—¡Sirsa! —gritó Owain, que se levantaba con dificultad, ayudado por Devi.
Devi se aferraba a la camiseta de Owain mientras éste se abría paso a base de tajos de espada. No sabía por dónde había ido la Tejedora, pero de alguna manera podía sentir una débil señal de calor proveniente de la magia de fuego de Sirsa, aunque cada vez era más débil. Finalmente llegaron a un claro bastante amplio, donde en la parte superior no había tanto verde y penetraba fácilmente la luz naranja del sol.
De las copas de los arboles colgaban de un fuerte hilo numerosos capullos de diferentes tamaños. Owain y Devi miraban hacia arriba impresionados. La tejedora había fabricado una especie de nido para alimentarse de las víctimas que iba cazando.
—Tenemos que sacarlos de ahí. Según lo que me has dicho, podrían seguir vivos. Y me apuesto lo que sea, a que dos de esos capullos son Lance y Mei.
—¿No hueles a quemado? —preguntó la pequeña, que olisqueaba el aire.
Uno de los capullos había empezado a echar humo, que iba aumentando hasta que una pequeña llama se prendió en el capullo durante un segundo. Luego, todo el capullo empezó a arder y algo cayó de él, envuelto a un viscoso líquido.
—¡Qué asco! —gritó Sirsa recién salida del capullo, que se sacudía bruscamente—. ¡Voy a achicharrar a esa desgraciada!
Su ropa había sido incinerada por su propia magia de fuego. Owain se sintió aliviado al ver que no era el único que tenía ese problema con su magia. Sin embargo, la sustancia viscosa le cubría la mayoría de la piel.
—¡Sácalos! —ordenó ella señalando hacia arriba—. Lance tiene que estar en uno de esos. Usa tu fuego, yo solo puedo manifestarlo a través de mi cuerpo.
—Y yo de mi espada —añadió él.
—¡Pues súbete a los árboles! —Tras gritar eso, la cara de Sirsa cambió por completo—. Bueno, mejor me subo yo, tú encárgate de ellas.
—¿Cómo que ellas?
Owain se giró y vio como tres Tejedoras descendían de los arboles al final del claro. Sirsa comenzó a subirse a uno de los árboles, ayudándose de la sustancia viscosa para adherirse con facilidad al tronco. Devi, por su parte, se escondió asustada tras Owain, que prendía su espada listo para defenderse.
Sirsa alcanzó el primer capullo con facilidad. Agarró el hilo que lo sujetaba y lo hizo arder, extendiendo el fuego por completo y liberando al primer prisionero. Una chica cayó al suelo, inconsciente. Debía de ser una de las habitantes de Buyhera que había desaparecido. Con un ágil salto, llegó al tronco más cercano que sostenía otro capullo y repitió el proceso.
Owain optó por una defensa más fuerte que un ataque. Asi que, con la espada, dibujó un circulo de fuego alrededor de ellos que ardió fácilmente por la hierba y las hojas caídas de los árboles. Efectivamente, funcionó. Las arañas se frenaron ante la muralla circular de fuego. La rodeaban expectantes, como si buscaran la forma de poder entrar.
Con calma, Owain pudo observarlas más detenidamente. Sus patas eran peludas, como las de las tarántulas. Su cuerpo era de color negro, salvo unas manchas rojas en la parte posterior. En cuanto a la boca, tenía dos pinzas curvas y afiladas que la rodeaban. Y entre las pinzas, se podía ver como la púa que usó para atacar a Sirsa ascendía y descendía conforme la extraña araña respiraba. Sus ojos eran pequeños, pero tenían como unos seis ojos tan juntos que parecían formar uno muy grande.
El cuarto capullo que Sirsa liberó era el de Mei, que se movía ligeramente en el suelo repleta de viscosidad. Entonces Sirsa pensó que el siguiente más cercano debía de ser su hermano, así que sin pensárselo dos veces, dio un salto y agarró el capullo, derritiéndolo y sacando a Lance de él. Ambos cayeron al suelo y Sirsa no pudo esperar ni a que recobrara la consciencia. Le abrazó fuerte.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...