Capítulo 53

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El resto del día Mina se queda en su oficina, su cabeza duele y no puede dejar de llorar, solo quiere irse a casa. Es la jefa, puede hacerlo y encargarle a Chanyeol el resto de tareas, pero le han enseñado a jamás abandonar su puesto pase lo que pase. Mientras termina de firmar los cheques de unos inversionistas italianos, su cabeza le da vueltas a la escena que vivió por la mañana temprano. La mano le tiembla al igual que una de sus piernas, tiene la respiración agitada sin darse cuenta.

Chanyeol se acerca y le toma la muñeca para tratar de calmarla, pero eso solo logra hacerla pegar un respingo en el asiento. Está atemorizada, atemorizada de que en cualquier instante su padre irrumpa en la oficina nuevamente y vaya por ella. Todavía no puede creer cuánta frialdad existe en él, alguien que le dio la vida y, sin embargo, se empeña cada día en hacerla más miserable de lo que ha sido ya.

Suelta la pluma y deja que Yeol se lleve los papeles, los hombres están esperando afuera, Mina no ha querido recibirlos, no está disponible para nadie ese día. Escucha a los hombres decirle a su amigo unas pocas palabras en un inglés opacado por el fuerte acento del país natal, pero es capaz de oír como les responde y les reprograma una reunión, no sin antes disculparse y desearles un buen día.

Cuando el chico regresa, ella tiene los ojos puestos en la pared del frente.

— Lo siento por haberte tocado, no lo pensé muy bien.

Sus disculpas le parecen absurdas, pero no se lo dice, en su lugar agradece por su consideración, pero el pelinegro continúa de pie observándola, esperando como un robot a que su amo le dé una siguiente orden, pero la realidad es que Mina ya no puede pensar y Chanyeol no sabe que más decir para aligerar su pésimo estado.

— Iré por un café.

— Te llamaré si necesito algo.

Le dice, pero en realidad lo que desea pedirle es "no te vayas" "no quiero quedarme sola conmigo misma".

Pero ya es tarde, para cuando intenta balbucear su amigo está fuera y otra vez se trata de su persona y esas cuatro enormes paredes que le dan mucho que pensar. Cierra los ojos, lleva una mano a su pecho y siente el suave golpeteo de su corazón contra su palma, ese corazón que creyó dormido, late descontrolado y una capa de nuevas lágrimas calientes asoman por sus ojos ya enrojecidos.

Recuerda la última vez que lloró, o la última vez sintió tanto dolor, pero está segura de que fue hace años, esos tantos años atrás cuando solo era una niña aprendiz del mundo y su padre un tutor con poca paciencia y una ambición mayor al cariño que pudiera tenerle, pese a ser su hija. Y otra vez está sintiendo lo mismo, la quemazón en su pecho, el ardor de moretones, las lágrimas deslizarse hasta caer sobre la mesa, haciéndola sentirse miserable y débil. Nadie debería verla así, y es por eso que se está escondiendo.

Oculta la cara entre sus manos y se acurruca contra la silla de oficina, tratando de ser lo más silenciosa posible, no desea tener a Lisa abriendo su puerta y preguntando si se encuentra bien. Ella solo desea a una persona, quiere sus brazos, su tacto en su cabello, su suave aroma después de unas galletas recién horneadas.

— Mamá… No sabes cuánto desearía que estuvieses conmigo.

Sus susurros mueren contra sus manos que amortiguan cualquier ruido, y respira, tratando de no hacerse más daño, pero la han roto otra vez y está segura de que no podrá recuperarse.

[• • •]

Cuando finamente la hora de irse llega, recoge todas sus cosas y sale antes de tiempo, con la cabeza gacha y caminando lo más rápido que sus zapatos altos le permiten. Sin embargo, cuando va pasando por el pasillo de los baños, alguien abre inoportunamente la puerta y tropieza con ella. La mujer más baja apenas tiene tiempo de sujetarse y acaba colapsando contra la pared y el cuerpo de la japonesa. Mina desea gritarle, insultarla, despedirla, cualquier cosa para hacerle saber que está molesta, pero cuando la voz le habla ella no puede siquiera abrir los ojos o verle a la cara.

❝𝑭𝑰𝑭𝑻𝒀 𝑺𝑯𝑨𝑫𝑬𝑺 𝑶𝑭 𝑴𝒀𝑶𝑼𝑰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora