34. Oscuridad en mí

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Pov Leo


Me tumbé en el suelo con parsimonia y sosiego, convirtiendo mi mochila en una—no muy cómoda— almohada. Cerré los ojos con cansancio, y puse todo mi esfuerzo en dormirme. Después de todo, estaba muerto de sueño. 

Sin embargo, alguien me gritó en el oído justo en el momento en que casi ya no estaba en ese mundo.

— ¡No te duermaaaaaas!

Si digo que me entraron unas ansias asesinas gigantescas, me quedaría con más ganas. 

— ...Naruto, de verdad que ahora mismo tengo muchas ganas de cortarte la lengua.

— Pero ya estamos llegando...— Murmuró con horror. Prácticamente, su voz denotaba que tenía miedo de seguir hablando por si realmente hacía lo que dije— ¡Tienes que levantarte ya!

Gruñí, hastiado. 

Tampoco es que me pueda quejar, fui yo quien le dijo de venir y el que pensó en quedarse con él. 

Pero es algo muy importante, así que hay que seguir hacia adelante mientras mi hermana y Maica se encargan de todo lo demás. 

— Chicos, estamos zarpando.

Me reincorporé bostezando, y me froté los ojos para despejarme. Abrí lentamente mis párpados y vislumbré al capitán Yamato frente a la puerta, mirándonos con una sonrisa. 

Asentí, levantándome del suelo.

— ¿Sabéis?— Expuso Naruto— Me sorprendió un poco que Tsunade no Bāchan vaya de nuevo a otra conferencia con los demás Kages... 

 — Pues a mí no— Comenté. Agarré la mochila y me acerqué al otro adulto de madera, dispuesto a salir—. Después de todo, Zetsu sigue por ahí y tienen que reafirmar su pacto tan raro. 

— Eso es cierto— Habló nuestro, por el momento, tutor—. Todavía tienen mucho de qué hablar, sobretodo ahora... Sobre esa planta y las chicas. 

Observé al moreno con agudeza, en silencio. 

Espero que no se les ocurra ninguna estupidez, porque me da igual estar viviendo en la hoja. Yo siempre estaré de parte de ellas. 

Ya me molesta lo suficiente tener que dejar a mi hermana hacerse cargo de todo eso y quedarme yo en Konoha mientras no la puedo ver, si alguien se atreve a ir a por ella o hacerle algo...

Noté la mano del rubio tocándome el hombro, y giré mi rostro para mirarlo de soslayo con algo de desinterés.

— ¡Tranquilo, no se atreverían a ponerles una mano!— Me sonrió, totalmente risueño y decidido con sus palabras— ¡Yo también me opondría. 

Entorné mis ojos.

— Sí...Lo sé. 

— ¡Bueno!— Exclamó el de ese casco en la cabeza— ¿Nos vamos? ¡Ya hemos llegado a la isla! 

El de ojos azules puso su brazo en alto, valiente.

— ¡Vamos allá!

— Espera— Dije. Los dos me miraron, pero empecé a caminar hacia afuera. El aire era denso, y el cielo estaba muy, muy nublado—. Todavía falta algo. 

Ellos me miraron, extrañados. O, más bien...Esa mirada que se dieron el uno al otro era como si estuvieran de acuerdo con mi locura.

Y en el mismo instante en el que les señalé con el dedo hacia abajo, un gran choque hizo retumbar todo el barco. 

Única esperanza | Segunda temporada de Mundo Deseado |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora