Capítulo 1: La nueva

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Recuerdo perfectamente aquel gran y extraño día. Yo dormía profundamente y la brisa húmeda de la selva entraba por la ventana de mi cabaña. De melodía de fondo, se escuchaba el cantar de los tucanes, los barritos de los elefantes y a mi familia de gorilas, que se comunicaban con alegría mientras se balanceaban en las ramas de los majestuosos árboles de mi querida selva.

Estaba profundamente dormida cuando, de pronto, sonó el despertador y lo apagué de un golpe con cierta rabia. Me incorporé lentamente y me desperecé. Mientras bostezaba, me dirigí lentamente a mirarme al espejo y vi que mi larga melena castaña estaba enredada como un matojo de algas y que bajo mis ojos color verde esmeralda, como los de mi padre, tenía unas ojeras que no me hizo gracia ver. Esa noche me había costado conciliar el sueño porque estaba de los nervios debido a lo que iba a vivir en unas pocas horas.

Me cepillé el cabello y me hice un semi recogido con un moño y dos mechoncitos que colgaban a ambos lados de mi frente. Me eché corrector para las ojeras, unas sombras doradas en los párpados y un brillo de labios de un sutil tono malva. Después, me vestí con un vestido amarillo de vuelo que me llegaba por encima de las rodillas con estampado de margaritas, una cazadora vaquera de color verde kaki, en la que tenía cosida con letras amarillas en la espalda "Chica de selva", y unas botas militares con tachuelas doradas. Quería demostrar a esas princesas de vestiditos con cancán de colores pastel que el estilo selvático era mucho más guay y original.

Desayuné rápidamente unas cuantas piezas de fruta y leche de coco con miel y me dispuse a iniciar el viaje de mi vida. Tomé mi mochila, que se podría decir que era una bolsa de trapo beige decorada con flores de colores y con un dibujo de dos manos, una encima de la otra, bordado. aúna vez comprobé que todo estaba listo, me despedí de mis padres con un fuerte abrazo y muchas palabras bonitas y salí corriendo del campamento. Me agarré a una liana y deslizándome entre las ramas de los árboles, como de costumbre, llegué a las afueras de la selva, donde me esperaba un carruaje real que me llevaría a mi nuevo y esperado destino.

- Buenos días, saludé, emocionada.

- Buenos días, señorita Porter - respondió el conductor - ¿Lista para emprende su viaje a la Academia Áuradon?

-¡Sí! ¡Vamos allá!

Acto seguido, el carruaje se puso en marcha. Mientras escuchaba música con mis auriculares, contemplaba el paisaje que pasó de selvático, a montañoso, a la zona de los valles y finalmente, a las ciudades. Cuando me quise dar cuenta, ya había llegado a la plaza de la academia. Al contemplar la hermosura de la fachada del edificio decorado con banderines dorados y azules y de ventanales resplandecientes, se me empezó a acelerar el pulso. Aquel sería mi nuevo hogar durante un largo periodo de tiempo. La Academia Áuradon desprendía un poder mágico imposible de explicar, y eso que el Hada Madrina había acordado con el rey Bestia y la reina Bella prohibir la magia en todo el reino hacía ya casi veinte años.

Cuando el carruaje aparcó, le di las gracias al chofer y pisé el suelo de la plaza principal después de soltar un suspiro por los nervios. Alcé la vista y esbocé una sonrisa. Era un momento clave en mi vida. Iba a empezar una nueva etapa, tal vez la más importante y decisiva y, desde luego, la que me marcó por el resto de mis días. Sentía que me temblaba todo el cuerpo, de pies a cabeza, y que en mi pecho, mi corazón no dejaba de dar brincos. La cantidad de emociones que sentía a la vez me estaba dando un ligero dolor de cabeza. Jamás habría sido capaz de imaginar la cantidad de experiencias que se me iban venir encima a partir de ese preciso momento.

Respiré hondo para recuperar mi seguridad y al fin, pisé dentro del recinto. No podía evitar mirar a todas partes más que asombrada. Los pabellones eran enormes y estaban llenos de carteles de comienzo de curso. Algunos me parecían muy cursis: "Que este año sea tan maravilloso como tú", "Bienvenido a un nuevo año lleno de amor, amigos y aprendizaje", "Saluda a tu nuevo curso y mantén una sonrisa siempre"... En fin, todo muy positivo y adorable.

Mientras iba de camino a la puerta de entrada, me percaté de que dos chicas hablaban sentadas en un banco, y no dejaban de mirarme. Se creerían que era sorda o algo pero podía escuchar su conversación perfectamente gracias a mi agudizado sentido del oído.

-¡Esa es Tania! ¡Este año va a nuestra clase!, dijo una de ellas.

- Sí, tiene toda la pinta...Pero, oye, ¿no te parece que lleva un atuendo muy extravagante para el primer día?, preguntó la otra.

Como siempre Jane, la hija del Hada Madrina, tan tierna y delicada y Audrey, la hija de la Reina Aurora, tan cotilla y estirada. Sí, era la típica princesa de vestido rosa con cancán. Conocía a las dos desde que éramos pequeñas, pero como yo vivía en la selva nunca habíamos convivido juntas. Ahora sabría cómo eran de verdad. Me limité a saludarlas con una sonrisa y alzando el mentón y avancé rápidamente hacia el interior, ya que no quería llegar tarde en mi primer día.

Pasé al gran pabellón y me dirigí a mi taquilla. Cuando dejé mi mochila y cogí los libros que necesitaba, la cerré y, al girarme, me sobresalté un poco al encontrarme a alguien justo ahí. Pero al mirarle a la cara, le reconocí al segundo, me sentí aliviada y le saludé.

- Hola, Ben.

- Hola, Tania, dijo el chico con una encantadora sonrisa.

Se trataba de mi amigo, el príncipe Benjamin, al cual todos llamábamos Ben. Acababa de cumplir quince años, lo que significaba que al año siguiente tendría lugar su coronación y pasaría a heredar el trono de Áuradon. Nos conocíamos desde hacía unos cuantos años, cuando coincidimos por primera vez en su décimo cumpleaños, y siempre me había parecido de lo más amable. Ahora que podríamos vernos todos los días, esperaba relacionarme más con él, si Audrey me dejaba, claro, porque, para entonces, estaban saliendo y la princesa siempre iba detrás de él.

- Me alegro mucho de que estudiemos juntos este año, dije devolviéndole la sonrisa.

- Yo también. Aquí tienes tu horario, tu agenda y tu carnet de estudiante - dijo entregándome todo en un paquete con una hermosa envoltura azul real - Si necesitas cualquier cosa, no dudes en acudir a mí. Nos vemos en clase.

- Sí, Majestad, o sea, Príncipe Ben, em...

- Ben para los amigos, por favor - dijo él entre risas - Ahora te veo.

- De acuerdo. ¡Hasta luego!

Ben se despidió posando su mano en mi hombro con cariño y observé cómo se alejaba por el pasillo. Desde que le olfateé por primera vez hacía ya cuatro años, cosa que hago cuando me presento ante alguien para saber de qué palo va, supe que era muy buena persona. Desde luego, era el chico más educado y simpático que había conocido y, aunque tampoco había conocido a muchos hasta entonces, siempre tuve claro que destacaba entre los demás. Y no solo por ser de la realeza. Era eso lo que se esperaba que fuera el futuro rey. Aunque no habíamos tenido mucho contacto debido a la distancia entre la ciudad de Auroria y la selva, tenía la sensación de que Ben tenía todas las papeletas para ser un rey digno, y eso que yo no tenía ni idea sobre el tema de reyes y reinas. Era una chica de selva, no una princesa ni nada parecido.

Y, además, también era la nueva en la Academia Áuradon, lo cual, sinceramente, sentía que se me removía el estómago por la gran intriga de lo que sería mi nueva vida. Las cosas como son, era un bicho raro. Algunos me miraban juzgándome por mi vestimenta, que a mí me parecía lo más, y otros susurraban cosas indescifrables que prefería no saber. Pero supongo que es lo normal cuando alguien nuevo y encima tan alejado a lo "normal" llega a la escuela, así que traté de ignorarlo.

Llegué a mi clase, saludé a mi profesora, el Hada Madrina y me senté al lado de mi mejor amiga, Jane, una chica adorable y de lo más cariñosa que tenía una melena corta por lo hombros y un vestidito azul cian con lazitos rosas en la falda. Con ella, no me sentía juzgada. Ni ella, conmigo, así que estábamos a salvo. Todo estaba saliendo de maravilla y pensé que nada, absolutamente nada, podría estropearlo. Estaba en Áuradon, la tierra de los finales felices. Nada malo podía pasar...¿no?

La historia de Tania PorterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora