51. Culpa

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Llego hasta mi casa y cierro la puerta tras de mí con fuerza. Mis lágrimas no dejan de caer ni un segundo. «Todo esto es mi culpa. Pude evitarlo y no lo hice».

Busco entre mis cosas el diario de mi madre. Cuando lo hallo, lo coloco en la mesa y me siento. Lo abro y comienzo a leer aún con lágrimas en los ojos. Leo cientos de palabras, pero ninguna se queda en mi cabeza.

«Soy una inútil. Hice que muchas personas perdieran a sus seres amados».

(...)

No como mucho, no me aseo mucho, no salgo para nada. Vivo encerrada en mi casa, leyendo una y otra vez el diario de mi madre. Sigo sin comprender ni una sola palabra, pero me ayuda a ignorar el hecho de que muchas personas murieron por mi culpa.

Escucho golpes en la puerta y me levanto de la cama. Camino con pesadez, arreglando mi cabello lo mejor posible. Tallo mis ojos (los cuales deberían estar rojos e hinchados de tanto llorar y dormirme tarde) y abro la puerta. Me encuentro con un Naruto sonriente, que cambia su rostro al verme.

—¿Qué te pasó? —me pregunta con preocupación.

—No es nada —respondo con indiferencia.

—Te ves muy mal —señala.

Me encojo de hombros e ignoro el hecho de que, posiblemente, sus palabras hayan sido un insulto. Dejo la puerta abierta y decido sentarme en mi mesa, donde hay varios platos con comida.

—Este lugar se parece a mi casa, de veras —dice y se sienta frente a mí.

Pongo mis brazos sobre la mesa y me recuesto en ellos, con dirección hacia Naruto.

—¿Qué quieres? —le pregunto de una manera brusca.

Él me mira y, con algo de decepción (posiblemente por mi comportamiento no muy animado), dice:

—El sabio pervertido dijo que estaríamos en una misión con él —«buscar a la nueva Hokage», pienso—, tú y yo.

Abro mis ojos un poco más, poniendo más atención.

—¿Yo? ¿Por qué?

—No lo sé. No me dijo.

Miro por la ventana y suspiro con pesadez. Sé que la mayoría de la gente ya se recuperó del ataque a la aldea, pero yo no estoy así sólo por eso. Tengo una gran culpa cargando en mi espalda.

—No iré —le digo, después de un silencio.

Siento la mirada de Naruto sobre mí, pero no le devuelvo la mirada.

—¿Segura? —Asiento levemente—. Está bien. Adiós.

Se levanta de la mesa y sale de mi casa. Me quedo mirando por la ventana varios minutos más, sin que ningún pensamiento pase por mi cabeza. Cuando reacciono, me levanto y voy hacia el baño. Me doy una ducha y salgo para ponerme mi pijama. Me recuesto en la cama mirando al techo y cierro los ojos. Estoy dentro de una gran depresión.

(...)

Escucho golpes fuertes en la puerta y me despierto enojada. No he dormido en mucho tiempo y, cuando es la primera vez que duermo con continuidad, me despiertan. Me levanto de la cama y doy zancadas hasta la puerta. La abro y, cuando estoy a punto de gritar, noto que es Gai-sensei quien está del otro lado.

—¡______! —dice al verme.

«¿Sigo viéndome mal?», me pregunto.

—¡Qué bien que estás aquí! —exclama más para sí.

—¿Sucede algo? —hablo con la voz ronca por no haber tomado ninguna bebida en mucho tiempo.

—Es Kakashi.

Me tenso al escuchar el nombre de mi padre e intento recordar algo que le haya pasado en la serie después del ataque; sin embargo, no logro recordar nada.

—¿Le pasó algo? —pregunto al no tener otra opción.

—Está en el hospital.

Y ahí es cuando todo regresa a mi memoria: Itachi Uchiha ha vuelto.

(...)

Entro corriendo al hospital seguida de Gai-sensei. Si tan solo recordara cómo es el hospital, no dudaría en utilizar mi Seisujikan para teletransportarme; pero esta no es la ocasión.

Sigo a Gai-sensei por los pasillos del hospital hasta que llegamos a la que —supongo yo— es la habitación de mi padre. Él abre la puerta y lo primero que veo es a Asuma y Kurenai parados frente a la cama. Cuando entro, mi corazón se estruja al ver a mi progenitor en cama e inconsciente. Mis manos comienzan a temblar cuando me acerco a la cama. Me siento en la silla que está a su lado y tomo su mano.

—Debemos avisar que ha vuelto —susurra Asuma.

—No frente a ella, Asuma —le regaña Kurenai.

Sin dejar de mirar al inconsciente de mi padre, les digo:

—No hablen como si yo no supiera nada sobre el tema. —Miro a los tres maestros—. Sé más de lo que ustedes piensan.

Los tres se miran entre sí y asienten.

—Es verdad —se disculpa Kurenai.

—¿Cuándo avisaremos que Itachi Uchiha ha vuelto? —pregunta Gai a la vez que la puerta se abre.

Miro en esa dirección y no me sorprendo tanto al ver a Sasuke. Él nos mira a todos y, con desesperación, dice:

—¿Itachi volvió?

Los cuatro callamos y él nos mira a cada uno. Cuando se topa con mi mirada, abro un poco mis labios y eso es suficiente para que él entienda la verdad. Sale corriendo sin decir nada más.

—¿Metí la pata? —me pregunta Gai.

Cierro la boca y pongo cara de preocupación.

—No —le respondo—. Sí debía de pasar.

Suspiro con pesadez y miro a mi padre una última vez. Después, me levanto de la silla y me acerco a la puerta abierta.

—Gai-sensei —lo llamo—, informe sobre lo sucedido al consejo de la aldea y después búsquenos a Sasuke y a mí.

—¿Cómo sabré dónde encontrarlos? —me pregunta y me giro para verlo.

—Ya hallará la forma de encontrar a mi novio —suelto y salgo de la habitación.

A fin de cuentas, saldré en una misión para intentar proteger a mi novio.

Una Llama CongeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora