CAPITULO 10 - Parte 3: OBLIVION

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El entorno que rodeaba a Owain en este momento no podía ser más idílico. Parado en el jardín de la mansión rodeado de preciosas y llamativas flores perfectamente cuidadas por Nana, bajo la luz del anochecer, sujetando su espada frente a Frederick en un duelo amistoso. Eran los requisitos necesarios para llevarle de vuelta a los buenos tiempos cuando practicaba esgrima con Fred bajo la supervisión de su padre.

A pesar de todo, para Owain no era un combate de entrenamiento más. Quería demostrarle al hombre que le había enseñado tanto que ya no era el mismo niño con el que jugaba hace años. Y para eso, tenía que ganarle.

Ambas espadas chocaron en un primer toque con lentitud, a modo de inicio. Pero en seguida los tajos comenzaron a ser más y más fuertes. Fred avanzaba sin detener sus estocadas, haciendo que Owain retrocediera hasta escudarse tras un arbusto alto y verde perfectamente podado. Escuchó el sonido de la espada cortar el viento y se agachó rápidamente. La espada cortó el arbusto de una manera limpia.

—¡Frederick, cuidado! —gritó Nana que estaba apoyada en la pared de la entrada a la casa.

—Tranquila Nadia, el chico sabe defenderse.

—¡Lo digo por el seto, merluzo! ¿Sabes cuantas horas le dedico al jardín?

Los aceros volvieron a encontrarse mientras se iban moviendo por todo el jardín, acompañados por los sonidos y gestos de preocupación de Nana. Hasta que finalmente Owain consiguió con relativa facilidad desarmarle, acabando de rodillas con el filo de su espada rozando la pierna de Frederick.

—Has mejorado mucho, renacuajo —dijo Frederick acercándose a recoger su espada del suelo—. Ya manejas con soltura la 'Oblivion'.

—¿La Oblivion? —preguntó Owain frunciendo el ceño.

—Tu espada, ¿no lo sabias? Así es como la llamaba tu padre.

—Oblivion —repitió Owain observando detenidamente la empuñadura de la espada.

—Esa espada llevaba en posesión de tu padre desde que era niño, espero que la cuides bien.

—¿Cuándo me la dio? No lo recuerdo —preguntó Owain intercalando su mirada entre Frederick y Nana.

—El dia de tu cumpleaños... —intervino Nana—. El día que pasó todo aquello.

—Ah... —expresó Owain con tristeza—, entiendo.

—Lo siento Owain. —Frederick se acercó y le apoyó la mano en su hombro—. Si hubiera estado aquí, quizás hubiera sido diferente.

—O igual hubierais muerto también —dijo Owain —. Siempre he agradecido que os fuerais de viaje por mi cumpleaños, aunque en su momento me enfadara.

Los tres rieron al recordar la pataleta que se cogió Owain cuando se enteró que no estarían el dia de su cumpleaños.

Una gota de agua que caía del cielo cayó sobre la coronilla de Owain. Miro hacia el cielo y pudo ver como caían gotas de lluvia muy finas a través del reflejo que emitía el foco que estaba colgado en la pared del jardín. Nana se acercó a ambos y colocando sus manos sobre sus espaldas se los llevó hacia dentro para resguardarlos de la lluvia.

Owain fue directo a la cocina y, tras analizar con detenimiento el interior del frigorífico, decidió que una manzana sería suficiente para saciar su apetito esta noche. La lavó, y sin pelarla se la llevó a la boca. Salió de la cocina y se encontró a Nana observando un retrato de pintura de Cleodia en el pasillo.

—Era preciosa, ¿verdad? —le dijo Owain.

—Dale gracias por esos genes. Aunque tu padre también era muy atractivo, ella era como un ángel.

—Siempre la vi de esa manera, como un ángel. Aunque cuando se enfadaba era como un demonio —dijo con una corta risa.

—Claro, es que siempre te escapabas de la mansión y te ibas a jugar con tu amigo a la ciudad.

—Y ella siempre acababa encontrándome —completó Owain sin dejar de mirar el retrato.

—Era muy fácil con su magia espacial.

—¿La usaba conmigo? —preguntó Owain sorprendido, que había dejado de mirar el retrato por primera vez en la conversación.

—Claro. Ella podía ver lo que ocurría en diferentes espacios. Yo siempre le decía que era 'el ojo que todo lo ve'. Así que por eso tardaba tan poco en encontrarte.

—Eso no lo sabía.

—¿Vas a cenar solo eso? —dijo Nana señalando la manzana—. Puedo decirle a Georgia que te prepare algo.

—Oh, no. Esto es suficiente. He comido mucho y quiero irme a dormir ya. Mañana me gustaría volver temprano y tengo que coger el tren.

—Bueno, como quieras. Te he puesto sábanas nuevas. Avísame mañana antes de irte, eh. Buenas noches. —Nana se despidió con un tierno beso en la mejilla y entró en la cocina.

Owain se quedó un rato más observando el retrato de su madre y luego se dirigió a su habitación. Sacó el pijama que había traido del armario, se lo puso y se metió en la cama, no sin antes consultar su teléfono móvil. Tan solo tenía un mensaje de Shiro:

— «¿qué tal el regreso a la vida de lujo?»

Le puso «tengo casa en Y'thaka» y él le respondió con un emoticono de una bola de discoteca. Owain rió, puso el móvil en silencio y se durmió.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora