57. No subestimes a tu enemigo

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Sin pensarlo dos veces, estrello con fuerza mi puño en el rostro de Kabuto, haciendo que caiga hacia atrás. El kunai sigue clavado en mi mano cuando oigo que alguien llega gritando mi nombre:

—¡______!

No sólo por el tono ni el sonido de la voz que llama, sino también por la costumbre que tiene aquella persona de hablarme gritando mi nombre, me doy cuenta de quién se trata:

—¿Estás bien? —me pregunta mi querido rubio.

Cuando veo que Jiraiya y Shizune lo acompañan, me siento protegida y el dolor en mi mano aparece. Kabuto se pone de pie y nos mira con detenimiento a todos.

—Shizune, encárgate de Kabuto —ordena el viejo—; yo me encargaré de Orochimaru.

Dicho esto, se aleja de nosotros y comienza una batalla de taijutsu con el sannin de las serpientes. Siento la sangre de mi mano caer por el antebrazo y el dolor se incrementa, haciendo que forme una mueca en mi rostro.

—Naruto, tendrás que encargarte de la herida de ______ —le ordena Shizune.

—¡Yo quería pelear! —se queja.

—Protejan a lady Tsunade —ignora lo que dice y entra en batalla.

—¡Eso no se vale, de veras! —dice mirando las dos batallas.

Comienzo a aterrarme por mi herida y mi mano tiembla un poco más con cada segundo que pasa.

—Na-Naruto —tartamudeo por el dolor que siento.

Él me mira y nota mi herida al fin.

—¡Tranquila, ______! De-deja te ayudo.

Intenta quitar el kunai, pero el mínimo movimiento logra que suelte un gran quejido. Tener algo clavado en tu mano que lo atraviese de lado a lado es un gran sufrimiento.

—Lo siento —dice con el ceño fruncido a la vez que analiza mi herida.

Escuchamos un golpe sordo y vemos a Shizune caer de lado. «¿Tan rápido la derrotó Kabuto?», me pregunto, atónita.

—¿Y bien? —pregunta nuestro enemigo al aire—. ¿Quién sigue?

Su mirada se pasea entre Tsunade (que sigue paralizada), Naruto (que sostiene mi mano) y yo (que sigo con el kunai clavado). Naruto no dice nada y se coloca en frente de mí.

—Como quieras —pronuncia Kabuto.

Naruto crea un clon antes de que llegue y, lo que sigue a continuación, me sorprende aún cuando ya sabía lo que sucedería: crea el Rasengan y ataca a Kabuto. Lo manda hasta una roca lejana y mi amigo rubio se gira con una gran sonrisa.

—¡Lo log...!

Pero no termina su oración ya que cae inconsciente al suelo.

—¡Naruto! —exclamo y sostengo su cuerpo justo a tiempo para que no caiga en seco en el suelo.

Sostengo su cabeza con la mano izquierda y la derecha la mantengo apegada a mi cuerpo, ya que es inútil. Miro a Tsunade y sigue paralizada, pero no tiembla tanto; miro a Shizune, que está inconsciente al igual que Naruto. «Al menos terminamos con Kabuto», pienso.

—No es... tan fácil... derrotarme.

Me giro bruscamente en la dirección de la voz ronca que se escucha. Me sorprendo al ver a un Kabuto levantándose del suelo, con una grave herida en su abdomen. Siento pánico al volver a mirar a mis amigos, ya que ninguno está en condiciones de pelear. Escucho un ruido sordo y veo que el sannin bueno ha perdido contra el de las serpientes. Prácticamente, solo yo quedo para luchar y protegernos.

Kabuto comienza a caminar hacia mí y me levanto de golpe, con algo de miedo. Me pongo en defensa con la mano izquierda por delante, aunque sé que es muy probable que falle, ya que soy diestra. Entonces, escucho que alguien llega corriendo. Miro en aquella dirección y en mi rostro aparece —inconscientemente— una gran sonrisa al ver a mi otro compañero.

—Moitse —lo llamo.

Él observa la escena con detenimiento y al final, me mira por unos segundos; después, posa su mirada en Kabuto. Comienza a caminar hacia él con lentitud y determinación. Bajo la guardia poco a poco, con cada paso que da hacia el enemigo. Moitse se coloca en frente de Kabuto, pero no lo ataca. Por un segundo, temo por la vida de Moitse; pero mis sentimientos desaparecen cuando Kabuto sonríe arrogantemente. Moitse coloca sus manos en el abdomen de Kabuto y aplica un ninjutsu médico. «¿Qué demonios sucede?».

—Moitse, ¿qué haces? —hablo atropelladamente.

Al ver que no responde, me pongo en posición de defensa de nuevo. Noto que lo ha curado completamente y la escena deja de tener sentido.

—¿En serio te creíste el papel de niño estúpido? —me pregunta Moitse.

Trago saliva y me doy cuenta de la posible realidad: Moitse, un espía.

—Lady Tsunade, necesito que ayude a Naruto —ordeno a mi superior, con la esperanza de que lo tome en serio.

No escucho ningún movimiento y digo, con desesperación:

—¡Lady Tsunade, reaccione!

—¿Na-tsu-ki? —balbucea el nombre de mi madre.

—¡AYUDE A NARUTO DE UNA MALDITA VEZ! —grito, furiosa ya por la situación en general.

Moitse y Kabuto comienzan a avanzar hacia nosotros, a la vez que escucho un cuerpo arrastrase por el césped. A un lado de nosotros, Orochimaru también comienza a avanzar. Mi mano izquierda vuelve a temblar y en la mano derecha siento la sangre recorrer mi piel. Entonces, en mi mente aparece una gran idea que no dudo en utilizar: el uso de mi Seisujikan.

Corro hacia los dos enemigos que tengo frente a mí. «Sé que no tengo muchas posibilidades de ganar, pero debo de intentarlo». A medio camino, obtengo la determinación necesaria para sacar el kunai de golpe de mi mano, rasgando mi guante derecho y un poco de mi palma. La sangre brota como una cascada y mancha mi rostro. Estiro mi mano izquierda en su dirección homónima y después lanzo el kunai hacia la derecha, con dirección a Orochimaru. Él se detiene para esquivar mi ataque y mis enemigos también, para asegurarse velozmente que su jefe está bien. Este medio segundo es suficiente para reunir la sustancia púrpura en la piel que ha quedado al aire por culpa de la rasgadura del guante derecho. Entonces, llego a mi primer enemigo y estampo mi mano derecha en su abdomen. La herida me arde y veo mi sangre caer por su abdomen. Todos guardan silencio ante mi ataque y mi atacado me mira, con una sonrisa arrogante.

—¿Creíste que lograrías algo con eso? —me pregunta, viéndome a los ojos.

Cuando termina su oración, tarda pocos segundos en escupir sangre por su boca. He logrado retroceder el tiempo en su herida, haciendo que vuelva a ser grave otra vez. Ahora soy yo la que sonríe ante él.

—No subestimes a tu enemigo —murmuro.

Pero mi sonrisa no dura mucho ya que siento un fuerte golpe en mi cabeza. Entonces, todo se vuelve negro.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora