En la mesa de la cafetería solo se hablaba de una cosa: Soley O'Connor. Mientras que algunos chicos hablaban de su delantera, las chicas hablaban de lo preciosos y exóticos que eran sus ojos. El genoma M podía significar un cambio estético positivo o negativo. Había algunos alumnos que pensaban que eran demasiado brillantes y otros que eran demasiado bonitos, como dos perlas de oro.
—¿Conocéis a alguien más aparte de Ari y Soley que tengan manifestaciones del gen M? —preguntó con curiosidad Vito.
—Mina —respondió Piers entre bocado y bocado.
—Es verdad. Pero hay que fijarse bien para darse cuenta. Pupilas en forma de espiral, no es como los ojos dorados de la profe.
—Creo que Tharja también. La claridad de su pelo no puede ser natural —añadió Piers—. Quiero decir, es plateado. No es normal.
—Creo que es rubio platino.
Owain llegaba a la cafetería para comer y, tras pedir su menú del día, que incluía ensalada mixta y filetes de ternera a la plancha, fue a buscar asiento. Ninguno de sus amigos más afines estaban por allí, los únicos con los que había tenido trato eran Vito y Piers que estaban sentados juntos en una mesa. Sabía que no le caía bien a ninguno de los dos, así que decidió sentarse solo en la mesa más pequeña.
En la televisión estaban emitiendo las noticias, aunque el volumen era realmente bajo y no podía oír nada. Tan solo veía imágenes. Imágenes que le sonaban. No fue hasta que vio su propio perfil cuando se dio cuenta que estaban emitiendo las imágenes del accidente del tren provocado por las Pesadillas.
Owain pidió rápidamente a la camarera que subiera el volumen, y todo el mundo pudo oír como la periodista narraba los hechos ocurridos hacia un par de días. Fueron unos días tan intensos que no recordaba ni la mitad de los detalles que estaban contando en televisión. Owain estaba tan sumergido viendo las imágenes inéditas que mostraban sobre el accidente, que no se percató de que toda la cafetería tenía sus ojos puestos en él.
—¡Owain! —exclamó Sirsa que acababa de cruzar la puerta de la entrada, y corrió hasta él acelerada—. Necesito que vengas conmigo.
—Vale —contestó con inseguridad—, ¿a dónde?
—A una misión —Sin decir una palabra más, se sentó en la otra silla que había en la mesa y le robó un trozo de carne de su propio tenedor, que se llevó a la boca.
—¿Cómo que a una misión? ¿No es Vito tu compañero? Ahí lo tienes —dijo señalándole con indiferencia. Ahí fue cuando se dio cuenta que tanto él como el resto les estaban mirando.
—Es una misión de refuerzo. Ya sabes, misiones en las que podemos elegir compañeros individualmente.
—¿Y por qué yo? ¿Por qué no la perfecta Rinka, el musculoso Piers o la cerebrito Tharja?
—Es un bosque —dijo ella como si fuera todo lo que necesitaba saber. Pero Owain la miraba esperando una continuación—. Eres un mago de fuego, como yo, en un bosque es más fácil aumentar nuestro poder porque casi todo es inflamable.
—Vaya. No lo había pensado. No te ofendas, pero no pensé que fueras tan lista —dijo recuperando su tenedor de las manos de Sirsa.
—De hecho, se lo pedí a la cerebrito Tharja y fue ella la que me aconsejó —confesó ella—. Pero no te sientas un tercer plato, tú eras igualmente la siguiente opción.
—¿Tercer plato? ¿Quién era el primero?
Sirsa miró por encima del hombro de Owain con una sonrisa y saludó con la mano. Después, señaló con la cabeza para que él se girara. Eso hizo y vio a la pequeña Devi Roth saludando desde el otro lado de la puerta de cristal.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...