Capítulo 67

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Mina

El teléfono suena. La puerta del despacho está abierta y puedo ver a papá desde la sala. Él habla, lo veo moverse de un lado a otro y sujetarse la cabeza con fuerza ¿Le dolerá?

Kai se asoma por el marco de la puerta, él me hace un gesto para que guarde silencio y me quede en dónde estoy. Yo solo lo observo, mis ojos van desde mi hermano hacia papá. Tras unos minutos, el rostro de mi hermano está mojado. Está llorando. 

Papá golpea cosas dentro de la habitación. Lo veo patear el escritorio. Arroja su taza, el celular contra la estantería de la pared. Se rompe y él cae al suelo.

Kai sigue de pie en la puerta, llora más fuerte y papá lo nota. Su mirada enrojecida me asusta. Está desorbitado y entonces le grita a mi hermano que no hace más que sollozar y temblar.

— ¡Cállate! ¡Mierda ya cállate! ¡Cállate, cállate, cállate!

Corro hacia mi habitación. Me meto bajo las mantas y abrazo el conejito que mamá me regaló. La extraño. Ella se fue y no volvió ¿Mami dónde estás? Papá está gritando mucho, me asusta. Vuelve mami. Quiero que vuelvas.

Esa misma tarde papá me lleva en brazos. Me han obligado a ponerme un vestido incómodo. Viajamos en el auto por un largo rato. Cuando bajamos no conozco este lugar, quiero irme a casa.
Hay mucha gente en una sala, papá está triste. Huele raro. No me gusta.

En medio de la sala hay una gran caja. Mamá está ahí. Parece dormida. Quiero despertarla, que me salude con un beso porque la he extrañado, pero Kai no me deja hacerlo.

¿Por qué haces llorar a Papá y a Kai, mami? No me gusta.

Me despierto sudando. El corazón me late fuertemente en el pecho y una sensación de horror me atraviesa todo el cuerpo. Miro a mis alrededores tratando de enfocar mi vista y saber dónde estoy. Es la sala. Estoy en el sofá. Todavía es domingo.

Mi cabeza punza. De repente la sensación de soledad se hace presente y por mucho que me gustaría quedarme aquí tumbada a repensar todo lo que está ocurriendo, no puedo. Tengo que hablar con Chanyeol, también necesito resolver un asunto con Kai.

Kai. Su rostro me da vueltas en la mente.

Me froto los ojos. Necesito una ducha. Quizás esta agonía pueda lavarse con un baño.

La ducha caliente sienta como anestesia. Me paro bajo la cascada, tratando de olvidar mis pensamientos, esperando que el vapor nuble mi vista y el agua lave su esencia de mi cuerpo, porque todavía puedo sentir su perfume casi como si estuviese aquí conmigo.

Esto es finalmente una despedida, pero no se siente como una. No quiero que lo sea. No es un hasta pronto ¿Será un hasta nunca?

No. No es hasta nunca.

Levanto mi rostro hacia el agua cayendo. No es un hasta nunca, para nada. Sin duda, voy a extrañarla a cada segundo.
Apoyo mi cabeza contra las baldosas. Tan solo la otra noche estaba aquí conmigo. Miro mis manos, mis dedos. Mis nudillos enrojecidos por el calor. Trazo las líneas de los azulejos. Me odio por haberle hecho daño.

Cierro la llave del agua y salgo de la ducha, cubriéndome con una bata blanca. En el espejo empañado, el reflejo distorsionado de mi rostro me espera.

— ¿No te avergüenzas de ser tú? — me burlo, como si alguien más fuese a escucharme, pero no hay respuesta, solo el bastardo reflejo de mis crudos ojos. — Ella está mejor sin ti y lo sabes. Se preocupaba por querer ser lo tú querías y tú fuiste quien no pudo darle lo que merecía. Maldita. Ella tiene razón. Eres una maldita.

❝𝑭𝑰𝑭𝑻𝒀 𝑺𝑯𝑨𝑫𝑬𝑺 𝑶𝑭 𝑴𝒀𝑶𝑼𝑰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora