CAPITULO 5 - Parte 2: DURO COMO EL ACERO

82 4 0
                                    

Al salir al pasillo, lo buscó con la mirada a la derecha y a la izquierda, sin suerte. Probó a ir en dirección a su habitación. Si quería estar solo, sería el sitio más idóneo para ello.

Era hora de cambio de clase y había bastantes alumnos por los pasillos de la academia. Uno de ellos hizo que Owain se detuviera al verle. Lance se encontraba apoyado sobre una pared, encorvado y con sus manos sobre las rodillas. No tenía por qué, pero Owain sentía la necesidad de disculparse en nombre de Shiro, así que se dirigió hacia él.

—Eh, Lance, siento mucho lo de antes. Él no pretendía...

—Ya —interrumpió él en seco—. Mira, no vayas de buenazo conmigo. No me... Ah —frunció el ceño y se llevó una de las manos a la bandana que le sujetaba el flequillo rubio anaranjado y se la quitó de un tirón, para luego llevarse el dedo índice y el pulgar a ambas sienes.

—¿Estás bien? —preguntó Owain preocupado.

Las luces de los focos que les sobrevolaban empezaron a parpadear intensamente. Todos los alumnos de la zona alzaban la cabeza para observar los focos que centelleaban con tanta fuerza que uno de ellos explotó, y un par de chicas que se encontraban debajo soltaron un breve chillido del susto. Tras eso, los focos volvieron a relucir como siempre.

—Perdona por hablarte así —continuó Lance como si no hubiera pasado nada—. No me encuentro muy bien. Necesito descansar un poco, pero si quieres ayudar a alguien, habla con ese.

—¿Qué le pasa a él? —Hablaban de Hawk, el chico que conoció en las duchas. Estaba sentado en un sofá de tres plazas, mirándose las palmas de las manos.

—Nada. Ese es el problema. No percibo nada de él. No está triste. No está alegre. No está enfadado. Sólo está... solo.

Lance se puso derecho y se encaminó hacia su habitación, sin dejar de presionarse las sienes con los dedos y emitiendo algunos quejidos de dolor. Owain, por su parte, se acercó a Hawk.

—¿Puedo sentarme? —Hawk alzó la mirada y asintió, para volver a bajar la mirada al suelo.

Así que Owain se sentó sobre el cuero negro del sofá. Los cojines no eran muy gruesos pues podía sentir la madera en su trasero. No era muy cómodo, pero era un sofá en mitad de un pasillo. Lo último que esperaba es que fuera cómodo

—¿Qué haces?

—Pensar... supongo —dijo él, no muy convincente.

—¿Y en qué piensas? Si puede saberse claro. —Hubo un breve silencio hasta que Hawk pronunció la siguiente frase.

—Dicen que tienes amnesia —respondió él aun cabizbajo.

—Bueno... no del todo. Sólo he olvidado una noche en concreto. Los médicos dijeron que fue debido a un shock traumático.

—¿Y no te ocurre que la curiosidad no te deja seguir adelante? —Fue cuando le miró a los ojos por primera vez desde que empezaron la conversación.

—Un poco, pero no dejo que eso condicione mi vida. ¿Eso es lo que te pasa? ¿No recuerdas nada de tu vida? ¿De cuándo es el primer recuerdo que tienes?

—Hace un mes, más o menos. Y no he conseguido recordar nada. No sé si alguien me estará buscando o me echan de menos. Por eso vine aquí, a ver si alguien me conocía. Pero nada ha cambiado.

—Si alguien te está buscando, te encontrará —dijo Owain con una sonrisa—. Espera y verás. Mientras, puedes formar una nueva familia.

—No creo que esté en edad de tener hijos.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora