24. El camino del odio

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Abro mis ojos lentamente. Estoy malherida y mi cuerpo me duele. No sé dónde estoy, pero lo que sí sé es que debo volver.

Me levanto a duras penas y comienzo a caminar. Conforme avanzo, me siento un poco mejor. Cuando me ubico, escucho un grito desgarrador. Sé que no debería acercarme, pero el lugar que origina el grito está bastante cerca. Guardo silencio y me acerco sigilosamente. Me encuentro con varios ninjas de la Hierba en frente de mí. Al otro lado, están Gaara y sus hermanos. «¡Maldición! Mal lugar para haber caído», me digo mentalmente. Hablan unos segundos y los de la Hierba los atacan, pero Gaara los encierra en arena fácilmente y consiguen el pergamino que les falta.

—Ya vámonos, Gaara —dice Temari.

—No —responde Gaara—... Deben morir.

Estoy atónita. Debo huir.

—Ataúd de arena —sentencia la muerte de los ninjas de la Hierba.

Veo sus cuerpos caer y sangre en ellos. Me paralizo y dejo de escuchar.

«Sal de aquí, ¡sal de aquí!», me ordena mi mente. Intento retroceder, pero tropiezo con una roca y caigo. Mi mano se corta con una piedra al querer levantarme desesperadamente. Vuelvo a tropezar y caigo de rodillas. Cuando mi instinto me gana, gateo por el suelo del bosque; sin embargo, algo me detiene. Mi corazón va a mil cuando veo lo que me sujeta de mi pie: arena. Siento un tirón y luego soy arrastrada. La arena me levanta en el aire, sujetándome del pie. Quedo suspendida boca abajo, con el equipo de Gaara en frente de mí.

—¡Pero si es... la chica de la Hoja! —exclama Temari.

Los observo a todos, con temor. Juro que jamás he sentido este tipo de miedo.

—¡Gaara, déjala antes de que se salga de control! —le ordena Kankuro.

Gaara lo observa, sin dejarme caer.

—Tú no me ordenas —dice fríamente.

Otro poco de arena golpea a Kankuro haciendo que éste caiga al suelo.

—¡Kankuro! —Temari corre hasta él.

—Estoy bien.

Respiro agitadamente. Esto no debía suceder. Estoy haciendo las cosas mal. Prefiero la historia original.

La mirada de Gaara se encuentra con la mía. Siento que mi corazón se detiene.

—Me divertiré un rato —dice el pelirrojo.

Contengo la respiración mientras caigo. Cuando alzo mi cabeza, veo el bosque. Seguramente, Gaara está detrás de mí, pero no me importa en este instante. Intento levantarme y correr hacia los árboles, pero siento que algo rodea mi cintura y me alza. Es arena, la siento. Me envuelve el cuerpo entero, solo deja mi cabeza al descubierto. Miro a Gaara, después a Kankuro y Temari.

—¡Gaara, ya vámonos! —dice Kankuro—. ¡No tiene caso!

—¡Gaara, por favor! —suplica Temari—. ¡Ya tenemos lo que queríamos! ¡No olvides nuestro objetivo!

La arena cada vez me aprieta más, y cada vez me cuesta más respirar. Mi boca tiembla por el miedo. Estoy mirando a Gaara con miedo. Le tengo miedo a Gaara.

«Miedo».

Todos miraban a Gaara con miedo en su aldea cuando era niño. Miedo y odio. Eso es lo que lo hizo como es. Nadie le dio cariño. Nadie se preocupó por cómo se sentía. Él estaba solo. A nadie le importaba.

Cierro mis ojos con fuerza y, cuando los vuelvo a abrir, ya no siento miedo.

—¡No quieres hacerlo! —le grito a Gaara—. Sé que no. Piensas que sí. Piensas que el camino del odio es la solución...

Temari y Kankuro me miran atónitos por lo que le digo a Gaara. Pero no me detengo.

—..., pero no es así —continúo—. ¡La única forma de curar el dolor es con el amor!

Siento un nudo en la garganta.

—Yo también tengo un dolor —le digo y bajo la mirada—. Crecí sin madre y con un padre que me odiaba. Estuve sola por años y la única persona que me quería realmente no me conocía.

Recuerdo a Jade. Era mi mejor amiga, pero sé que solo lo hacía por compasión. Ella tenía un buen corazón.

—Luego llegué a la Hoja —le digo—. Conocí a personas que me dieron amor...

Siento que la arena se endurece más.

—..., me dieron una razón para cambiar y olvidar el dolor. ¡Me dieron su amistad!

Todo cambió desde que llegué a esta dimensión. Tengo amigos de verdad, alguien a quien hacer sentir orgulloso de mí. ¿Cómo llegué aquí? No lo sé, pero no me arrepiento y jamás lo haré. Jamás retiraré mis sentimientos hacia este lugar.

«¡Sasuke, Naruto!», recuerdo. Miro hacia todos los lados, buscando una forma de salir; pero la arena me aprieta cada vez más.

—Tú historia no me hace sentir nada —me dice.

«¿Acaso... aquí termina todo?».

La presión de la arena llega al punto de dejarme sin aliento. Cierro los ojos con fuerza, deseando salir de aquí.

—Ataúd de arena —sentencia.

«¿Morí?».

Vuelvo a abrir los ojos. Temari me mira asombrada y siento el corto césped en mis manos. «¿Estoy bien?». Miro a mi alrededor, estoy fuera del ataúd. ¿Cómo salí? No tengo ni la menor idea, pero eso no me preocupa. Mis manos están temblando al igual que todo mi ser.

—Lo... hizo —dice Temari.

—Vámonos, Gaara —ordena Kankuro—. Ya tenemos el pergamino y ya te divertiste.

Ambos hermanos se miran y Kankuro le susurra algo. Después, Gaara me mira.

—Cuando te vuelva a ver —me dice—, terminaré con esto.

Los tres ninjas saltan a los árboles y desaparecen. Mis manos no dejan de temblar. Las lágrimas por fin salen de mis ojos y caen por mis mejillas silenciosamente. «¿Acaso esto es estar a punto de morir? ¿Es ésta la sensación?».

No puedo moverme, no quiero moverme. Pero... hay algo que me da la fuerza para seguir: mis amigos.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora