Capítulo 51

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Nayeon

Los segundos se hacen eternos por el silencio entre nosotras, no he sido capaz de responder a la afirmación de Mina, ya que estoy demasiado concentrada en tratar de respirar con normalidad y no colapsar sobre su cuerpo por las repentinas olas de calor que me arrasan una y otra vez.

Su tibio aliento envuelve mi boca, en un segundo la tengo deslizando su diestra por mi cuello para acomodar hacia atrás los mechones largos de mi cabello y su boca asaltando mis labios con un deseo latente. Sus belfos separan los míos y desliza su húmeda lengua contra la mía. Jadeo sin pensarlo, sus besos se sienten tan bien que no puedo evitar elevar mi torso para aferrarme a su cuerpo en busca de mayor contacto.

Sus manos abandonan mi rostro y se pasean por mi cintura sin descaro alguno, apretando tan fuerte que me retuerzo. Mina se aparta, me mira con esos ojos que tienen ese deseo casi animal por poseer cada parte de mi cuerpo.

Sin decir nada, me ayuda a bajar de la mesa de billar y envuelve mi mano con la suya, tirando de mi brazo y haciendo que mis débiles piernas la sigan fuera de la habitación y pronto rumbo a las escaleras. En el primer escalón ella se detiene y me acorrala contra la pared para besarme con ímpetu y morder mis labios, logrando entonces zafarme de la camiseta sin que casi sienta el roce de la ropa en mi piel afiebrada.

— ¿Dónde me llevas?

Pregunto, sabiendo que su cuarto se encuentran en la planta baja.

— Calla, solo concéntrate en mí.

Su hablar demandante no me deja mayor opción que solo pasarle los brazos por sobre los hombros y dejarla besarme con esas ganas contenidas que ha tenido estos días. Cuando intento acariciar su nuca, me coge las manos con brusquedad y las empuja por sobre mi cabeza contra la pared.

— Estoy haciendo lo que pediste, por eso mismo no lo haremos en mi habitación.

— Pero yo…

— Sí, tú perdiste y me diste a escoger lo que yo quisiese si ganaba. Lo que quiero es complacerte.

Me está llevando al cuarto rojo. Ahora lo comprendo. Mi Dios, creo que es momento de ponerme a orar porque no sé qué planes ocupará su mente en este momento.

Entre besos torpes y tropezones llegamos hasta la puerta del final del corredor y sin perder tiempo ella la abre y me deja pasar. Observo a mi alrededor, todo sigue igual, el mismo aroma a cuero y cítricos, las luces bajas y el satén rojo de la cama en el centro. Pero hay algo que ha cambiado notablemente. La actitud de Mina.

No lleva más que esos benditos vaqueros que me matan y un bralette negro, su camiseta se ha perdido en algún lugar de la habitación. Se le contraen los músculos del abdomen por la respiración agitada, tiene los ojos oscuros, lascivos, hipnóticos.

Su faceta más cruda y animal.

Me corre la sangre por todo el cuerpo y la siento quemar cuando pasa por mis extremidades. Adrenalina pura.

Entonces, su voz me llena los oídos.

— Desvístete y arrodíllate.

— ¿No puedes hacerlo tú por mí?

Mi pedido es bajo y tímido, pero verdaderamente deseo sentir sus manos recorriendo mi cuerpo para calmar la inquietud de mis latidos.

— Fue una orden, no un pedido.

Bien, entonces así haremos esto. Doy un paso hacia atrás y me quito lo que me queda, las manos me tiemblan con torpeza mientras ella permanece de pie con ese semblante frío.

❝𝑭𝑰𝑭𝑻𝒀 𝑺𝑯𝑨𝑫𝑬𝑺 𝑶𝑭 𝑴𝒀𝑶𝑼𝑰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora