41. El color de mis manos

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Uchiha Madara.


— Si tan poco te importa...— Dijo. La voz de él era provocadora, se notaba. Estaba a punto de irse, tenía suficientes ganas de dejar de verle la cara y marcharse por su cuenta, pero él se empeñaba en lo contrario. Y le estaba empezando a hartar— Creo que te dará igual también saber que la besé. 

Notó la sangre de sus venas hervir, junto a la sed de sangre que estaba pidiéndole su cabeza en ese instante. 

Será malnacido. 

El auto-control que estaba teniendo ante sus provocaciones, era casi inhumano. 

Físicamente parecía que las provocaciones o advertencias de su lejano familiar no le afectaban, pero su interior era completamente diferente. 

Si ahora mismo dijera que no había pensado en matarlo para que se callase, mentiría. Quería arrancarle la lengua por todas las cosas que estaban saliendo por su boca.

Permaneció frío, despreocupado. Y le contestó sin ninguna importancia en su tono de voz.

— Bien por ti.

A fin de cuentas, tenía razón. El ancestro de los Uchiha no se equivocaba...Sabía desde hacía un tiempo, tal y como había observado, que Obito le había cogido un apegado interés a esa chica. A ella. 

A Alice. 

Debía haberlo visto venir mucho antes, cuando se dedicaba a meterse en sus sueños por alguna razón que todavía desconocía. 

«Yo me encargaré de ella» Articuló; «La besé, y no le hubiera partido el corazón como tú» Dijo, también.

Apretó el puño, irascible. 

Él no sabía nada. Ignoraba muchos hechos. O quizá, sí que sabía lo que realmente sucedía y le daba igual, simplemente se aprovechaba de la situación. Aunque tampoco lo podía culpar, había predicho ya desde que decidió decírselo a ella, que Obito haría algún movimiento contra él y a favor de la chica. 

Tampoco es que le importase a estas alturas. 

Dejó de recordar aquel fastidioso e irritante momento, y se centró en otra cosa.

Pero aunque ese fue su objetivo principal, su cabeza prefería otra cosa. Su mente no dejaba de recordar aquella conversación, más las imágenes inútiles pasándose sin permiso por su poca consciencia. 

Como las que se imaginó en cuanto leyó a Misaki, su mejor amiga, llevarle una nota simplemente para decirle todo lo que habían hecho en ese estúpido juego. 

No sabía cómo se las había arreglado para llegar allí ni cómo esa águila lo encontró, pero sí que sabía que era para él. 

Maica se las había ingeniado para escribirle en toda una nota, las cosas que su amiga hizo la otra noche con los demás. 

Incluso se atrevió a decirle por la cara que Obito no escatimaba en tiempo. Y que su advertencia de "cuidar de ella" no era ninguna mentira. 

En esos instantes, y al leer lo que podía en la letra, quería matarlos a los dos. A todo el mundo, en realidad. Sobretodo, a su familiar. Pero sí, incluso a esa chica que se reía por todo por enviarle eso.

Pero obviamente no lo hacía. ¿Por qué? Era fácil. Era una respuesta muy fácil. 

Que hasta Maica sabía, y aprovechaba.  

Única esperanza | Segunda temporada de Mundo Deseado |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora