La verja metálica se abrió y por fin puso un pie en casa. Recorria el jardín de la entrada por el camino de piedra que conducia a una pequeña plaza con una fuente, junto a la entrada, decorada con columnas blancas. La puerta de la entrada se abrió y no fue Georgia, la criada, quien la recibió, sino Nana.
—Ya era hora de que nos visitaras —dijo ella con los brazos sobre las caderas.
—Lo sé, pero desde que llegué a la academia ha sido un día de locos tras otro. Hoy es el primer dia que nos han dado libre.
—Bienvenido a casa.
El interior de la casa había cambiado ligeramente. Parecía como si hubiese cambiado algunas cosas de sitio, o quizás Owain no se había parado a observar con detenimiento algunos objetos decorativos que ahora le llamaban la atención.
—¿Qué? ¿Te ha cambiado hasta el gusto en la decoración en tan pocos días?
—No. No es eso. Es solo que ahora veo algunas cosas algo... innecesarias. Como esto... ¿qué es esto? —dijo él señalando una estatua de porcelana de un metro de altura.
—Es una estatua importada de las mismísimas tierras nevadas de Hiberum. Siempre ha estado ahí. De pequeño incluso jugabas con ella y Cleodia te regañaba siempre que lo hacias —añadió con una pequeña risa al recordar aquella imagen.
—Mamá... —murmuró él—, apenas me acuerdo de eso. Bueno, si a ella le gustaba, déjala.
—¿Sabes? Los inquilinos de la casa de Y'thaka no han renovado el contrato de alquiler y se van a Ferrabellum —dijo Nana siguiendo a Owain por las escaleras de camino a su habitacion.
—Bueno, pues busca otros, o véndela si te da muchos problemas. Me da igual —respondió con indiferencia. Nunca había estado interesado en las propiedades de la familia.
—Lo decía porque quizás te interese decorarla a tu gusto, ya que has desarrollado tu propio gusto de la decoración. Y como la academia está justo en esa ciudad...
—¿En serio me dejarías vivir allí solo? —pregunto incrédulo con una inevitable sonrisa de esperanza.
—Bueno, vivir solo no. En fin, aun te quedan unos meses para la mayoría de edad. Tienes que quedarte en la academia. Pero si quieres... algún que otro día te puedes escapar allí con alguna chica... —insinuó ella mientras le ayudaba a deshacer la maleta.
—¡Nana! —exlcamó él sonrojado.
—Bueno, quiero decir que puedes hacer lo que te de la gana con esa casa. Siempre has sido muy responsable, asi que me fio de ti. Pero solo para días puntuales eh —puntualizó ella levantando el dedo índice.
—Genial.
Al sacar la última prenda de la maleta, unos vaqueros de color gris oscuro, golpeó sin querer un marco de una foto que había en la mesilla y tuvo que moverse rápidamente para evitar que se estrellara contra el suelo. Al observarla, le vinieron recuerdos agridulces, ya que era una foto familiar de él con sus padres en la playa, de vacaciones en el Distrito Tierra.
—Nana... —dijo él con voz suave—, ¿te acuerdas de ellos?
—¿De tus padres? —respondió ella al quitarle los pantalones de la mano para colgarlos ella misma en el armario—. Claro. Ya sabes que Cleodia y yo éramos como hermanas. Me acuerdo de ella cada vez que te veo. Eres su viva imagen.
Una sonrisa de oreja a oreja apareció inevitablemente en el rostro de Owain y observó a su madre en la foto, cuando aún tenía unos treinta años. Era muy guapa, con el cabello dorado y una sonrisa que transmitía paz. Su padre, por el contrario, tenía el cabello más oscuro, de un castaño que se acercaba al tono negro. Su rostro era más firme y, aunque también sonreía, era más disimulada que la de su madre. Quizás fuera la sonrisa por la que él parecía mayor que su madre, aunque realmente tuvieran casi la misma edad.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...