CAPITULO 14 - Parte 2: LA PETICION

59 4 0
                                    

En la clase de Carla Alessio todos hablaban de lo mismo: los exámenes. Por supuesto, todo eran quejas. Hasta que la profesora los mandó a callar.

—Aprovechando la visita de nuestra presidenta hoy hablaremos de ella —explicó, escribiendo el nombre de la presidenta y creando un perfecto holograma a tamaño reducido de su persona—. Hilda Castleback, una simple carente. Pero una mujer fuerte, con carisma, que no necesita la magia para llegar a donde quiere.

—¿Cómo pudo llegar una Carente a la cima de la política en la revolución de los magos? —preguntó Vito.

—Pues la elegimos nosotros mismos. Era una de las pocas cabezas visibles de la política que estaba a favor de la igualdad entre magos y carentes. Y no solo eso, ¿alguien sabe cuál fue el detonante de su nombramiento como presidenta?

Una vez más, todos miraban a Tharja impacientes de escuchar la respuesta de su boca, como siempre.

—No me miréis —dijo ella devolviendo la mirada a cada uno de ellos—. Os juro que esta vez no lo sé.

—Bien, pues quiero un trabajo sobre Hilda Castleback para el próximo día.

—¡Venga ya, mamá! —exclamó Sirsa, entre otros quejidos—. Tenemos que estudiar y entrenar para los exámenes estos que nos ha puesto la presi...

—¡Oh, es cierto! Tenía que daros los detalles sobre eso también —dijo ella borrando el holograma de Hilda y creando uno nuevo, basado en tres pilares—. El examen estará compuesto por tres partes claves: Teoria, magia en solitario y magia en equipo. Tenéis que aprobar como mínimo el teórico y al menos uno de los otros dos exámenes.

—¿Qué pasa si suspendemos dos de los tres? —preguntó Owain.

—Pues... seréis expulsados.

—Estoy jodido —susurró Shiro.

—¡Rinka Steel! —exclamó la profesora Alessio—. ¿Estás escuchando? Esto es importante para tu futuro.

—Si —respondió ella con la voz apagada—. Estaba distraída, lo siento. No volverá a pasar.

—Una cosa más antes de seguir con la explicación: el trabajo sobre Hilda Castleback podéis hacerlo en parejas, no es necesario que sea con vuestras parejas corrientes. Ahora, sigamos hablando de política...

Al acabar la clase, Tharja se levantó rápidamente y se dirigió a Owain:

—Owain, he visto que te interesa el tema y como vienes de una familia de nombre y tal y seguro que sabes de política... he pensado que quizás quieras hacer el trabajo conmigo —sugirió Tharja apoyada en la mesa.

—¿Y qué pasa con Mina? Pensaba que lo harías con ella.

Owain guardaba los libros en su cartera sin mirar a Tharja, pero cuando vio que su dedo se elevaba y señalaba en una dirección, alzó la vista, y vio a Mina y Piers hablando muy cerca el uno del otro.

—Ah —dijo Owain intentando fingir desinterés.

—Bueno, ¿entonces qué?

—Vale. Me parece bien. Así me aseguro una buena nota.

—Genial —dijo ella antes de marcharse a recoger sus cosas.

Shiro vino de estar con Liara y se dirigió también a Owain:

—¿Cuándo quedamos para hacer el trabajo este?

—Oh, mierda —murmuró—. Verás, ya he quedado con Tharja en que sería su compañero en este trabajo.

—Pero tío... —repuso él algo molesto.

—Lo siento, estaba distraído y le dije que si sin pensar.

—¿Y ahora qué hago yo? Necesito aprobar.

—Ponte con Liara.

—He dicho que necesito aprobar... No es justo, mis dos únicas opciones os habéis puesto juntos. Sois los únicos que podríais salvarme del suspenso.

—Eso no es cierto, hay gente más aplicada que yo.

Rinka pasó por al lado con la cabeza agachada, sumergida en sus propios pensamientos y Owain se dio cuenta, así que se disculpó con Shiro y la siguió hasta la puerta de su habitación. Llamó a la puerta con sus nudillos y tras un breve silencio, se abrió.

Rinka sujetaba su camiseta arrugada y la colocaba delante de su pecho para cubrirse. Owain pudo ver los tirantes de su sujetador y rápidamente se ruborizó.

—Lo siento —dijo él cerrando con fuerza los ojos.

—Solo es ropa interior —repuso ella—. Pasa. Quería hablar contigo.

Rinka le agarró del brazo y lo metió dentro de la habitación como si fuera succionado, y luego cerró la puerta. Se acercó a su armario y se puso una camiseta de tirantes de color negro, y luego le dio la vuelta a Owain, que se había girado de la vergüenza.

—¿Para qué has venido?

—Te he visto preocupada en la reunión con la presidenta y me he imaginado el motivo... pero quería asegurarme de que estas bien.

—Aizen Cobalion es mi mejor amigo de la infancia —comenzó a explicar sin que Owain le preguntara—. Sus padres murieron en el Levantamiento al igual que los míos y mi abuelo prácticamente lo adoptó. Juntos entrenamos con él y nos convertimos en amigos y rivales. Pero...

—¿Pero?

—¿Recuerdas en el tren de camino a El Cubil? Cuando te ataqué bajo el efecto de las Pesadillas. En ti veía a Katrina, pero luego cuando vi a Shiro... En él veía a Aizen.

—Pero lo quisiste matar también, ¿no es tu amigo?

—Ahí quería llegar. Aizen comenzó a jugar con su magia oscura y Katrina lo encontró. Comenzó a enseñarle trucos para hacerle más fuerte y al final le comió la cabeza hasta el punto de que asesinara a mi abuelo. Delante de mí.

A Owain se le erizó la piel.

—Decía que así sería más fuerte y podría vengar a sus padres. Era lo único en lo que pensaba. Cuando me enteré, intenté detenerle, pero Katrina me detuvo sosteniendo su daga oscura en mi cuello. —Rinka se llevó la mano al cuello y se acarició la cicatriz negra que decoraba su piel—. Por eso pude percibir que ella vino a la academia. Cuando está cerca, la cicatriz comienza a arder. Todo es culpa suya. Esa mujer me quitó lo único que me quedaba, tanto a mi abuelo como a mi mejor amigo con un solo movimiento.

—Pero —interrumpió Owain—. ¿Por qué te preocupa que vayan a ejecutar a Aizen? ¿No deberías estar aliviada?

Rinka negó con la cabeza.

—Aizen sufre por la magia oscura que alberga en su interior. ¿Recuerdas a los repudiados? Aizen es como ellos. Él no decidió nacer con esa magia. Al principio renegaba de ella y nunca la usaba. Por eso aprendió artes marciales. Pero esa mujer encontró en la sed de venganza la llave a su oscuridad más profunda. Aizen puede ser salvado.

—Rinka... —Owain llevó su mano al brazo de Rinka y lo rodeó con ella—. Ya han decidido ejecutarlo, no creo que se echen atrás.

—Pues lo sacaré de ahí —dijo ella con convicción.

—¿Qué? —preguntó Owain confundido—. ¿Estás loca? No puedes sacar a un prisionero de la prisión.

—Creo que sí puedo —dijo esta vez con menos convicción—. Hay una manera que quizás...

—Rinka, el gobierno dispone de la mejor tecnología del mundo. Un pie allí dentro y sabrán que estas allí. Es imposible.

—Hay una persona que podría ayudarme —dijo ella recuperando la decisión. 

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora