CAPITULO 22 - Parte 2: EL SELLO

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—Pero Brays...

A pesar de la intención de Cleo de rebatir aquella propuesta, fue detenida en seco por un simple gesto de aquel hombre.

—Tú misma lo has dicho antes: hay prioridades. Merece la pena dejar libre a dos simples magos a cambio de dos 'Magos Perfectos'.

—Si, pero...

—Acepto —interrumpió Sirsa con una voz, dejando a sus compañeros en shock al escuchar su respuesta. Sirsa levantó su brazo y como una aguja señalando el norte, indicó el lugar por el que se fue Owain hace un rato, abriéndoles el camino a sus enemigos y dejando a Owain, Mina y Piers totalmente vendidos, sin ser conscientes de lo que se avecinaba.

—Sabia decisión —le dijo Brays con su voz grave.

Rodric le ofreció su mano a Heather, y ésta, a regañadientes, le entregó la espada que había usado previamente. Y antes de que pudieran prever el siguiente movimiento, la nube de polvo se alzó y desapareció. El hombro de Tharja recibió un golpe brusco y supo enseguida que Rodric había pasado junto a ella para dirigirse hacia Owain y Mina. Mina. Estaba en peligro.

Rinka, con la cara desencajada, se dirigió hacia Sirsa y ésta la miró, pero solo vió cómo su puño se dirigía hacia ella. La golpeó y cayó al suelo con fuerza. Rinka se rodeó el puño con su mano, dolorido por la quemadura de la magia de su compañera. Aquella escena les trajo recuerdos a ambas. Ya había ocurrido aquella vez en la academia, solo que esta vez Sirsa no sonreía orgullosa. Su rostro no reflejaba emoción alguna. Al menos, Rinka no lo supo descifrar. Sin levantarse, la maga de fuego se arrastró hasta Lance.

—Venga, vámonos. —Ella pasaba su brazo por debajo de la axila de su hermano para ayudarle a levantarse, pero él se zafó.

—¿Qué has hecho, Sirsa?

Ella sintió un pinchazo en el corazón. Era la primera vez que su hermano la miraba de aquella manera, como si hubiese cometido la peor de las atrocidades. Entendía que lo que había hecho no estaba bien y había vendido a tres de sus amigos, pero su hermano estaba antes que todo aquello.

—Salvarte. Es mi deber protegerte.

—No —respondió tajante él, levantándose y situándose junto a Rinka—. Yo me quedo a luchar con mis amigos. Vete tú si quieres.

Tharja solo se escuchaba a sí misma. Su mente intentaba encontrar una forma de avisar a sus amigos separados del resto de que un asesino de magos se dirigía hacia ellos a una velocidad inaudita, pero no se le ocurría nada. «Velocidad» se repitió a sí misma. Entonces recordó que Hawk fue capaz de detenerlo una vez. Quizás... No, enviarlo a él solo sería demasiado peligroso. No podía pedirle jugarse la vida. Inevitablemente lo miró. Y él no necesitó más. Sin decir nada, emprendió su camino en busca de Rodric. Tharja se sintió culpable, pero era la única manera de salvarles.

Su mente dejó de funcionar cuando el 'azotamagias' de Cleo volvió a golpear el suelo. La portadora del látigo dirigió esta vez un ataque directo a Vito. Le golpeó la pierna y, aunque se volvió líquido como el agua, se llevó ambas manos a su extremidad incompleta. Le costaba regenerarla. Era como si no existiera suficiente agua en el mundo para recomponerla.

—¿Crees que yo, al menos, he elegido bien mi objetivo? —dijo con sarcasmo—. Aunque ha sido placentero ver cómo eres inútil ante mi azotamagias, hay que seguir las prioridades. Luego vuelvo contigo. Lo primero, es lo primero.

No intentó disimular su próximo movimiento: miró a Lance y echó el brazo que agarraba el látigo hacia atrás, para coger impulso y enviar el cuero en su dirección. Lance intentó bloquearlo con telequinesis, pero era como si por el simple hecho de moverse, el látigo enviara unas ondas a su cabeza que le quemaba y le bloqueaba. El latigazo se produjo y un rastro de sangre tiñó la verde hierba de rojo. Sirsa se llevó su mano temblorosa a su mejilla para intentar bloquear la sangre que brotaba del tajo que el látigo había abierto en su piel. Pero eso solo era una herida. Lo peor era que el interior de su cuerpo se encogía, como si la estuvieran aplastando cuatro paredes. Le quemaba, pero por una vez, no era su magia de fuego. Con las piernas temblorosas, cayó al suelo.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora