La espesura blanca del aire impedía ver más allá de escasos centímetros. Shiro solo escuchaba pisadas alrededor suyo, sin tener la certeza de si eran las de sus compañeros o las de Heather. No tardó en averiguarlo. La muchacha de la Nueva Inquisición apareció frente a él cruzando las espadas sobre su torso, sin provocarle otro efecto más allá de un arañazo en su invulnerable piel. Luego, retrocedió y se volvió a camuflar. Una mano lo agarró del brazo y lo acercó. Todos se habían reunido en un mismo punto tal y como había sugerido Tharja. La maga de viento cerró los ojos y levantó un velo de viento de gran diámetro que los envolvió, protegiéndoles. Shiro estaba impresionado, y algo celoso. Hace unos meses tan solo podía levantar un muro de viento y ahora era capaz de rodear un grupo de personas en un velo de viento infranqueable, otorgando protección en un ángulo de trescientos sesenta grados.
Chispas de fricción centelleaban al otro lado del velo. Los ataques de Heather eran incesantes y rápidos.
—No podemos estar aquí todo el día —dijo Vito—, tenemos que hacer algo.
—Tienes toda la razón —secundó Rinka, que se acercaba al velo crujiéndose los nudillos. Dio un saltito y atravesó el viento con facilidad. La magia de Tharja protegía de fuera hacia dentro. Era una protección unilateral.
La circulación del viento permitía ver algo a través de la densa niebla, pero no lo suficiente. Sin dar siquiera un paso, Rinka recibió un corte en la cara y luego una puñalada en la espalda. Shiro se decidió a salir y ayudarla, pero un gesto de Rinka le detuvo en seco.
—¿Es que no has visto donde me ha atacado? —Shiro llevó sus ojos a la espalda de su amiga. A pesar de la densidad del aire, pudo distinguir el color rojo que manchaba su ropa—. Déjamelo a mí.
Enseguida desaparecieron sus heridas y comenzó una inútil búsqueda con la mirada, intentando penetrar en la niebla. Para cuando veía la figura nublosa del enemigo, sus espadas ya le habían cortado. Aunque estaba cubierta de sangre, pocos segundos después todas sus heridas habían cicatrizado con éxito. Sin embargo, el dolor comenzaba a acumularse y se sentía cansada. Con esfuerzo, levantó su tembloroso cuerpo del suelo y adoptó forma de cruz, con los brazos alzados en horizontal, y con los ojos cerrados. Estaba pidiendo a gritos una puñalada directa. Era un desafío que Heather no dudó en aceptar. Se lanzó contra ella y le hundió las dos espadas en el estómago. Y con ambas espadas clavadas en su cuerpo, Heather quedó de alguna manera desarmada. Rinka agarró ambos brazos con fuerza, rodó su espalda sobre el suelo hacia atrás y con su pierna derecha sobre la barriga de Heather, la lanzó con fuerza hacia el viento de Tharja, que la rechazó con fuerza lanzándola por los aires.
Rinka, con ambas espadas aun clavadas en su cuerpo, se acercó a ella, que intentaba reincorporarse. Le pisó la mano, y de un puñetazo en la cara, le arrancó el colgante. Lo sostuvo un momento en la palma de su mano, admirando la belleza de aquella joya con duda. Finalmente la estrujó con fuerza y la hizo pedazos, dejándolos caer comouna llucia cristalina. Agarró los pomos de las espadas y se las sacó de sí misma, gesto acompañado de un callado grito de dolor.
Al destruir el colgante, la niebla comenzó a disiparse e inevitablemente el grupo de magos lo celebró con una sonrisa, entendiendo que Rinka había ganado, a pesar de no haber podido ver nada de aquella confrontación. Cuando la niebla se despejó lo suficiente, vieron que Brays estaba junto al velo de viento con su gran mazo alzado. No se preocuparon, estaban totalmente protegidos. Y, efectivamente, el mazó no consiguió atravesar el viento. Pero el golpe provocó un agudo estruendo que penetró en los oídos de todos. Se llevaron las manos a las orejas con la intención de detener aquel horrible sonido y, como consecuencia, el viento de Tharja se disolvió.
Brays se acercó a Tharja, que se mantenía de rodillas aun con las manos en los oídos, ausente de la presencia de aquel hombre gigantesco. Cuando la sombra la cubrió, miró hacia arriba y de un fuerte manotazo, la apartó a un lado, pasando de largo como si se tratara de una molesta mosca. Alzó el mazo de nuevo, dispuesto a aplastarle el cráneo a Lance, pero cuando el contundente arma descendía, comenzó a frenar por la telequinesis. Sin embargo, la fuerza física de ese hombre era extrañamente sobrehumana. El mazo se acercó tanto que Lance no tuvo más remedio que intentar detenerlo con las manos, quedando atrapado entre el suelo y el arma. Sirsa saltó a la espalda de Brays y se sujetó a él rodeando su cuello con los brazos para no soltarse, como si se aferrara a un animal desbocado. Acto seguido, la hermana de Lance incendió su cuerpo y Brays comenzó a sacudirse para librarse de ella, herido por las llamas. Hasta que finalmente consiguió tirarla de espaldas. Se giró enfurecido y al dar un paso, un punzante dolor en el estómago le hizo detenerse. Sirsa observaba cómo una punta de hielo afilada salía de su abdomen, embadurnado en sangre. Tras unos segundos inmóvil, el hombre cayó al suelo.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...