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Permanecí quieto unos largos minutos, observándola a ella con aquella sonrisa tan contagiosa, la observé mientras chapoteaba alegremente frente a mis ojos, animándome a saltar a las turquesas aguas repletas de pececitos y tiburones. Estaba frente a una belleza, mi esposa, la madre de mis hijos, la chica con la que follé por casi siete años sin aburrirme.

Retrocedí unos cuantos metros, tomé impulso y me arrojé al agua, nadando hacia ella para envolverla en mis brazos y besarla. Nos encontrábamos a miles, miles de kilómetros de nuestra ciudad de origen, lejos de los dramas, de nuestros familiares e incluso de nuestros propios hijos a quiénes no hemos dejado de extrañar desde que llegamos a nuestra paradisíaca luna de miel. Cleo comenzó a salpicarme, consiguiendo que el agua salada ingresara a mi boca y el horrible sabor se apoderara de mí.

— ¡Eso es muy injusto! —Exclamé, hundiéndola con ayuda de mis extremidades. La dejé subir a la superficie luego de unos segundos, consiguiendo que me observara con el ceño fruncido por lo que acababa de hacerle. —Lo siento, bebé. Pero debemos estar a mano.

—Eres un bobito —Se rió, abrazándose con mucha fuerza a mí cuerpo. — ¡Estoy tan feliz! Sólo quiero bailar y celebrar que finalmente estamos juntos.

—A través de viento y marea, ahora eres la querida señora Hemmings —Comenté, besándola en los labios. Percibí el asqueroso gusto a agua de mar y fruncí mi ceño, ella rió a carcajadas ante mi repentina reacción. — ¿Qué se siente? ¡Estás ocupando el lugar que muchas mujeres desearían tener!

La rubia volcó sus ojos, dándome un suave golpecito en los hombros.

— ¿Debería recordarte que tú eres quién está ocupando el sitio que había sido reservado para mi precioso Ian Somerhalder? —Ella alzó una ceja, expulsé una risotada, abrazándola por enésima vez. —Hablo enserio, mi mano estaba reservada para ese hombre desde que lo vi por primera vez en The Vampire Diaries, ¡Deberías sentirte afortunado!

—Soy un afortunado por tener a una mujer como tú a mi lado, preciosa —Solté, guiñándole un ojo y zambulléndome debajo del agua para tratar de remojar mi cabeza. El calor aquí es algo intolerable, muchísimo más que en Australia. — ¿Sabes algo, Fitz? Pienso que tú y yo hemos sido hechos el uno para el otro, a pesar de ser distintos en múltiples sentidos... creamos una familia repleta de amor, mantenemos un lazo que parece imposible de quebrantarse.

—Eso es porque ambos aportamos un poco de nuestra voluntad para convivir —Ella exclamó, manteniéndose a flote con ayuda de sus delgadas piernas. — ¿Qué haremos esta noche, bebé?

—No lo sé, preciosa —Solté, estaba sintiéndome como un adolescente que apenas está conociendo el amor. — ¿Tienes algo en mente?

— ¡Sólo quiero emborracharme y tener sexo contigo! —La rubia chilló entre ruidosas risotadas, lanzándome mucha agua a la cara. —Es broma, no volveré a decir esas palabras en dos siglos. Marca mis palabras, Hemmo.

— ¿Qué tal si quiero emborracharme y tener sexo contigo? —Pregunté, alzando una de mis cejas juguetonamente. —Me encargaré de que no puedas caminar en cuanto regresemos a Australia.

Volcó sus ojos, desafiándome a arrastrarla directo hasta nuestra habitación sólo para recordarle a quién ha escogido como su esposo. Aproximé mi rostro al suyo, consiguiendo que nuestras respiraciones choquen y nuestras narices se rocen... no puedo explicar lo feliz que estoy sintiéndome ahora mismo, es todo con lo que siempre he soñado, todo lo que siempre me imaginé desde que la conocí.

— ¿Sabes algo, Hemmings? —Ella musitó, besándome cortamente. —Creo que me he enamorado de ti y tu insaciable apetito sexual, aún me cuesta comprender cómo alguien puede disfrutar tanto del sexo.

daddy ; luke hemmings [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora