Capítulo 35

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Esas simples palabras encienden el fuego dentro de la menor y la obligan a actuar  bruscamente, estampando su boca contra la de su novia, atrapando sus llenos labios en un tórrido beso que les quita el aliento.

Se separan en busca de oxígeno, instantes en los que Mina se deshace de su camiseta sobre su cabeza y la arroja hacia el suelo, ayudando posteriormente a Nayeon con su vestido. Rápidamente, la japonesa se quita el calzado mientras la coreana la espera, es una gran ventaja que ella ya esté descalza.

Sube la vista y se centra en el cuerpo de piel lechosa y suave de la mujer frente a ella, lleva un sostén blanco y bragas a juego, tienen un pequeño ribete de color celeste que le dan un toque adorable a la prenda. Pero sin duda, lo que más ama Mina es la zona oscurecida en la ropa interior, su novia claramente está excitada.

Mina le toma una mano y la conduce a la cama, Yeon se sienta, recibiendo un pequeño empujón que la insta a subir y acomodarse al centro del colchón. Mina trepa sobre ella, con los vaqueros aún puestos, cosa que hace que la coreana se remueva algo incómoda, el roce de la tela áspera no es tan agradable.

— Ten paciencia, la espera vale la pena.

La suave palma de Myoui se desliza por el plano abdomen de Nayeon y presiona sobre la tela de sus bragas, las piernas de la mayor tiemblan, sus rodillas se juntan por impulso, pero rápidamente unas calientes y fuertes manos se encargan de flexionar sus piernas y separarlas.

— No te muevas, nena.

La japonesa baja de la cama y la rodea, toma algo de una de las vitrinas, un par de cuerdas rojas finas perfectamente enrolladas, se las pone en la muñeca y luego va por algo al pequeño mueble junto a la puerta, saca de uno de cajoncitos un antifaz de seda oscura. Cierra todo con cuidado y vuelve junto a su novia.

Im dirige la mirada a las manos de su amada cuando le toma una de las suyas, entonces se percata de los anillos grandes y dorados soldados al dosel. Sharon no tarda en unir a ellos las cuerdas y rápidamente rodear las muñecas de la contadora con un nudo flojo que no lastime su piel, pero que tampoco le permita soltarse fácilmente. 

— ¿Qué haces? — pregunta con cierto temor aflorando en su voz.

— Nayeonnie, ¿Confías en mí?

Y sólo basta con aquellos ojos sobre los suyos para que todo rastro de duda o inseguridad desaparezca, ahora algo despierta dentro de ambas, un sentimiento mucho más fuerte que los anteriores. 

—Confío en ti, Minari.

La nombrada termina su tarea y toma la seda oscura, pidiéndole a su novia que levante un poco su cabeza para poder cubrir sus ojos con el antifaz. Al hacerlo, se agacha y alcanza el oído de la chica, susurrando allí con voz acaramelada.

— Hoy no haremos el amor, solo, déjame follarte.

Nayeon jadea, su voz sufre un temblor y causa que la respuesta se corte. 

— Tómame... Soy tuya.

Mina le aparta algunos cabellos de la frente para dejar un suave beso allí, se levanta y regresa a la cama, quitándose los vaqueros y trepando sobre el cuerpo estático de la otra.

— Recuerda estas palabras, amarillo es por si te duele mucho, y solo di rojo cuando quieras que me detenga, ¿está bien?

Nayeon no sabe cómo podrá recordar o decir aquello en caso de necesitarlo, pero de igual modo responde como una aprendiz obediente. 

— Está bien.

Hay una pequeña brecha de silencio en dónde Mina se dedica a observar orgullosa su trabajo, la imagen es digna de pintar en un lienzo, uno que solo ella colgaría en su pared, pero seria suficiente que tan solo sus ojos tuvieran el placer de verlo, porque Nayeon de alguna forma es suya, y el tener ese honor la descontrola. Esta segura de que teniendo allí a la mujer que ama, no va  a poder contenerse en absoluto. 

❝𝑭𝑰𝑭𝑻𝒀 𝑺𝑯𝑨𝑫𝑬𝑺 𝑶𝑭 𝑴𝒀𝑶𝑼𝑰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora