40. Enemistad declarada

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...


Alice se levantó de la silla y se dirigió hacia Orochimaru. Él, en silencio, la ojeó de soslayo con curiosidad y, aunque no le dijo nada, sonrió con malicia. 

— Sigues sin confiar en mí, eh....

— Si pensara que harías algo, no estarías tan tranquilo vagando por la base— Contestó, impertérrita. Cerró los ojos, sosegada.

— Pero no nos quitas el ojo de encima— Gruñó Kabuto. Sin importancia la chica lo observó; la tirria que él le tenía se le notaba en los ojos.

— Ni lo haré—Dijo, fría. Estaba mal de la cabeza si creía que lo haría después de todo. Si fuera por ella, lo mantenía drogado todo el tiempo—. Intentaste hacer daño a mi amiga, así que no te voy a dejar tranquilo.  

El albino miró hacia otro lado, con una mueca.

— Ya lo dejaste claro con Sasori cuando me envenenasteis.

— Dramatizas demasiado—Expresó la del arma. Agarró una de las pociones que la serpiente le entregó, observándola. Ni siquiera se dignaba a mirar con interés al ninja médico—. No fue para tanto comparado con lo que te quería hacer. Tienes suerte de que Misaki estuviera ahí para pararme.

Porque realmente, lo hubiera matado si hubiera sido por su voluntad.

— Es demasiado obvio que tu amiga es diferente a ti. 

— Kabuto, estás hablando de más—Habló el sannin. Le dedicó una mirada de advertencia, a lo que el susodicho calló al momento. 

La de la trenza dejó de prestarle atención a la copia de la serpiente y se centró en el de cabello negro, a la espera de poder preguntarle una cosa. 

Esperaba buenas noticias. Realmente lo hacía. 

— ¿Has podido avanzar algo en la investigación?— Preguntó. 

Orochimaru se relamió los labios, mirándola con picardía.

— Por suerte, sí...—Susurró—El cuerpo que me trajiste de uno de sus dobles es bastante interesante por experimentar. Estoy dando con resultados. 

Asintió. Empezó a caminar y se acercó a la puerta, para irse de una vez por todas. 

Pero antes de salir por ella, volvió a hablar.

— Disfruta todo lo que quieras con su cuerpo, ya está muerto y se merece todo lo que le suceda—Dijo, sin mirarlo—. Sólo espero que sirva de algo todo lo que hacemos.

— Créeme...Servirá. 

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...


Leyó en silencio, disfrutando del poco aire que ese día albergaba. Estaba tumbada en la hierba, y mientras su zorro jugaba con sus frías creaciones, la ojiazul se mantenía con los ojos fijos en esa carta. 

La de Leo. 

Escuchó cómo su lado se removía, y alzó la mirada por un instante.

— ¿Tu hermano está bien? 

— Eso parece— Contestó, suspirando. Cerró los ojos, tranquila—. Creo que ha entrado a la cascada de la verdad. 

— No sabía que él querría luchar contra su otro yo— Manifestó, acomodándose. 

Única esperanza | Segunda temporada de Mundo Deseado |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora