Un mes y medio después, ya tenía una casa y una fuerte amistad con Naruto. Mientras él estudiaba en la Academia, yo paseaba por la aldea, explorando. Y cuando ambos teníamos tiempo libre, hacíamos alguna broma.
—No te atreves a robarle el pez a esa señora —me dijo una vez.
—¡Es para su hija, Naruto! —le di un zape.
—Miedosa —susurró.
Me enojé tanto que corrí hasta la señora y le quité el pequeño pececillo que llevaba dentro de una bolsa en su mano. Hecho esto, salí corriendo como si no hubiera un mañana por toda aldea con la señora detrás de mí y el pequeño pez todo mareado. Al final del día, terminé con una mano hinchada (así me castigó la señora) y un regaño de Kakashi (quien se había convertido en una especie de tutor para mí, aunque solo lo veía como dos veces por semana).
—¿En qué piensas? —me pregunta Naruto, al verme tan absorta en mis pensamientos.
Observo cómo termina su segundo tazón de ramen para después pagar y salir junto a mí.
—En la vez que me obligaste a robarle el pez a la señora.
—Sí, lo recuerdo. Terminaste con la mano roja e hinchada —suelta una carcajada.
—¡Fue tu culpa! ¡Tú me retaste! —le reclamo.
—Solo comenté que no creí que fueras capaz.
—Sabes que no me gusta que me subestimen —le fulmino con la mirada, a la vez que él cruza sus brazos detrás de su cabeza.
—En ese tiempo, no lo sabía, solo llevaba dos semanas de conocerte —me recuerda.
Llegamos a un parque y Naruto me abandona para correr a uno de sus lugares favoritos, un lugar bajo un árbol y en frente de una fuente.
—¡Vamos, ______! ¡Se te congelan las piernas!
Ruedo los ojos y camino más rápido hasta sentarme a su lado. Me platica de alguna que otra broma de su pasado, pero no le presto atención. Un chico con rostro cansado y coleta se sienta frente a nosotros y observa las nubes. No tardo en reconocerlo, es...
—¿Conoces a Shikamaru?
Doy un respingo al recordar que Naruto se encontraba a mi lado.
—¿Eh? —pregunto, atontada.
—A él —lo señala y niego con la cabeza, mintiendo—. Bueno, te lo presento.
Me toma de la mano y me lleva con el chico de rostro cansado al que le fastidia todo. Él deja de observar las nubes y nos mira.
—Oh, hola, Naruto. —Se sienta.
—¡Hola, Shikamaru! Ella es mi amiga ______.
Él me observa detenidamente y agito mi mano levemente en forma de saludo.
—Después de tanto escándalo de parte de Naruto, creo que ya sabrás mi nombre —asiento—. ¿No hablas mucho, o sí?
—No me gusta llamar la atención.
—Buen compañero para completar tu meta —dijo refiriéndose al escandaloso de Naruto.
Me encojo de hombros y él ríe para sí mismo. «Conque le causo gracia...».
—Se hace tarde —comento un poco enojada por mi suposición de Shikamaru—. Debo volver a mi casa.
«Como si alguien te esperara», me recuerda mi conciencia.
Siento un dolor en el pecho y salgo corriendo sin decir nada más. Choco contra una persona a mitad de camino.
—Al fin te encuentro.
Admiro al poste de punta blanca que tengo en frente de mí. Kakashi me mira expectante y me sonríe.
—Ven, debemos hablar.
Intento controlar mis emociones mientras caminamos. Mi objetivo es no llorar, aunque han habido veces que no me controlo y derramo las odiosas lágrimas, como aquella vez en que el mismo chico que insultó a Naruto volvió a hacerlo.
—¡Vaya, si ya son novios! —nos gritó el chico esa vez.
Le fulminé con la mirada mientras que a Naruto se le teñían las mejillas de un color carmesí.
—Cállate —les ordenó.
—Oblígame —se defendió—. Tú, linda —se dirigió a mí—, deberías dejarlo y ser mi novia.
No me di cuenta cuando Naruto se abalanzó hacia el otro chico y comenzó a pegarle. Para cuando lo quité de encima, el chico tenía la mejilla hinchada y Naruto algo de sangre en la nariz.
—¡No te atrevas a hablarle así! —me defendió.
—Vámonos, Naruto —le dije con las intenciones de abandonar la pelea.
—¡Huye, rata asquerosa! —le gritó a Naruto.
Le estrellé mi puño en sus dientes y logré que sangrara.
—Te advertí que no lo volvieras a insultar en mi presencia.
Tomé a Naruto con mi mano, enojada por el comentario del chico.
—Maldita huérfana, con razón nadie la quiere en su familia —susurró el chico, más para sí mismo que para nosotros.
Sentí un dolor punzante en el pecho. Aunque ellos no lo sabían, realmente nadie me quería en casa y en ese mundo estaba sola.
—No le hagas caso, ______.
—Estoy bien —respondí y me sorprendí por mi quebrada voz—. Acompáñame a casa.
Lo último que le dije fue acompañado de varias lágrimas llenas de soledad.
—¿Recuerdas la primera vez que estuviste aquí, en la aldea? —me dice Kakashi, cuando por fin controlo mis sentimientos y olvido mis recuerdos.
—Sí, salí corriendo por todo el lugar...
—Eres una niña muy veloz —me comenta—, ningún ninja pudo alcanzarte.
Me sorprendo, aunque ya lo sabía; sin embargo, que alguien reconozca eso me alaga.
—También la vez en que le rompiste los dientes a aquel niño por insultar a Naruto —me lee el pensamiento anterior.
—Sólo pensé que le había sangrado la boca —me avergüenzo.
Seguimos caminando por la aldea, viendo cómo las personas viven su vida a su manera.
—Eres fuerte, veloz y, por lo visto, te encanta la aldea.
«¿Cómo no hacerlo, si aquí viven las personas que me han sacado sonrisas sin saberlo?», pienso.
—Lo he platicado con el Hokage —llega al grano de la conversación— y ha aceptado mi propuesta.
—¿Cuál propuesta? —Se detiene, me mira y sonríe animadamente.
—De que estudies en la Academia.
«¿Es... Estudiar en la Academia?». Por lo visto, he llamado la atención del Hokage y de Kakashi... Mi objetivo no está en camino de ser cumplido.
—Piénsalo —dice al verme tan metida en mis pensamientos—. Tienes seis semanas antes de que inicie el nuevo curso. Hasta pronto —se despide.
«Asombroso». No debería aceptar esto, pero la idea de volverme un ninja me encanta. «¿Estudiar en la Academia no cambiará la historia tampoco, verdad?».
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Una Llama Congelada
أدب الهواةUn tonto. Un amargado. Un impuntual. Tres varones que eran mis personajes favoritos de una historieta. Los tres lograban que mis días tuvieran una pizca de felicidad. Pero, sin saber por qué, mis días no sólo se volvieron plenos de felicidad, sino q...