CAPÍTULO 2 - Parte 2: EL DÚO PERFECTO

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El baño de chicos era enorme. Había una hilera de lavabos con unos cuantos recipientes de metal con jabón a los lados, un par de toallas colgadas de sus toalleros para secarse las manos y unos muebles con cajones, los cuales Owain abrió para comprobar que en su interior se encontraban las toallas de baño, de colores azules unas y blancas otras, pero todas con el logo de la Academia bordado en dorado. Cogió una de las blancas y se dirigió a las duchas, que tan solo estaban separadas unas de otras por una pared de piedra, de manera que el resto de personas podrían verle desnudo. Por suerte para él, había tres duchas-cabinas con las puertas de cristal opaco para aquellos que prefirieran ducharse en la intimidad. No estaba dispuesto a que nadie viera la extraña marca que decoraba su pecho. La marca que lleva con él desde la noche que no puede recordar, la noche en que mataron a sus padres.

Se introdujo en una de ellas, la única que no estaba ocupada y abrió el grifo. El agua salió tan caliente que le quemó la piel, dejándole la zona algo colorada. Tuvo que bajar unos cuantos grados el agua para poder introducirse bajo el chorro de agua, que discurría desde su cabeza hasta sus pies, pasando por su pecho y su marca, la cual contemplaba con una mezcla de muchos sentimientos: curiosidad, vergüenza, rabia, impotencia...

Para no seguir dándole vueltas al mismo asunto que le corroía desde aquel día, decidió hacer un repaso de su primer día en la Academia. Pensó en su casi rechazo nada más llegar allí, su primer encuentro con Kenzo Whitewall, su enemistad con Vito, el altercado con el gato de Mina, el accidente con el fuego en la cafetería y las artes marciales de la preciosa Rinka Steel. Cuando ya se había relajado, se enjabonó todo su cuerpo, se enjuagó, se secó un poco con la toalla y se puso la ropa, que la había dejado colgada de la puerta para no tener que salir con el pecho al descubierto a cogerla. Entonces, salió.

—¿Es que eres un mago tóxico y por eso te tapas?

Un par de chicos habían arrinconado a otro en una esquina. Estaba todo mojado, pero vestido con su ropa interior y una camiseta negra lisa, que se pegaba a su cuerpo por el efecto del agua. Probablemente, quiso ducharse en alguna de las duchas privadas, pero estaban todas ocupadas en ese momento, y se duchó con la camiseta puesta. El chico solo miraba hacia el suelo, sin responder, mientras las gotas de agua colgaban de su oscuro flequillo, aunque al darle la luz de los focos del techo, se podían ver reflejos verdes.

—Vamos, ¿Qué ocultas? —El otro chaval intentó levantarle la camiseta, pero éste se zafó con una rápida maniobra y le golpeó la mandíbula con el codo, para después agarrar el brazo del otro, retorcérselo y hacerle hincar rodilla, emitiendo quejas de dolor.

—No me toquéis —expresó con rabia, sin apenas separar un labio del otro, con la mandíbula tensa y los ojos clavados en el chico agachado. El que fue atacado en primer lugar cogió uno de los recipientes de jabón y se dispuso a golpear la cabeza del chico de reflejos verdes, pero Owain lo detuvo a tiempo, agarrándole el brazo en el trayecto.

—Dejadlo en paz.

—Si oculta su piel seguro que es por las secuelas de su magia tóxica, podría infectarnos a todos —exclamó alterado el que sujetaba aún el jabón, que seguía sujeto por Owain.

—¿No has pensado que quizás es simplemente tímido?

—¡Puede ser! ¡Puede ser! —gritó dolorido el otro, con los ojos cerrados con fuerza, que le daba la razón a Owain desesperadamente con tal de que le soltaran el brazo—. Lo sentimos.

Ambos salieron rápidamente del baño, cogiendo sus pertenencias de una cesta de mimbre que había para depositar todo tipo de objetos personales antes del baño. Las miradas de Owain y el chico agredido se cruzaron, y aunque no pronunciara ninguna palabra, su mirada expresaba gratitud, y Owain asintió.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora