Inmediatamente después, comenzaba la segunda carrera. Estaban frente a un rio que separaba dos tramos de tierra, unidos por unas estrechas barras de metal aplanadas. Al otro lado, había unas extrañas máquinas.
Cuando Hawk y Tharja, que tenían la ventaja de haber empezado primero, se subieron a las barras de metal, las maquinas comenzaron a disparar pelotas de goma. Tharja levantó el muro de viento y bloqueó las pelotas, pero les hizo tambalearse y casi caer el agua. Al defenderse con el muro, no podía avanzar.
Entonces el resto se lanzó a intentarlo. Era más difícil de lo que parecía. La mayoría recibían pelotazos y caían al agua, obligándoles a empezar de nuevo. Los únicos que parecían pasar sin problemas eran Shiro y Rinka, la cual se escondía detrás de él como si fuese un muro. Las pelotas impactaban en su cuerpo y él no se inmutaba. Hasta que una cantidad exagerada de pelotas comenzaron a lloverle por un lateral.
Shiro miró y vio como en la estructura metálica de su derecha estaban Mei y Lance. Ella ralentizaba las bolas antes de impactar sobre ellos y Lance se encargaba de desviarlas con su telepatía, en este caso en dirección a Shiro, que era el único que conseguía avanzar sin problemas. Lance lo miró y sonrió desafiante.
—Cabronazo —dijo Shiro en voz baja mientras sonreía excitado.
El desafío hizo que Shiro se esforzara aún más y consiguió llegar en segundo lugar, tras Lance y Mei. Owain, por su parte, lo tuvo complicado, ya que tuvo que lidiar con las pelotas a base de espadazos, partiéndolas por la mitad antes de impactar.
Cuando Owain alcanzó el punto de la tercera carrera, vio al resto bajando una cuesta empinada con muchas curvas que acababa en la playa. Podía ver a algunos, los más adelantados, nadando en dirección a una pequeña isla cercana.
Owain comenzó a andar, dispuesto a bajar la cuesta cuanto antes, pero la cadena se tensó y le detuvo. Mina permanecía inmóvil mirando a su derecha el borde del acantilado.
—Vamos, tenemos que bajar rápido. Lo de las pelotitas nos ha retrasado mucho.
—Podríamos coger un atajo.
—¿Atajo? ¿Qué atajo?
Ella no dejaba de mirar el acantilado.
—¿Estás loca?
—¿Confías en mí? —Mina lo miró en esta ocasión.
—¿Qué si confío? No lo sé Mina, parece una locura.
—¿Confías o no confías?
Owain no respondió, pero se acercó al borde del acantilado. Se cogieron las manos y saltaron. Owain tenía los ojos cerrados, solo notaba la presión del viento al caer, pero los abrió de par en par cuando sintió que Mina lo acercaba a su cuerpo y lo abrazaba con fuerza.
Un círculo de luz azul se dibujó alrededor de ellos, emanando agua de él, que se fusionaba en el aire y daba forma a la invocación Ondine. El espíritu los rodeó, creando un manto de agua que los envolvía en una burbuja que hizo que la caída al mar fuese segura.
Dentro del agua Owain abrió los ojos y vio a Mina ofreciéndole una mano, sujetando con la otra a Ondine. Tras pensarlo un segundo, aceptó la mano como un gesto de confianza y Ondine los llevó rápidamente bajo el agua hasta la isla destino.
La isla era pequeña, repoblada de pequeñas montañas que apenas dejaban terreno liso. Al llegar allí y abandonar la orilla, encontraron unas señales que indicaban el paso a través de un camino rodeado de paredes rocosas.
No había nadie allí, pues habían sido los primeros en llegar gracias a la idea de Mina. Cuando alcanzaron cierto punto, unas llamas comenzaron a salir de entre las fisuras que decoraban las paredes, convirtiendo la zona en un verdadero infierno.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...