Mina y Tharja se agachaban frente al gran agujero que había en el lugar donde hace unos minutos se encontraban Owain, Piers y Devi. Se sujetaban con las manos en el borde e intentaban vislumbrar algo al final de la oscuridad, usando para ello sus linternas.
—¡Owain! ¡Piers! ¡Devi! —gritaban ambas buscando alguna respuesta que proviniera del fondo del agujero.
—Seguro que están bien, son fuertes. Y si Devi está bien, todos lo están —dijo ella intentando convencer tanto a Mina como a si misma—. Sigamos buscando.
En cualquier otra ocasión la prioridad seria encontrar a sus compañeros, pero aquí y ahora, lo único que le importaba a Tharja era su hermano. Mina lo sabía, al igual que sabía que si el resto estuvieran con ellas sería mucho más fácil encontrarlos, pero no podía pedirle que no se preocupara de su hermano, así que se limitó a seguirla por una de las bifurcaciones.
—¡Oli! —gritaba Tharja con las manos curvadas rodeando la boca—, ¡Oliver!
—¿Es el nombre de tu hermano? —preguntó Mina
Tharja asintió con la cabeza, sin dejar de gritar su nombre, que resonaba por toda la cueva con fuerza. La emoción de preocupación era claramente visible en su rostro y de alguna manera se la contagiaba a Mina.
—Debe ser bonito querer tanto a la familia como vosotros os queréis. —El dulce tono con el que lo dijo hizo que Tharja dejara de gritar y mirar en todas direcciones para solo mirarla a ella—. El abrazo entre tú y tu madre fue puro amor. Hacía tiempo que no veía un gesto de cariño tan verdadero.
—Lo siento si te recordó a tu pasado —dijo Tharja sintiéndose culpable.
—No te preocupes —contestó ella negando con la cabeza—. Es bonito ver que grandes amigas como tú tienen la suerte que yo no tuve. ¿Qué tal es tu padre? No lo vi en la casa y tampoco parecía estar fuera con el grupo de familiares.
Tharja se detuvo en seco, con la cabeza agachada. Mina también se detuvo y la miraba extrañada. Su expresión había cambiado totalmente.
—Lo siento, murió, ¿verdad? No lo sabía —se disculpó en esta ocasión Mina atacada por la culpa.
—No. No murió. Yo lo maté.
Era la tercera larva que Oblivion atravesaba, pero seguían viniendo de par en par, mientras que Piers había conseguido deshacer la mayor parte de las rocas. Devi ya había despertado, pero se mantenía tras Owain, asustada viendo cómo las larvas le atacaban sin cesar.
—¿Qué te queda? ¡Vas muy lento!
—Devi, dile al capullo este que se calle y siga a lo suyo —dijo Piers con esfuerzo.
—Owain, dice Piers que te calles y sigas a lo tuyo, capullo —repitió ella.
—Ya lo he oído.
La pared se había derribado lo suficiente como para que los primeros niños, los más pequeños, comenzaran a atravesarla con cuidado, siendo ayudados por Devi, y curando a los que presentaban algún tipo de herida.
Tres larvas se encontraban amenazantes ante Owain, que continuaba extendiendo su espada con la mano derecha al mismo tiempo que iluminaba con la pulsera para no perderlas de vista. Vio como una de ellas empezó a deslizarse por la pared hacia arriba, de manera que no podía alumbrar a esa o perdería la visión de las otras dos.
—Tened cuidado, he perdido a una. Debe estar por el techo.
—Solo tienes una cosa que hacer y lo haces mal —se quejó Piers.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...