Jennie
Últimamente me siento un poco débil con respecto a mi estado de salud, los mareos y dolores de cabeza son constantes y descarto que sea el trabajo lo que me tiene así. Ayer pasé el día en mi cama tomando té caliente, y tras la insistencia imparable de Joy decidí venir a la clínica del centro para hacerme un control y dejar de dar vueltas de una vez por todas.
Las puertas automáticas me reciben en la entrada y tras pedir turno y pagar la consulta, paso a la sala de espera. La fila de bancas acolchadas está casi vacía, en el extremo izquierdo hay un hombre que no pasa de los cuarenta años, en el centro una pareja joven con dos niños pequeños y a un banco de distancia del mío, un chico de cabello negro vestido de traje.
Observo la pared de azulejos blancos por un rato, hasta que siento la boca un tanto seca, cerca hay una máquina expendedora, toco el bolsillo de mi abrigo y agradezco traer un poco de billetes adicionales. Me pongo de pie y en el silencio aplacado por las suaves risas infantiles de los pequeños en el lugar, voy directo hacia mi objetivo.
Introduzco los billetes, aprieto un botón del panel colorido a un lado y espero a que la lata caiga, la recojo, está fría. Abro la soda, doy un par de tragos calentando un poco el burbujeante líquido en mi paladar antes de tragar.
Regreso a mi asiento, pongo las manos sobre el regazo con los dedos envueltos en el recipiente metálico y frío que contiene la gaseosa, comienzo a aburrirme un poco aquí. Saco el teléfono, le escribo a Joy, quién me contesta de inmediato. En estos últimos días ella y yo nos hemos acercado bastante más, y ahora puedo tomarme la libertad de decir que es una chica a la que se le pueden adjudicar bastantes cualidades muy buenas de las cuales hablar.
En pocas palabras, su simpleza es lo que la hace bella, ese carisma que se va desde lo maduro a lo infantil y se mezcla de manera perfecta, tiene todo lo que muchos consideran especial, aquello que te hace pensar que es la "mujer perfecta". Y claro, mentir sería decir que no puedo meterme en ese mismo saco, porque a decir verdad, estoy hecha de lo mismo que los demás y el no sentir algo cuando la veo es simplemente inevitable.
En este instante así me tiene, con una sonrisa de idiota mirando en la pantalla la foto que acaba de enviarme, no es más que ella posando junto a unos cuantos platillos que al parecer ha preparado ella sola sin ayuda de sus abuelos. Seguida de esa llegan otras, los platos, la comida, su abuela con una expresión divertida mientras sostiene los palillos, su abuelo con las mejillas llenas. Todo en tan buenos ángulos.
El ruido de una puerta abrirse me saca de mi concentración, pronto una fuerte voz masculina proviene de uno de los consultorios cercanos.
— ¿Familiar de Im Nayeon?
Escucho el nombre, y curiosa observo quien se pone de pie para responder al llamado. El muchacho de cabellos negros es quien se levanta, sigue al médico y desaparece. De inmediato comienzo a pensar quién será, que yo sepa Nayeon no tiene hermanos ni un pariente viviendo cerca, tal vez sea un amigo.
Minutos más tarde veo como una chica de piel blanca y cabellera castaña sale de esa habitación, el joven de recién la acompaña. Por instinto me levanto y escondo en un pasillo continuo al mío para evitar que me vea.
— Sabes que no me gustan los hospitales, Yeol.
— Pero lo necesitabas, sino ya sabes que tu noviecita me mata— lo escucho reír y mis ojos se abren de forma alucinante. ¿Novia? ¿Lo que le dijo a Joy era verdad?
Cuando ya no los oigo más, saco el celular y llamo a mi amiga, su voz dulce resuena por lo bajo apenas responde.
— ¿Hola?
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❝𝑭𝑰𝑭𝑻𝒀 𝑺𝑯𝑨𝑫𝑬𝑺 𝑶𝑭 𝑴𝒀𝑶𝑼𝑰❞
Fanfiction𝐌𝐈𝐍𝐀𝐘𝐄𝐎𝐍┆━ Im Nayeon, una joven coreana de veintidós años recién graduada de la carrera de contaduría recibe un cargo de suma importancia; trabajar unos días en una de las empresas más importantes de Seúl, perteneciente a la empresaria japon...