17. Lazos

3.1K 453 89
                                        

Las olas de este lugar me recuerdan al mundo en el que vivía antes. Desde el comentario de Sasuke, mi felicidad se ocultó muy adentro mío y no quiere salir.

Estoy sentada en la orilla del mar, viendo y escuchando las olas. Por suerte, no hay nadie aquí que pueda ver mi tristeza. No hay nadie que pueda ver cómo derramo mis lágrimas.

Me duele pensar que Sasuke tiene razón. No nací en este mundo, no crecí en este mundo. Así que, ¿por qué razón estoy aquí? ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué me suceden cosas extrañas desde hace tiempo? ¿Por qué hay veces en que las personas me miran y ven a alguien que no soy yo?

—Hola —escucho la voz de Kakashi—, ¿puedo sentarme?

Seco lo poco que queda de mis lágrimas y asiento. Él se coloca a mi lado y agradezco que no diga nada durante un buen rato. Pero llega un momento en que yo tengo la impulsión de hablar.

—¿Podría hablar con usted? —le pregunto.

—Sí, claro.

—¿Alguna vez sintió que no pertenecía a un lugar?

Él me mira, al parecer no esperaba que abriera tan rápido mis sentimientos, pero si no lo hago, sentiré la misma punzada.

—Si lo dices por lo de Sasuke, deberás saber qué él está celoso y te ha dañado de una manera que también lo lastima: él también tiene un mal pasado, pero es otra historia.

—Lo sé, conozco lo que le pasó a su clan —le confirmo—. Pero no lo digo por eso solamente, sino que desde antes de llegar a la Aldea de la Hoja, no me sentía cómoda en el lugar en el que vivía. Es como si no estuviera hecha para vivir ahí. Y cuando llegué a la aldea... me sentí en mi hogar. Sentía que debía estar ahí, pero a la vez no.

Guardo silencio durante unos segundos.

—No hay nadie quien me quiera ver al regresar. Nadie está orgulloso de mí. ¿Y por qué lo estarían, si ni yo misma tengo un futuro claro?

He comenzado a llorar.

—Todos estarían orgullosos de ti —me dice—, puede que no directamente, pero lo estarían. Gracias a tus misiones, forjas un ninja en tu interior. Ese ninja, en un futuro, ayudará a la aldea de muchas maneras. Solo es cuestión de tiempo —me mira sonriente, aunque no lo noto mucho por su máscara— para que alguien te diga lo orgulloso que está de ti.

Cuando deja de mirarme, él observa las olas y noto una especie de nostalgia en su mirada.

—Si hay un lugar donde piensen en ti —continúa—, ese lugar es tu hogar. No creas que estás sola en este mundo, ______. Así como Naruto o Sasuke, tienes un mal pasado; pero ahora es diferente, el presente es diferente. Tienes varios amigos y personas que te estiman. No dejes que nadie te diga lo contrario —finaliza con una mirada llena de confianza.

Por un instante, siento una especie de comodidad y lazo con Kakashi. Por un instante, siento que realmente debería de estar aquí.

(...)

Ya pasaron seis días de entrenamiento para el control de chakra. Todos hemos mejorado, llegué a la punta con la misma táctica que usé la primera vez. Ya no utilizo la misma cantidad de chakra para simples cosas como antes.

—Bien, volvamos a la casa —ordena nuestro sensei.

Todos dejamos una última marca y lo seguimos con dirección a la casa. Al llegar, la cena está lista, por lo que los tres corremos a sentarnos. Cenamos entre pláticas y alguna que otra risa. Al parecer, esta noche no será tan desastrosa como la anterior, donde se contó sobre el héroe del pueblo y cómo murió a manos de Gato.

—¡¿Por qué lo haces, Naruto?! —grita Inari, el nieto de Tazuna, levantándose se su asiento.

Al parecer, he pensado demasiado pronto.

—¿Por qué entrenas tanto si al final no lograrás nada? —dice y comienza a llorar—. ¡Los héroes no existen!

—¡Habla por ti! —Naruto se levanta de su asiento—. Sentado allí y llorando... No lograrás nada, debilucho.

Inari sale del comedor y corre escaleras arriba.

—Bien hecho, cabeza hueca —lo insulta Sasuke.

Miro mal a mi compañero Uchiha y después observo cómo Naruto sube a su dormitorio.

Nadie dice nada más y todos terminan de cenar en silencio. Sé que Kakashi irá a hablar con Inari en el pequeño muelle que tienen en casa, así que me dispongo a ir con Naruto. Toco levemente la puerta y mis sentimientos se desatan al verlo con el cabello alborotado. Me recuerdo que no he estado a solas con Naruto en mucho tiempo.

—Hola, Naruto. ¿Puedo pasar?

Él no contesta y solo entra en su dormitorio, dejando la puerta abierta como un indicio de que me deja entrar.

—Si vienes a hablarme de lo que hice hace unos minutos: no, gracias —dice colocándose en el marco de la ventana.

Por un segundo recuerdo a Sasuke, pero lo aparto de mi mente. Mientras Naruto observa el mar, me coloco a su lado para hacer lo mismo. La luna se refleja de una hermosa manera en el océano. Me recuerda a la última noche que estuve en mi mundo. La última noche que vi a mi mejor amiga.

La nostalgia me inunda y bajo mi mirada para evitar encontrarme con tan familiar escenario. Cuando lo hago, veo que Naruto juega con algo entre sus dedos.

—¿Qué es eso? —le pregunto.

Naruto mira en la dirección que señalo y ve que he descubierto el objeto. Lo esconde y sus mejillas se tornan rojas.

—Nada, nada —responde nervioso.

Siento que volvemos a la normalidad de antes, así que decido presionarlo de una manera que solo funciona entre nosotros.

Lo empujo a la cama y comienzo a hacerle cosquillas mientras se retuerce debajo de mí.

—¡Ya dime lo que es! —insisto y río por las caras que hace.

Deja al descubierto el objeto y no dudo en quitárselo. Él, tarda poco en darse cuenta que ya no lo tiene. Me coloco lejos de él, en el marco de la ventana. Observo que es un collar con un copo de nieve como dije. Detrás del copo, viene escrito: «Para siempre, de veras».

—¡No, ______! —me grita Naruto, corriendo hacia mí.

Alzo el objeto para que no lo alcance, pero gracias a esto, Naruto se distrae y choca contra mí, acorralándome entre la ventana y él. Nuestras mejillas se tiñen de un color carmesí y sus ojos azules se ven más intensos que nunca.

—Era un regalo para ti —dice Naruto a solo centímetros de mi rostro.

Se acerca lenta y peligrosamente. Mi corazón late demasiado rápido como para contar los latidos. Cuando está a menos de cinco centímetros, susurra:

—Me gustas.

Y después, planta nuestro primer beso en aquel diminuto cuarto con vista al océano.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora