67. Seísmo

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...


Alejados del resto de la humanidad, ahora parecía que sólo ellos dos, estaban ahí.

Dos azabaches de cabello largo, en un rígido silencio.

Madara la observó al girar su rostro en su dirección, examinando cada facción de su femenino rostro con mesura. 

Poco después ella se dio cuenta, por lo que elevó la cabeza con interrogación.

— ¿Qué me miras tanto?   

— Simplemente te miro, ¿O es que acaso no puedo?— Espetó. 

— Pues no, no puedes— Contestó la de la trenza, mal humorada. Al contrario que él, que sonrió con sagacidad. 

Se aproximó un poco a su oreja, sólo para susurrarle. 

— Ha sido interesante ver cómo parabas mi ataque...

— ¿Sabes lo que también hubiera sido interesante, Maddy?— Musitó de vuelta. Se giró para observar su rostro. Quedaron tan cerca, que casi sus labios se tocaban— Que tu sanguinaria cabeza hueca no hubiera decidido matarlos.

— Bueno...— Expresó ladeando la cabeza, maligno— Tanto me querían, me tuvieron. Pero llegaste tú a su rescate, cómo no. 

Alice rodó los ojos, bufando por la estupidez de ese hombre. 

— No me sorprende que hicieras algo así. 

El Uchiha entornó los ojos. Se observaron unos segundos hasta que ella retiró la mirada para posarla hacia adelante, sin embargo él aprovechó ésto para pararla.

Antes de acercarse a ella y ver esa expresión que le indicaba el azabache sonrió de lado, para después plantarle un beso en los labios. 

La estrechó más contra él para sentirla más cerca a medida que sus bocas se movían. Únicamente se separaron, cuando Ali le mordió el labio como advertencia.

— Imbécil, ¿Te parece el momento indicado? 

— Me da igual el momento—Contestó, lamiéndose la boca. Ante la indignada mirada de la muchacha, él hizo una mueca pícara—. Quería hacerlo. 

— Bueno, tampoco te lo mereces después de haber hecho eso...— Musitó con molestia, comenzando a caminar nuevamente. 

— Te recuerdo que acabas de manipularme para que acabe con esto por ti, no lo olvides— Expuso, caminando junto a ella con un deje de soberbia. La ojiazul lo miró de soslayo—. Me has tratado como a un perro.

— Si te sirve de consuelo, no eres un perro...— Declaró— Eres un maldito erizo. Y uno muy grande contra el que lidiar. La vida no me da para tanto, ¿Sabes?

Bufando de cansancio, el de cabellera larga se colocó bien. 

— Y eso que todavía no estamos casados... 

Alzando una ceja ante lo dicho, casi sarcástica y asombrada, la de hielo se giró a encararlo.

— ¿Todavía?— Repitió. 

— Sí, todavía— Habló. Ante la contrariedad de ella, lo vio agacharse lentamente.

Estaba alucinando con lo que hacía, hasta tenía ganas de meterle una patada en la cara. Sólo suspiró de alivio, cuando lo vio tocarse su propia ropa. 

Se colocaba mejor sus botas.

Madara se colocó de pie nuevamente, cruzándose de brazos justo parado frente a ella.

Única esperanza | Segunda temporada de Mundo Deseado |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora