Mizuki retrocede hasta mi lado. Naruto lo sigue con la mirada y se encuentra con la mía. Apenas se percata que estoy despierta. Su cara se sonroja como un tomate, pero sacude la cabeza y vuelve a concentrarse en la batalla.
—Niño tonto —dice Mizuki.
—¡Intenta darme un golpe! ¡Te lo devolveré por mil! —le grita Naruto.
—A ver qué puedes hacer —le reta Mizuki.
Hace las —muy conocidas para mí— posiciones de manos y después dice firme:
—¡Jutsu multiclones de sombra!
Mil copias de Naruto aparecen entre los árboles y arbustos. Mizuki está asustado; Iruka y yo, sorprendidos. Naruto le da una paliza a Mizuki y cuando éste no se puede mover, los clones desaparecen.
—Iruka-sensei...
Naruto cae desmayado. Grito para que Iruka lo atrape y así lo hace. Sé que está bien, pero aún así necesito que me lo confirme.
—Está bien, solo exhausto —me afirma Iruka.
Después de dejar a Naruto en un lugar seguro, ata a Mizuki y lo deja contra un árbol. Llega hasta mí y corta las sogas con las que estoy atada. Cuando me siento libre, miro a Naruto, sin saber si acercarme o no por lo que dijo minutos antes. Me considera "su chica".
—Está amaneciendo —comenta Iruka-sensei.
Siento el cansancio de no dormir una noche entera, aunque haya estado inconsciente.
—Dime, ______ —pide con una mirada pícara—: ¿acaso tú y Naruto...?
Mi cara arde y le grito, antes de que termine su pregunta:
—¡Claro que no! ¿Cómo se atreve a preguntar eso en estos momentos? —digo con un tic en el ojo.
En eso, Naruto despierta.
—Iruka-sensei..., ______...
Se sienta en su lugar y sonríe al vernos bien.
—Será mejor que vayas a casa, ______. Quiero hablar con Naruto a solas —me dice.
Asiento y me levanto. Camino hasta llegar a Naruto. Me arrodillo ante él y le sonrío.
—Eres genial, Naruto. De veras —le digo.
Se sorprende y vuelve a sonrojarse.
—Te veo luego, cuando den los equipos.
Dicho esto, me levanto y me alejo de ellos. Camino por la aldea, cansada por no haber dormido. Siento que algo golpea en mi pierna y miro en esa dirección. La banda que me dieron y que até en mi cintura está colgando. La tomo y corro hacia mi casa. Cuando llego, cierro la puerta y me planto frente al espejo. Aún tengo la trenza, pero está hecha un lío. La deshago y cepillo mi cabello. Tiene unas leves ondas, pero me da igual. Pruebo ponerme la banda en la cintura (como Ino), pero no me gusta; después, en mi cuello (como Hinata), pero tampoco me gusta; por último, en mi cabello (como Sakura), sale peor. Decido ponerla en mi frente, debajo de mi flequillo (el cual apunta hacia mi derecha). Por suerte, se ve bien, pero no termina de convencerme. Ato mi cabello en una coleta y vuelvo a ponerme la banda en la frente. Se ve mucho mejor.
Deshago todo y me doy una ducha. Cuando termino, me pongo mi nueva ropa que compré para cuando fuera genin: una blusa verde claro con manga corta, un pantalón corto y negro, unas botas y guantes negros. Este atuendo sería lo que llevaría la mayoría de los días.
Me hago la coleta y me pongo la banda. Quisiera dormir, pero hoy dan los equipos y necesito saber quiénes serán mis compañeros.
(...)
Cuando llego al salón de la Academia, hay varios niños de mi edad con sus bandas. Muchos de ellos no los conozco, pero hay otros a los que sí. Me acerco a Shikamaru, pero veo que está hablando con Ino. Busco otra opción, pero alguien cubre mis ojos. Cuando quito sus manos bruscamente y me giro, me encuentro con un azul intenso en forma circular.
—¡Naruto! —le sonrío y lo abrazo.
En su frente está la banda y la mayoría hace comentarios sobre eso. Después, Naruto posa la mirada en Sasuke, quien nos mira detenidamente.
—¿Qué tiene él que todas las chicas lo persiguen? —se pregunta para sí mismo.
Se aleja de mí y siento mi cara arder cuando recuerdo lo que sucederá. Cuando reacciono, ya es tarde: Naruto y Sasuke ya han dado su primer beso y tienen ganas de vomitar.
—¡Bien, chicos! —grita Iruka al entrar—. Todos a sus asientos, por favor.
Todos obedecemos. Cuando me siento al lado de Sasuke, él evita hablarme, ni siquiera me dirige la mirada. Como él no inicia la esperada discusión del día (que ya es tradición), lo hago yo.
—¿Estás pensando en tu beso con Naruto? —le pregunto, haciendo burla.
—Cállate, fea —me ofende.
—Uy, sí. Como si tus comentarios hicieran efecto en mí.
Amaba esto de pelear cada día que veía a Sasuke, pero odiaba a Sasuke, lo que hacía que ofenderlo y molestarlo se volviera más satisfactorio.
—Solo ruego que no me toque en el mismo equipo que tú o Naruto —me dice, irritado.
Sonrío, he causado el efecto que quería en él.
—Digo lo mismo —contesto.
—Equipo 6... —comienza Iruka.
«¿Tan rápido ha ido esto?», me pregunto cuando presto atención a lo que dice el sensei.
—... Issei...
—¿Y si estuvieras conmigo, qué? —me pregunta Sasuke, impidiendo que escuche quién era el que decía Iruka.
—..., Moitse...
—Responde —hace lo mismo.
—Pues te digo que no será así. No estaré en tu equipo —respondo, segura de lo que digo.
—... y Sakura Haruno.
«¡Espera, ¿qué?!». Abro los ojos como platos. «¿Equipo 6: Issei, Moitse y Sakura?». ¿Entendí bien?
«Esto no está pasando...», me digo en mi mente.
—Equipo 7 —prosigue Iruka, sin darse cuenta que tengo un lío en la cabeza.
«¿Quién estará en el lugar de Sakura? ¡Ella es parte del equipo 7, no del 6!».
El ruido del salón por fin saca de quicio a Iruka y se interrumpe. Me siento desesperada y ansiosa. Quiero saber quién tomará el lugar de Sakura y qué hizo ella para lograr eso.
—¡Silencio! —ordena Iruka y tardan pocos segundos en obedecer—. Bien, continuemos. Equipo 7: Naruto Uzumaki...
«Vamos bien», pienso.
—..., Sasuke Uchiha...
«¿Y la chica del equipo es...?».
—... y ______...
Mi sangre cae a mis pies. Mi corazón deja de latir. «¿Acaso he tomado... el lugar de Sakura?».
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Para reiterar (porque lo puse en la descripción de la historia): esta historia no será como la original —como ya vieron— y tampoco tendrá a los mismos personajes.
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Una Llama Congelada
FanficUn tonto. Un amargado. Un impuntual. Tres varones que eran mis personajes favoritos de una historieta. Los tres lograban que mis días tuvieran una pizca de felicidad. Pero, sin saber por qué, mis días no sólo se volvieron plenos de felicidad, sino q...