72. Naturaleza de chakra

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«—Dime —susurra—, ¿qué sientes —abro los ojos y me encuentro con su intensa mirada— por mí?

Siento sus labios rozar los míos e ignoro todo. Olvido todo lo que ha pasado últimamente y lo que podrá suceder. Entonces, respondo:

—Te necesito.

Él no duda y me besa. El beso está cargado de electricidad y deseo. Ambos lo hemos estado esperando desde el regreso de nuestra primera gran misión. Y vaya, que hemos sido pacientes.

Toma mi nuca y me acerca aún más a él, queriendo más si es posible. Por mi parte, con una mano tomo su mejilla y con la otra, juego con su cabello. Nuestros inexpertos labios se mueven lenta, pero apasionadamente. Es como si no tuvieran la necesidad de la práctica. Cuando nos separamos y abro los ojos, veo una sonrisa sincera en su rostro.

—Sé mía —me pide.

Me separo un poco de él, solo para ver su rostro.

—¿Qué? —pregunto, incrédula.

—Sé mi novia, ¿sí?

—Sí.»

—¿Entonces, qué opinas?

La voz de mi padre me saca de mis pensamientos. Lo observo con la mirada asustada, pensando que se dio cuenta que estaba absorta otra vez en mis pensamientos. Escucho unos aplausos del otro lado del local de las carnes asadas: es un cumpleaños.

—Sobre mudarte conmigo y que Takeshi también lo haga cuando lo dejen salir —me aclara.

Vuelvo mirada hacia mi plato vacío y me doy cuenta que sólo he comido muy poco.

—Sí, me parece bien la idea —respondo.

—Cuando me digas, te ayudaré a llevar tu equipaje a mi casa.

—Sí..., gracias.

Mi tono es desanimado, pero todo es gracias a los constantes recuerdos de mi relación con Sasuke; en especial, su despedida.

Escucho a mi padre suspirar con pesadez y lo miro, con cara de confusión.

—Sé que sigues pensando en él. —Entiendo inmediatamente a lo que se refiere—. Como padre, te digo que alejes tus pensamientos de él un tiempo. Solo te estás lastimando y no ganas nada con estar triste. —Recorre la mesa y me toma de la mano—. Pero como sensei —capta aún más mi atención—, te digo que intentes volverte más fuerte para que algún día puedas ir por él.

Bajo la mirada y observo mi plato, como si fuera la cosa más interesante del mundo. «¿Cómo puedo volverme más fuerte, si a la vez me volveré más peligrosa?». Y es verdad: cuanta más fuerza tenga, más probabilidades tendré de que Bugendai me llame y peleemos; de eso, solo hay dos posibilidades: ganar y obtener sus poderes, o morir. Si muero, no podré ir por Sasuke. «Estoy atascada».

—Se nota que lo extrañas —balbucea mi padre y se apoya contra su asiento. Vuelvo a mirarlo—. Me cuesta aceptarlo porque eres mi hija y tengo celos de cualquier chico que se acerque a ti; pero es la verdad: lo extrañas.

—No sabes cuánto —digo moviendo los labios, pero sin emitir sonido. No quisiera que él me escuchara decir eso.

—Tengo entendido que no terminaron mal su relación —me dice y me mira esperando que confirme su suposición. Asiento—. ¿Quisieras tener algo que te recuerde a Sasuke?

Entreabro los labios con obvia sorpresa. Después, cierro la boca y miro por la ventana.

—¿A qué cosa te refieres? —le pregunto sin verlo.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora