El cielo estaba despejado, completamente azul, y la brisa acariciaba las preciosas flores de colores que vestían la pradera. En el entorno se podía ver con claridad pinceladas de color dorado, producido por los destellos del sol. Owain podía notar el cosquilleo que le producía la hierba en la cara. Entonces decidió levantarse, y vio en la lejanía una figura arrodillada en el suelo verde.
Dicha figura le resultaba familiar, así que corrió en esa dirección hasta detenerse a una distancia lo suficientemente buena como para identificarla.
Mina se encontraba arrodillada sobre el terreno, derrotada, con el rostro cubierto por la larga melena color castaño. Sus puños se cerraban con tal fuerza en la hierba que parecía que en cualquier momento la iba a arrancar.
—¿Mina? —la llamó Owain.
De pronto, el cielo comenzó a cerrarse y todo se volvió nublado y oscuro.
—Venga, tenemos que irnos —dijo él mirando hacia el cielo—. Va a llover.
Cuando volvió a mirarla, su cabello se había tornado de color gris, como si hubiese envejecido de repente. Su piel era totalmente pálida, y cuando alzó la cabeza hacia él, pudo comprobar que su mirada estaba apagada, sin vida. Sin embargo, su expresión era de una furia abrumadora.
Owain sintió miedo verdadero. Su piel se había puesto de gallina y tenía un terrible presentimiento.
La hierba que agarraba Mina comenzó a pudrirse, adoptando un color negruzco que se expandía por el resto de la pradera, marchitando toda la vida que había allí.
Mina se levantó lentamente, situándose frente a él. Quería huir, echar a correr y alejarse lo más rápido posible. Pero su cuerpo no reaccionaba, el miedo no le dejaba. Mina movió su mano y agarró el cuello de Owain con fuerza, para luego levantarlo del suelo.
Owain despertó entre sudores y se llevó la mano al cuello. Luego, al pecho, que le ardía de nuevo. Miró hacia abajo, y al no llevar camiseta, pudo ver de lleno su marca retorciéndose.
Se levantó con dificultad, aunque en silencio para no despertar a Shiro y Hawk, y puso rumbo a la habitación de Mina. Después de ese horrible sueño, el dolor en el pecho era lo de menos. Necesitaba comprobar que estaba bien.
Cuando giró la esquina previa a la habitación de ella, vio a un hombre completamente vestido de negro, agazapado frente a la puerta, abriéndola lentamente.
—Eh —advirtió Owain.
Y el tipo salió corriendo en dirección opuesta. Owain lo persiguió hasta la cubierta, donde el hombre miraba en todas direcciones esperando algo.
—¡Bruja! ¡Sácame de aquí, me han pillado!
—¿Quién eres tú y qué hacías husmeando en el camarote de las chicas?
El hombre sacó un puñal y apuntó a Owain con él, temblando.
En el aire surgió una masa de oscuridad, y de ella, salió una daga disparada, que danzaba y danzaba hasta encontrar su objetivo: la frente del hombre de negro. Cayó de espaldas, pero antes de tocar el suelo, de nuevo una masa de oscuridad lo engulló, sin dejar rastro.
Owain no daba crédito. Se acercó al lugar de donde había surgido el puñal e hizo un gesto con la mano, intentando tocar algo, pero allí no había ya nada. Así que decidió volver al interior.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...