aturdida por el azul de sus ojos.
—¿Por qué te robaste a mi audiencia, niñita?
Se señaló con el pulgar y de un segundo a otro, una pequeña roca fue a parar en su mano, lastimándola. Miré en la dirección de donde provino la roca y unos cuantos chicos, tal vez de uno o dos años más grandes que nosotros, se acercaron.
—¿Qué le haces a la chica? —preguntó uno de ellos, el más alto y posiblemente el líder del grupo.
—¿Ah? ¿Yo? Nada. —Naruto sonrió nervioso y levantó sus manos como rindiéndose.
—¡Niño tonto! —Otro lo empujó.
—¿No tuviste suficiente con lo de esta mañana?
«¿Esta mañana?», me pregunté. Mi vista se posó en su chaqueta y pude percatarme de un rasguño que llegaba hasta la piel.
Se fueron interponiendo entre él y yo, "protegiéndome". Escuchaba insultos de un lado y otro, pero mi mirada no dejó de posarse en el rostro asustado de Naruto.
—Tus marcas son como los bigotes de una rata —dijo uno.
—Una rata sucia y asquerosa —continuó otro.
—Que nadie quiere cerca —dijo un tercero, empujando a Naruto, causando que éste cayera sentado.
Mi corazón latía rápido y un nudo en mi garganta estaba apareciendo. Sus insultos no solo lo lastimaban a él, también a mí. ¿Cómo podía permitir que lastimaran a quien me hizo sonreír tantas veces sin saberlo? ¿Acaso yo no era lo suficientemente valiente para protegerlo? ¿Acaso era débil e inútil? ¿Acaso no lo quería lo suficiente?
—Una rata como tú —finalizó el que comenzó.
Mis manos estaban echas puño sin darme cuenta. Aquel último comentario había colmado el vaso de mi paciencia y miedo. No dejaría que lastimaran a alguien querido para mí por culpa de mi debilidad. Jamás.
Aproveché mi enojo y dejé que mi puño se estrellara en el rostro del primer chico que acudió en mi "ayuda", quien también iba a patear el rostro de Naruto. El chico cayó al suelo y tocó su mejilla inmediatamente. Todo se volvió silencio durante varios segundos hasta que mi voz cargada de valentía habló:
—¡Si te atreves a golpearlo o insultarlo una vez más en mi presencia, juro que te romperé todos y cada uno de tus dientes!
Lo miré fijamente y pude percibir el temor que creé en aquel chico. Éste se levantó y miró a sus amigos, a Naruto, y finalmente a mí.
—Vámonos, chicos —dijo a sus amigos y todo el grupo se fue.
Solté el aire que inconscientemente contenía. Se sentía bien proteger a los indefensos. Tal vez, sentía esta alegría en mi pecho al ayudar a los débiles gracias a mi pasado con mi padre. Nadie me ayudó a defenderme, pero ¿por qué yo no ayudaría a otros a defenderse?
Me giré y vi a Naruto sorprendido. Sus ojos azules estaban muy abiertos y por un momento pensé que se saldrían de sus órbitas.
—¿Estás bien? —le pregunté al cabo de unos segundos de mirarnos.
—Tú... los ahuyentaste —sentí mis mejillas arder y bajé mi cabeza—..., a pesar de todo lo que te dije.
Extendí mi mano para ayudarle a levantarse y él la tomó sin dudar. El tacto de su mano con la mía era cálido y reconfortante. Era suave y delicado. Era como si de una flor se tratase nuestro tacto.
«¡¿Qué rayos estoy pensando?!».
Solté su mano justo cuando mantuvo el equilibrio de pie. Sacudió el polvo de sus ropas y volvió a mirarme. Esta vez, su mirada no era para desafiarme, sino para inspirarme confianza. Sabía que él era un buen chico, con buen corazón; sin embargo, no podía dejar que sentimientos como la amistad crecieran entre nosotros. Ni eso, ni mucho más.
—Gracias —me dijo al fin—. Pensé que me odiarías por mi comportamiento.
No dije nada. No quería dejar marca en su memoria, menos en su corazón.
—Me llamo Naruto Uzumaki —se señaló a sí mismo con el pulgar, a la vez que hablaba con gran entusiasmo—, ¡y seré el próximo Hokage!
Me le quedé viendo. Sabía que él tenía muy en claro sus metas, pero yo no tenía las mías.
—Deberíamos ser amigos, ¡de veras!
Su típica frase me hizo recordar mi promesa de minutos antes: no cambiar la historia, ya estaba todo escrito y yo no lo arruinaría. Y lo siguiente que dije, era la verdad, pero estaba segura de que lo lastimaría.
—Aunque quisiera que fuéramos amigos —dije—, no podríamos.
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Una Llama Congelada
FanfictionUn tonto. Un amargado. Un impuntual. Tres varones que eran mis personajes favoritos de una historieta. Los tres lograban que mis días tuvieran una pizca de felicidad. Pero, sin saber por qué, mis días no sólo se volvieron plenos de felicidad, sino q...